viernes, 30 de julio de 2010

Llegada


Al llegar en medio de la noche, la fría recepción vino a constatar la sensación de soledad y de extenso páramo al retornar allí, a su hogar.

-Ella partió sin más a su habitación- quedando El en completa disposición de aquél ambiente que ahora le pareció ajeno y distante, caminó lentamente observando en silencio cada objeto instalado en esa inmensidad y nada le pareció familiar. Sólo al mirar hacia el ventanal que daba con la ciudad y sus luminarias repartidas como constelaciones, pudo percatarse de un jarrón que habían comprado juntos una tarde de primavera en un centro de artesanía, sonrío y recordó aquellos momentos, escasos a la vista del tiempo presente y no pudo evitar el pensar ¿adonde se había ido esa sensación de felicidad?

Intentó avanzar hacia el dormitorio y algo le detuvo misteriosamente, para terminar sentado en el sofá del estar, apagó la luz y miró hacia la ciudad pensando en su situación.

Hacía muchos días en que no hablaba con ella, pasaban sin cesar las semanas, sin compartir hablar o tocarse, a su modo perecía que una suerte de maleficio se iba apoderando de lo que más amaba e ineludiblemente.

Su angustia aumentaba, en el trabajo no estaba mal, sin embargo su familia era en la práctica un apéndice, un agregado que no lograba trascender respecto de su vida personal como el había ideado en algún momento. Los hijos eran la muestra de que todo lo evaluado y recordado había existido, más el presente se presentaba oscuro, brumoso y de difícil tránsito.

Observó por la ventana, abrió lentamente la ventana y respiro ese frío aire que se colaba por el espacio, eso le revivió, sintió que estaba vivo y que no era una marioneta del destino, sabía que tendría que luchar por lo que amaba, tal como lo había hecho en los inicios de su relación. Su cuerpo se asomó hacia fuera y constató la grandeza de la luna, las estrellas sembradas, las siluetas de las montañas y los ladridos de unos perros a lo lejos, frotó sus manos que comenzaban a sentir la invasión de la baja temperatura y luego levantó los brazos como intentando asir algún objetivo significativo y lajano.

Cerró la ventana lentamente y se encaminó hacia la pieza, entró con sigilo y pudo observar a los niños durmiendo, sonrió y agradeció su presencia. Luego se encaminó hacia el dormitorio, su mujer dormía apaciblemente, no pudo evitar recorrer aquel espacio y detenerse ante su presencia, su cuerpo, su aroma, su ropa tan cercanos y tan lejanos a la vez. Procedió a despojarse de la ropa y luego se acostó, inicialmente se ubicó en el extremo de su lugar, luego decididamente procedió a acercarse a ella, le tomó su mano y acariciándola procedió luego a besarla y murmurar: buenas noches mi amor…..

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