miércoles, 24 de agosto de 2011

El Sacrificio

Sombría esfera que almacenas las vidas, ¿adonde diriges nuestros destinos?..


-La frase se repitió, pausadamente, mientras intentaba atisbar su paso- Luego el sueño fue haciéndose cada vez más persistente, hasta dormirse.

La persona guardo silencio entre las extrañas estructuras, una suerte de catacumbas conectadas a túneles transparentes. Desde lejos la apreciación de la ciudad estaba iluminada como un campo de luciérnagas, era distinto a todo lo visto en su experiencia hasta ahora, era realmente diferente, casi una como las experiencias que narraban sus abuelos respecto a la luz en cristales y los extraños forasteros del cielo.

Caminaba, no sabía nada, pues la llegada ante aquél escenario había sido demasiado vertiginoso. Apenas recordaba el momento exacto cuando fue trasladada ante aquella ciudad de cristales y jardines, no tenía idea respecto a las indicaciones a las voces, sólo evocaba su pasado y familia sin saber adonde ir...

Era de noche, la luminosidad resplandecía, ella instintivamente sabía que mañana algo ocurriría, pues así lo habían señalado sus acompañantes.

El sol transitó por el horizonte hacia un destino desconocido, tan desconocido como el presente de ella; la mujer de las afueras, de las montañas. Así llegó la noche, volvió a dormir profundamente hasta casi la hora señalada.

Era mediodía, el sol remontaba su comarca hacia el punto más alto, el día era sorprendentemente quemante y para nadie era ajeno que aquello era un designio de la divinidad que sería honrada.

La altura de la ceremonia era algo sorprendente, desde la terraza superior el sumo sacerdote preparaba sus utensilios, la mujer aún bajo los efectos de los narcóticos administrados se retorcía entre sueños, su cara era parte de una extraña mezcla de tranquilidad y ansiedad…

En las afueras y rodeando la estructura, la masa se agolpaba sin cesar, la hora asignada marcaba la pauta desde donde el curso del sol indicaría el momento preciso para comenzar la celebración.

El ritual señalaba claramente que ante los cambios estacionales, la posibilidad de asegurar buenas siembras pasaba por la ofrenda de jóvenes vírgenes, un sacrificio de siete mujeres aseguraría sin lugar a dudas una buena recepción de las divinidades..

Mientras, la mujer dormía, en esta ocasión sonreía, le parecía reconocer el lago donde jugaba junto a su familia, las montañas remotas sorprendían con sus picachos nevados y las águilas sobrevolaban las montañas remarcando la majestuosidad de su imperio. Ella sonreía nuevamente, por un instante observó al sol, rojo, quemante y absorbente, le pareció que se consumía con ella hasta extinguir la existencia. Eso no le desagradó, es más hasta despertó un deseo secreto de amor, un amor trascendente, distinto y abierto al misterio…

Fue en ese instante cuando el sacerdote coronado de un penacho de colores variados, alzó la pieza del puñal ceremonial de onix para arrancar el corazón de la muchacha, la que apenas pudo reaccionar pues se encontraba sumergida en los efectos del brebaje. Luego alzando el corazón lo ofreció al sol y posteriormente giró en los distintos puntos cardinales.

La muchedumbre que presenciaba esta representación a los pies de la gran pirámide, lanzaba gritos y cánticos ensordecedores. En tanto, arriba en la plataforma el cuerpo de la mujer era depositada en una suerte de cripta para que realizara el viaje al mundo de la divinidad.


En ese preciso instante una mariposa voló sutilmente entre las ramas de los árboles hasta posarse con delicadeza en la frente de la joven princesa que dormía el sueño del ceremonial que la había transformado en una más, de las doncellas sacramentales de Tlaloc...

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