La lluvia llegó finalmente.
Su paso no fue indiferente, más bien marcó una señal de advertencia a la soberbia humana, también a la pasividad que enmascara la pereza.
La lluvia olvidada y menospreciada por muchos, retornó como un temporal de días eternos
Su agua bañó el reseco rostro de nuestra tierra, también dando de beber a los sedientos.
También lavó el rostro de nuestra ciudad y llenó como antaño los lechos de ríos
Sus aguas aumentaron la extensión de nuestros torrentes y rebalsaron vías
No fue el fuego de mano humana, sino el agua de origen natural lo que nos desafió en esta ocasión.
Así, los campos inundados, casas arrastradas como frágiles plumas, nos recordaron nuestra propia fragilidad.
Los que danzan al fuego, esta vez callaron o a lo más se alejaron
El agua retornaba por sus antiguas sendas
Limpiaba la basura material acumulada por la indiferencia humana
Asimismo, aseaba las calles de cenizas y pintura desfigurada
El ciclo invernal cubría por fin nuestras cordilleras de blanco
De tal forma la naturaleza instalaba su mensaje
Los ecos del pasado retornaban en la adversidad, y asimismo nos recordaban que nada es eterno
Incluso bajo los cánticos de sequía en nuestra tierra
Que el frío cale los huesos o el agua interrumpa los días, no es algo ajeno a nuestra historia
Quizás sea importante recordarlo
Más allá de memorias selectivas o discursos diseñados en la torre de marfil de alguna academia
Tanto clamamos por agua, que al final esta llegó en abundancia, sin mezquindad
Para lavar nuestro rostro añejo y fertilizar la tierra anhelante de verdes prados
De tal forma, obra la naturaleza y de tal forma nos enteramos de nuestro lugar en ella