martes, 7 de abril de 2009
Lucytan o el Viaje Revelador
Cada tarde, justo cuando el sol se aprestaba para ocultar su faz tras las cadenas montañosas que rodeaban al pequeño pueblo de Santa Fé, “La Cofradía de la Luz” procedía a recorrer las principales avenidas entonando los cánticos de reafirmación a Jesús. Este ritual se remontaba desde la época de la conquista y rememoraba la acción de juramento hacia el hijo de Dios por parte de un grupo de conquistadores españoles que optaron por la muerte antes que una salvación vana e impía, ante el asedio de nativos duró aproximadamente un mes.
Los cánticos y entonaciones de liturgia eran una característica del villorrio, llegando a ser protagonista de la tradición misma desde sus más tempranos orígenes. De esta forma, generación tras generación los hijos iban asumiendo el rol de portavoces de la luz y de la fe que habían llevado anteriormente sus padres.
Tras el silencio, unos pasos avanzaron sobre el suelo entablado de la casa,- ¡Lucytán!-, se oyó una voz. Pasado un momento, se escucho de nuevo el llamado sin respuesta aparente.
La persona que había emitido tal llamado portaba una vestimenta sobria, tanto en colores como en el matiz de distribución de estos, además dejaba ver en su mano un emblema de símbolos que apelaban a la imagen de Cristo mostrando su pecho y sobre el una paloma que representaba al espíritu Santo con su luz. En un instante se apreció una sombra que se deslizaba lentamente, era un joven de unos quince años, estatura promedio, mirada fija y desafiante.
-No asistiré a la procesión, ni tampoco me uniré a la cofradía- señaló este, con una entonación que asemejaba al sonido de una melodía de tragedia.
-¡Eres mi hijo- indico el hombre del emblema, mi hijo varón, descendiente y heredero natural de mi lugar en nuestra cofradía.
- Es cierto, soy tu hijo, sin embargo nada de lo que intentes señalar me convencerá, nada de lo que me digas logrará despertar siquiera un mínimo interés. No deseo marchar tras una imagen, realizando una farsa de algo en que no creo y que no está acá ni en ningún lugar-, terminó diciendo.
Tus ideas las considero arcaicas, viejas, una verdadera perdida de tiempo, sin aporte y finalmente un estorbo al progreso de nuestra sociedad, mera ilusión y fantasía de campesinos idiotas…
El padre escuchaba atónito y de pronto con una reacción casi instantánea se apoderó del muchacho y sin pensarlo ni mediar explicación lanzó una bofetada que fue a dar directamente a su cara…
Lucytan le miró atónito, aún aturdido por el golpe, su ánimo interno en tanto comenzaba a despertarse cual volcán, y reaccionando como un poseso comenzó a gritar y descalificar a su progenitor con palabras y conceptos que surgían sin mayor control, como un vehículo arrollador que se abalanza ante una multitud. De esta forma, tal verborrea embestía todo aquello que le recordara la presencia de la autoridad paterna, para luego emprenderlas en contra de la imagen y lanzarla al suelo. Finalmente remató diciendo; Sólo yo, soy quién sabe y quién decide respecto a lo que hago o dejo de hacer, pues nada ni nadie me harán cambiar de opinión ante tus ritos estériles que llevas a cabo con tus supersticiosos integrantes de la cofradía.
Tomando a su hijo del brazo firmemente, el Padre se encaminó hacia el “cuarto”. Este era el nombre de un pieza amplia que formaba parte de la vieja casa patronal en donde en el pasado se castigaba a los inquilinos. Le empujó y luego procedió a cerrar, exclamando firmemente; “Estarás ahí hasta el fin de los días”. Luego se alejó marchando hacia su procesión…..
Por un instante Lucytán pensó que el dicho señalado, era sólo parte de una bravata y que pronto sería liberado. Sin embargo ignoraba que su padre había advertido claramente a los demás moradores en que nadie debía entregar ningún suministro de alimento o agua a su hijo, bajo pena de expulsión del hogar o del trabajo…
Mientras recorría el lugar en busca de alguna oportunidad para salir, Lucytan se percataba que en realidad dicho espacio era una verdadera fortaleza con apenas unas cuantas ventanillas bien distribuidas que permitían la entrada de luz y aire. En un instante su mirada quedó fija, al observar a cierta altura un recuadro de Cristo con la imagen de la cofradía que parecía observarle con su suave y tranquilo rostro. Al verle, se sorprendió y giró rápidamente la vista como evadiendo a un adversario, luego se arrodillo en una esquina, buscando la posibilidad de dormir….
Al despertar por el efecto de la luz que entraba por de las ventanas que capturaban estratégicamente los rayos de matinales, se percato del panorama que le rodeaba en forma completa. Era un lugar casi desprovisto de arreglos, contaba con un mesón, un par de cajones con viejos libros, un reloj empotrado en la pared y por supuesto el gran cuadro de Cristo que dominaba el ambiente con su mirada. Se sintió atrapado, por más que buscaba evadir dicha figura le parecía imposible…
Afuera los pasos de empleados y las voces de conocidos le invitaban a llamar por ayuda, sin embargo su orgullo le impedía ceder ante la disputa con su padre y sólo se contentaba con saber que en algún momento este declinaría y el saldría vencedor…
Al observar la gran pared, parecía que todos los elementos dispuestos en dicha habitación se habían confabulado de alguna forma desconocida en su contra. Así mientras el reloj marchaba marcando la hora, su engranaje retumbaba en los oídos remachando en su mente el paso de cada segundo. Mientras que por otro lado, la mirada de Cristo le observaba sin permitirle descanso. Ya sea producto de la fatiga o de un desproporcionado abatimiento, sentía a ratos la sensación de no estar sólo, entre sueños se veía disfrutando de una comida y junto cuando se aprestaba a probarla era llamado por Cristo para que llevase el estandarte de la cofradía de la Luz.
Despertaba con sobresaltos, se sentí vigilado, se interrogaba respecto a su cordura y hasta comenzaba a dudar de lo que era real o mera imaginación. De alguna forma los mundos que antes aparecían separados, estructurados y clasificados como archivos ahora estaban mezclados, superpuestos y no había separación entre lo que pensaba con un simple sueño.
Sumado lo anterior el hecho de no existir el menor indicio de que su padre regresaría por el, todo tendía a transfigurarse y teñir de un color opaco las expectativas de liberarse pronto del encierro en que se encontraba..
En un instante, se sintió sobrepasado y sacando fortaleza de su debilidad miró fijamente a la imagen en la pared, que a su vez parecía dedicarle exclusivamente su atención de una forma especial, con cierta deferencia, encanto y una leve sonrisa que lo hacía repeler cualquier señal que resolviera aquél intrigante enigma que se le presentaba. “El”, un ateo declarado según los cánones de la época estudiantil, que había suscrito una declaración del materialismo y de la ciencia ante la estupidez de la religión, que había juramentado liberar a los hombres de esa creencia primitiva, justamente a el le miraba de esa manera Cristo…..….
La luz paulatinamente comenzaba a ocultarse, no había señales de un regreso o una tregua por parte de su padre. Recordó entonces a su madre, en un tiempo ido, distante y borroso. Le emocionaba el pensar en como le mimaba y sus juegos secretos cuando era un niño en el viejo jardín. En un instante todo aquello desapareció y vio a su madre enferma, postrada en su cama rodeada de mujeres que corrían de un lado para otro, el médico intentando responder y finalmente su padre confinado en una esquina sin atisbar una mínima señal de esperanza, hundido y poseído en la derrota. Finalmente recordó el día del funeral, la enorme carroza transportando el cuerpo de su amada madre, mientras una lenta caminata fúnebre convertía su viaje en un verdadero calvario, luego un grupo compacto de acompañantes que le seguían hasta su llegada al cementerio para realizar la ceremonia correspondiente en donde el sacerdote concluyó y comenzó a descender su madre a la sepultura determinada para ella.
¿Cómo creer en algo después de eso?, -señaló-. Resulta imposible pensar en alguna escapatoria ante mi escepticismo, pues las brutales raíces del mismo habían penetrado profundamente en su mente ante la muerte de su madre moldeando la personalidad de abandono y ausencia de fe que presentaba hoy.
Sin embargo, pese a todo aquello, sentía que se encontraba en una suerte de cita forzada con aquella imagen, esta representaba todo lo que el negaba y hasta abominaba. Era una suerte de encrucijada que lo ubicaba en un borde del precipicio sin saber hacia donde dirigirse. Sentía profundamente que sus actos y creencias no eran tampoco una real respuesta a su búsqueda, más bien eran la reacción lógica ante un suceso doloroso empero después de pasado el tiempo ¿Qué?, ¿Hacia donde dirigir los destinos de la vida?- No quería proseguir, se negaba a escucharse a si mismo, sólo ansiaba el silencio, el mismo que ahora tenía a su regalado gusto-. Cuando reflexionaba al respecto se percataba de lo paradojal de la situación y más se convencía de que una fuerza superior jugaba con el.
Había pasado un día desde que despertó la ira de su padre y este luego de abofetearlo lo dejó encerrado. Sus fuerzas habían comenzado a decaer paulatinamente, sus reflejos se tornaban más torpes y la prolijidad del comienzo le abandonaba para instalarse el abandono y desgano.
En un instante alzó su mirada y se percató de que el icono religioso le contemplaba con dulzura, sintió que su pecho se oprimía y luego balbuceando dijo: -¿Qué miras?, ¿Qué esperas de mí?...- ¿Acaso mi arrepentimiento?... –Nada, silencio y una mirada penetrante……
Los días transcurrieron con celeridad desdibujando la noción de realidad y las fuerzas de Lucytán que aún se mantenían con cierto vigor, fueron decayendo hasta llegar al límite de su resistencia. Fue entonces, cuando en medio de la fatiga agobiante logró oír la marcha de la cofradía por el pueblo y desde sus ojos comenzaron a brotar unas tímidas lagrimas que luego se desbordaron en un llanto sin sentido y desequilibrado casi demencial, en la sutil frontera que impide el claro designio, más no del todo extraviado pues mientras lloraba su mirada se fijaba lentamente el icono clavado en la muralla. En un instante, se levantó y avanzó certeramente hacia donde se encontraba dicha imagen. Sus escasas fuerzas no se resistían ante el sincero deseo que emanaba de una fuerza vital no identificaba y que empero lo acercaba cada paso hacia la imagen del cristo, como un verdadero poseído,- al pasar cerca de un espejo su rostro sonreía-, no existía ni la más mínima expresión de que algo fuese en su contra, el joven caminaba a paso lento con un propósito claro y decidido. Mientras la procesión alcanzaba un ambiente apoteósico, con gran entusiasmo de la comunidad y de los integrantes.
En un instante se detuvo, entonces desde su interior comprendió que el dueño de dicha mirada no podría negarse a un diálogo y considerando lo que en reiteradas ocasiones su padre le había recordado, pareció olvidar el deseo de escapar, gritar o de rebelarse, al contrario sus sentidos deambulaban en la sensación de aprecio y regocijo nunca antes experimentado y sin vacilar alzo sus brazos hasta alcanzar el cuadro buscando imitar el movimiento de los integrantes de la cofradía quienes marchaban por las calles llevando imágenes del Cristo Salvador. En ese instante, al alzar la imagen descubrió cuasi maravillado que tras el recuadro se encontraba una suerte de pasadizo que al trepar y penetrar por el, permitía ver la luz de la tarde y asimismo apreciar la plaza del pueblo con los marchantes en su ritual.
Impulsado por una fuerza que lo sobrepasaba y sin dudarlo ni un instante Lucytán avanzó hacia la luz que aunque lejana parecía dibujar la sonrisa del Cristo Salvador, atrás quedaba entonces la oscura pieza que comenzaba a evidenciar el avance de la tarde junto con las sombras de su odio y rabia labrados al amparo de una rebeldía aún incomprendida. Cada centímetro que avanzaba por el escabroso túnel era la representación de la transformación que sufría internamente, en una suerte de metamorfosis mística su ser interno tornaba la decepción, rabia, remordimiento y nítido odio por amor, afecto y comprensión tras esa luz que le incitaba a acercarse cada vez más con la confianza de una amistad sentida, en un viaje que depararía nuevas transformaciones y desafíos albergados bajo la sutil mirada que aquella tarde le había abierto literalmente una nueva senda en su destino.
A lejos, el sonido de la cofradía marcaba el ascenso del grupo hacia la Colina en donde culminaría su procesión. En tanto, nuestro peregrino realizaba su propio viaje iniciativo en busca de las profundas razones que hasta ese día le habían negado apreciar esa lejana luz que emanaba del pasadizo……
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