Una figura esbelta, de porte distinguido y con un andar delineado que impresionaba a cualquiera entró de pronto al bar de aquél barrio frecuentado por intelectuales y pseudo intelectuales con aires de trascendencia. Un lugar que podría ser cualquiera, cualquiera de los conocidos, cualquiera de aquellos en que buscas la intimidad y el secreto de la vista de ojos de curiosos deambulando como zombies…..
Una vez a dentro, buscó una mesa, dejó su cartera y al sentarse dejo ver su esplendido busto suspendido por fuerzas naturales, más allá de todo artificio, toda ella se reveló como una potencia de placer, de deseo oculto ante los ojos timoratos e incrédulos de los hombres que la observaban.
En un instante, apareció su acompañante, uno más de la estadística de infieles con que nuestra enigmática mujer decoraba su conducta de ruptura.
La conversación y escena prometían luego de entrever los mensajes digitales y analógicos, directos e indirectos entre la pareja de amantes, sin embargo un pequeño detalle cambiaría todo.
En otra esquina, atento e intentando ser lo más discreto posible se encontraba el detective privado que seguía los pasos de esta seductora y desenfrenada buscadora de placeres prohibidos por la sociedad. Atento, oteaba el comportamiento y disimuladamente fotografiaba a su presa con un aura de satisfacción, cual voyerista en una noche de pasión…..
Lentamente, como en una conducta prefigurada y diseñada, la pareja suspendió su coloquio instintivo de cortejo para abordar la faena de conquista y consolidación del acto amatorio….
Lo que vino después, fue todo y nada. El amor desenfrenado de conquista sin límites ni restricciones, la saciedad del placer cual sediento en el Sahara y el abandono a otra dimensión en donde la conciencia simplemente se disemina en la ilusión, en el gran océano de la totalidad del espíritu universal.
Todo acto trae la pulsión de vida y muerte, nos recuerda Freud. Aquella tarde dicha cita fue un presagio de los libretos escritos por otros, en otras vidas, en otras épocas y en otros caminos. Aquella tarde la pulsión de Eros fue liberada en busca del placer más absoluta, pero asimismo la pulsión de Tanathos fue desatada de su represión y concluyó por actuar conforme a su naturaleza; arrasando, devastando y finalmente dando muerte a aquél que busca el fruto prohibido del dueño del paraíso. Dios fue más bondadoso al expulsar a Adán y Eva luego de haber degustado tal fruto, más no fue el caso del cónyuge de la hermosa mujer quién avisado de tal encuentro procedió a entrar y aniquilarlos con una sotisficada arma para la ocasión a ambos, para finalmente despachar un certero disparo en su sien.
Cuando la policía llegó, el cuerpo de la mujer aún convulsionaba y se encontraba en la cama, su cuerpo desnudo era el simple testimonio de la fragilidad de la belleza. La seducción había emigrado a nuevas mujeres, nuevas actrices de esta escena en otras partes del tiempo. Su pareja en tanto destrozada y abatida no mostraba señales de vida.
Del detective nunca más se supo dejando su labor cumplida y desapareciendo por un largo tiempo.
-Al presenciar todo esto, me deslice tranquilamente por una de las puertas y olvidé que era precisamente yo ,el botones del hotel- el que amaba a dicha mujer desde mi soledad más absoluta quién había llamado al detective y asimismo a su marido. Esto desde mi amor de despechado ilusorio, que simplemente decidió no permitir que otros miles disfrutaran de ese manantial de placer y deseo.
(Ese al menos fue el relato que escuché en un lugar cualquiera en una barra solitaria de parte de quién decidió utilizarme como vía de expiación o simple mensajero de su proceder.)
Una vez a dentro, buscó una mesa, dejó su cartera y al sentarse dejo ver su esplendido busto suspendido por fuerzas naturales, más allá de todo artificio, toda ella se reveló como una potencia de placer, de deseo oculto ante los ojos timoratos e incrédulos de los hombres que la observaban.
En un instante, apareció su acompañante, uno más de la estadística de infieles con que nuestra enigmática mujer decoraba su conducta de ruptura.
La conversación y escena prometían luego de entrever los mensajes digitales y analógicos, directos e indirectos entre la pareja de amantes, sin embargo un pequeño detalle cambiaría todo.
En otra esquina, atento e intentando ser lo más discreto posible se encontraba el detective privado que seguía los pasos de esta seductora y desenfrenada buscadora de placeres prohibidos por la sociedad. Atento, oteaba el comportamiento y disimuladamente fotografiaba a su presa con un aura de satisfacción, cual voyerista en una noche de pasión…..
Lentamente, como en una conducta prefigurada y diseñada, la pareja suspendió su coloquio instintivo de cortejo para abordar la faena de conquista y consolidación del acto amatorio….
Lo que vino después, fue todo y nada. El amor desenfrenado de conquista sin límites ni restricciones, la saciedad del placer cual sediento en el Sahara y el abandono a otra dimensión en donde la conciencia simplemente se disemina en la ilusión, en el gran océano de la totalidad del espíritu universal.
Todo acto trae la pulsión de vida y muerte, nos recuerda Freud. Aquella tarde dicha cita fue un presagio de los libretos escritos por otros, en otras vidas, en otras épocas y en otros caminos. Aquella tarde la pulsión de Eros fue liberada en busca del placer más absoluta, pero asimismo la pulsión de Tanathos fue desatada de su represión y concluyó por actuar conforme a su naturaleza; arrasando, devastando y finalmente dando muerte a aquél que busca el fruto prohibido del dueño del paraíso. Dios fue más bondadoso al expulsar a Adán y Eva luego de haber degustado tal fruto, más no fue el caso del cónyuge de la hermosa mujer quién avisado de tal encuentro procedió a entrar y aniquilarlos con una sotisficada arma para la ocasión a ambos, para finalmente despachar un certero disparo en su sien.
Cuando la policía llegó, el cuerpo de la mujer aún convulsionaba y se encontraba en la cama, su cuerpo desnudo era el simple testimonio de la fragilidad de la belleza. La seducción había emigrado a nuevas mujeres, nuevas actrices de esta escena en otras partes del tiempo. Su pareja en tanto destrozada y abatida no mostraba señales de vida.
Del detective nunca más se supo dejando su labor cumplida y desapareciendo por un largo tiempo.
-Al presenciar todo esto, me deslice tranquilamente por una de las puertas y olvidé que era precisamente yo ,el botones del hotel- el que amaba a dicha mujer desde mi soledad más absoluta quién había llamado al detective y asimismo a su marido. Esto desde mi amor de despechado ilusorio, que simplemente decidió no permitir que otros miles disfrutaran de ese manantial de placer y deseo.
(Ese al menos fue el relato que escuché en un lugar cualquiera en una barra solitaria de parte de quién decidió utilizarme como vía de expiación o simple mensajero de su proceder.)