"No soy sólo lo que he pensado, como proponía Descartes, ni lo que he hecho, como pretenden los existencialistas, sino también, como Gaston Bachelard ha mostrado tan poderosamente, lo que he imaginado y recordado".
C. Downing.- Mirrors of the Self
La tierra inexplorada, se nos presenta como motivación oculta del conquistador, aventurero y viajero que se desplaza permanentemente en busca de un destino anhelado.
Evocación del objetivo perseguido, tierra nunca vista por los ojos de otros y que los nuestros ansían encontrar.
Detrás de esta comarca desconocida se radican nuevas culturas y asentamientos con llamativas características a los ojos de quienes se encuentran sumidos por la gris capa de la urbe industrial, Automatizada y distante de la naturaleza.
Una de estas variantes la comprende la Ciudad Invisible, suerte de espacio mágico que emerge a ratos, sólo para algunos; “los elegidos”, para luego desvanecerse en medio de un espacio indeterminado sin dejar huella de su existencia ante la presencia de los otros profanos.
Esta representación está vinculada con otra variante de búsqueda del pionero en medio de un destino y que corresponde a la Ciudad Perdida. No obstante, posee diferencias y misterios propios que la diferencian de esta segunda categoría. Pues en la última, el encuentro entre esta y el expedicionario está dado clasicamente por la búsqueda ardua, el recorrido extenso junto al uso de artilugios propios de la ciencia e investigación, es decir en esta segunda el encuentro no depende de la ciudad misma sino del explorador. Así, podemos referir casos memorables tales como; Machu Pichu, Babilonia, Ur, entre muchas otras.
Así, consideramos que en la Ciudad Perdida es el explorador quién no ha sabido desentrañar las huellas o pistas para lograr su objetivo, como es el caso ejemplar de la centenaria búsqueda del Dorado.
En tanto la primera (la invisible), es la búsqueda desde nuestro interior desprovisto de la ciencia como instrumento decidor. Aquí no existe cálculo o técnica válida desde la externalidad, pues han sido superadas por la capacidad de la propia ciudad y es ella a su vez quién determina selectivamente a sus invitados.
En la mitología nacional se ha hablado bastante de la Ciudad de los Césares, ubicada en algún espacio indeterminado del sur extremo e instalada como arquetipo de la ciudad invisible, pues el acceso a esta sólo estaría permitido a unos pocos y en condiciones de entender su lógica y funcionamiento. Sin embargo, en mi recorrido por nuestro país he constatado la existencia de otra ciudad de características similares y que también posee cualidades de arraigo en la cultura local aunque escasamente se menciona a nivel nacional, dicha ciudad se encontraría en la tercera región y recibe el nombre de Tololo Pampa.
Escuché hablar de ella a unos viejos mineros y trabajadores de Copiapó, quienes me señalaron su particular característica de materializarse en determinados momentos y que aunque fuese por un momento permitía el encuentro de quienes transitaban por Atacama el encuentro con una ciudad de amena y jolgórica actividad, que recibe a sus visitantes fraternalmente y les invita a participar de sus actividades, muchas de ellas reuniones de salón, bailes, encuentros en plazas y espacios de esparcimiento.
Evocación del objetivo perseguido, tierra nunca vista por los ojos de otros y que los nuestros ansían encontrar.
Detrás de esta comarca desconocida se radican nuevas culturas y asentamientos con llamativas características a los ojos de quienes se encuentran sumidos por la gris capa de la urbe industrial, Automatizada y distante de la naturaleza.
Una de estas variantes la comprende la Ciudad Invisible, suerte de espacio mágico que emerge a ratos, sólo para algunos; “los elegidos”, para luego desvanecerse en medio de un espacio indeterminado sin dejar huella de su existencia ante la presencia de los otros profanos.
Esta representación está vinculada con otra variante de búsqueda del pionero en medio de un destino y que corresponde a la Ciudad Perdida. No obstante, posee diferencias y misterios propios que la diferencian de esta segunda categoría. Pues en la última, el encuentro entre esta y el expedicionario está dado clasicamente por la búsqueda ardua, el recorrido extenso junto al uso de artilugios propios de la ciencia e investigación, es decir en esta segunda el encuentro no depende de la ciudad misma sino del explorador. Así, podemos referir casos memorables tales como; Machu Pichu, Babilonia, Ur, entre muchas otras.
Así, consideramos que en la Ciudad Perdida es el explorador quién no ha sabido desentrañar las huellas o pistas para lograr su objetivo, como es el caso ejemplar de la centenaria búsqueda del Dorado.
En tanto la primera (la invisible), es la búsqueda desde nuestro interior desprovisto de la ciencia como instrumento decidor. Aquí no existe cálculo o técnica válida desde la externalidad, pues han sido superadas por la capacidad de la propia ciudad y es ella a su vez quién determina selectivamente a sus invitados.
En la mitología nacional se ha hablado bastante de la Ciudad de los Césares, ubicada en algún espacio indeterminado del sur extremo e instalada como arquetipo de la ciudad invisible, pues el acceso a esta sólo estaría permitido a unos pocos y en condiciones de entender su lógica y funcionamiento. Sin embargo, en mi recorrido por nuestro país he constatado la existencia de otra ciudad de características similares y que también posee cualidades de arraigo en la cultura local aunque escasamente se menciona a nivel nacional, dicha ciudad se encontraría en la tercera región y recibe el nombre de Tololo Pampa.
Escuché hablar de ella a unos viejos mineros y trabajadores de Copiapó, quienes me señalaron su particular característica de materializarse en determinados momentos y que aunque fuese por un momento permitía el encuentro de quienes transitaban por Atacama el encuentro con una ciudad de amena y jolgórica actividad, que recibe a sus visitantes fraternalmente y les invita a participar de sus actividades, muchas de ellas reuniones de salón, bailes, encuentros en plazas y espacios de esparcimiento.
Ambas ciudades configuran la búsqueda e introspectiva por excelencia, junto al escrutinio de unos “otros desconocidos” que habitan en un plano o dimensión paralela resguardando antiguas tradiciones o secretos no revelados.
La Ciudad Invisible por tanto emerge como una oportunidad, revelación y cambio respecto a los parámetros normales, es un signo de esperanza y prueba para quienes están regidos por los códigos de la mera razón o la negación de anhelos trascendentes que van más allá de lo establecido.
Asimismo, es una especie de motivación hacia el encuentro de la intuición, capacidad de sentir y leer los mensajes de nuestra propia naturaleza devenida en formalismos, apatía, consumo, beligerancia y depredación desbordada para transitar a un estado en que nuestras capacidades son sorprendidas por pautas distantes de nuestra conducta presente. Más allá del oro, los tesoros o maravillas de ingenios que se encontrarían en dichas ciudades, está la posibilidad de ser partícipe de nuevas vivencias, con una invitación que abre puertas literalmente hacia ese otro mundo que tal vez esté más cerca de nosotros, si tan sólo pudiéramos entender aquella máxima expresada en el Principito: “ Lo esencial es invisible a los Ojos”………
La Ciudad Invisible por tanto emerge como una oportunidad, revelación y cambio respecto a los parámetros normales, es un signo de esperanza y prueba para quienes están regidos por los códigos de la mera razón o la negación de anhelos trascendentes que van más allá de lo establecido.
Asimismo, es una especie de motivación hacia el encuentro de la intuición, capacidad de sentir y leer los mensajes de nuestra propia naturaleza devenida en formalismos, apatía, consumo, beligerancia y depredación desbordada para transitar a un estado en que nuestras capacidades son sorprendidas por pautas distantes de nuestra conducta presente. Más allá del oro, los tesoros o maravillas de ingenios que se encontrarían en dichas ciudades, está la posibilidad de ser partícipe de nuevas vivencias, con una invitación que abre puertas literalmente hacia ese otro mundo que tal vez esté más cerca de nosotros, si tan sólo pudiéramos entender aquella máxima expresada en el Principito: “ Lo esencial es invisible a los Ojos”………
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