En este contexto de extravío, con autoridades perdidas, masas vociferantes y diversos sacerdotes devenidos en redentores, he querido hacer un quiebre en honor de aquellos chilenos que un día cualquiera debieron confrontar el destino e incluso rendir su vida por un Sueño.
Por ello, les dejo un texto del adolescente Gaspar Cabrales:
"Gaspar
Cabrales"
por Antonio
Bórquez Solar (*)
Fue un héroe
este niño que tenía 15 años aquel 21 de mayo; fue hijo del pueblo humilde, un
héroe que siguió al Capitán Prat hasta el momento del abordaje y que murió,
seguramente, con la frente partida de un balazo, en el mismo instante en que el
comandante de «La Esmeralda» caía muerto también en la cubierta de «El
Huáscar».
Nada sabemos del
niño Cabrales antes de su heroísmo; pero es muy fácil suponer que tuvo su nido
en uno de los cerros de Valparaíso, ahí donde toda la gente de mar enciende las
luminarias de sus hogares roqueros, después de la faena diaria en el plan, en
los malecones, en el mar.
Allí, en su nido
roquero, el niño Gaspar oyó, por primera vez, las proezas marineras de su
padre, que fue muchas veces en busca de la aventura por todos los mares del
mundo; allí el niño Gaspar sintió los primeros escalofríos del entusiasmo al
oír el relato de las hazañas de la primera escuadra nacional. Entonces, saltó de
su banqueta cuando oyó la historia del asalto y toma de «La Esmeralda» en el
fondeadero del Callao, por el Lord Almirante; saltó porque sintió la chispa
contagiadora del heroísmo, sintió que él tenía sangre de esos héroes,
hirviente, noble, roja, abundante, para darla toda por la defensa de la Patria,
lo mismo que todos los niños de Chile.
El niño Cabrales
aprendió en la escuela lo que pudo. Fue juguetón, pero muy respetuoso con su
profesor a quien quería mucho, porque sabía que era tan pobre como él y que tenía
que ocultar su pobreza. En la escuela aprendió a cantar bien su Canción
Nacional y jugando aprendió a tocar la corneta.
Cuando sus
padres lo abrazaron, la madre le recibió con cierto temor por haber ido a un
buque de guerra, a pesar de que aún no había estallado el conflicto.
¡Qué lástima que no haya habido historiador de esta vida del niño Gaspar Cabrales, corneta de «La Esmeralda» el 21 de mayo!
¡Qué lástima que no haya habido historiador de esta vida del niño Gaspar Cabrales, corneta de «La Esmeralda» el 21 de mayo!
Cuando el día
memorable llegó, lo primero que hizo el capitán heroico, a la vista del enemigo
enormemente superior en fuerzas, fue reafirmar su resolución de vencer o morir,
y en seguida, llamando al niño Cabrales, le dio la orden de tocar «generala». A
las ocho treinta y cinco minutos, Prat le mandó tocar «atención» e
inmediatamente después dirigió a la tripulación su arenga que todos llevamos
grabada en la mente, y cuya conclusión los marineros prorrumpieron con el grito
unánime que se derbordó de sus corazones: «¡Viva Chile!».
Siguió el
capitán Prat con las órdenes de combate: «¡Fuego a batería!». «¡Apuntar con
preferencia a la chimenea y a las torres!».
Cada una de las
órdenes era reafirmada por el toque de corneta correspondiente. ¡Con qué vigor,
con qué potencia de sonido infundía un entusiasmo y un coraje inaudito en el
pecho de los héroes!
El niño Cabrales,
al lado de su comandante, no tembló un momento, no conoció el miedo a la muerte
en medio del torbellino de fuego, y siguió repitiendo en su corneta las voces
de mando hasta el momento en que Prat grita: «¡Al abordaje!», y salta.
Entonces fue
cuando la bala se desvió, al retroceder «El Huáscar», después del espolonazo, y
dio en la frente del niño que no alcanzó a saltar con su jefe.
¡Cuán grande fue
ese niño en el cumplimiento de su deber heroico!
*
Antonio Bórquez Solar (1872 - 1938). Texto original: «Chilenidad» - Prof.
Roberto Vilches Acuña (Ex Consejero Académico del Centro de Estudios Históricos
LIRCAY). Ediciones Encina Ltda. 1974.
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