mientras las voces se tornan ingrávidas,
y el canto de las aves
baja a niveles indetectables.
El sopor se instala sin más,
vulnerando la conciencia, esa sensación de control vano
que nos hace sentir fuertes y presentes
Entonces, las líneas se entremezclan, trayendo diversos mundos
al aquí y ahora. Una mirada embotada, que no distingue
los lamentos, de una sensación extraña.
Los sueños de simple ficción, con el dolor que desgarra
a una mujer a unas cuadras de acá.
En tanto, el Sol corre lento, las nubes entrecortadas apaciguan
los sentidos, amansando nuestra existencia.
Nadie parece sentir apuro, las manos se tornan resbalosas por el delirio de una tarde de verano anticipado.
De rato en rato, algún bullicio lejano, o el freno de un auto, despierta
entre formas simuladas nuestra alerta. Sin embargo, vuelvo a lo mismo
Pareciese, que cabalgo con el día, somos uno, mi organismo demanda
un ritmo cansino, como el de esos leones en la sabana africana.
Un espejismo recorre mi impresión, siluetas que escenifican una danza,
se presentan ante mi. Intento visualizar que realidad encarnan, mientras sus
movimientos ondulan sutiles perspectivas.
Desde el calor de mi ventana camino a tientas,
las cortinas apenas vivas, se entrelazan con una brisa inesperada.
Afuera, el calor consume lo que va quedando.
El pueblo inerte, las mujeres refrescando sus pechos y sienes,
los viejos bajo una higuera,
Mientras los niños duermen un sueño pesado que aparta de este mundo.
La estación sin noticias, los trabajadores en alguna oficina perdida, y yo, simplemente
en mi ventana, un día más, desde que se hiciera efectiva mi condena...
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