Transcurre la tarde en medio de altas temperaturas, los árboles ayudan a escapar de la sensación térmica ascendente, aunque no del todo. Con un esfuerzo estoico el follaje y matorrales parecen batallar por detener los rayos solares, que se agudizan en este momento del día.
Como especies de antaño, buscamos refugio en la rivera de algún río, sólo para verificar su menguada presencia. Un prado al menos ayuda a sentir esa caricia propia del pasto con algo de frescor.
En dicha condición, la conciencia no logra asentarse, las ideas surten el efecto de una imagen distorsionada, que la respiración busca calmar.
Entonces, los aromas se entremezclan, permitiendo mirar con algo de distancia ese horizonte que parece incandescente, con cerros de tono rojizo, donde la roca reina y la tierra ha sido expulsada.
¿Cuanto tiempo sin ver llover? Tanto, como las veces que he visto crecer el caudal del viejo río que envuelve mi ciudad.
En medio de esa interrogación, un par de aves cruzan mi perspectiva, no llegan muy lejos y buscan refugio en una de las ramas del árbol que nos alberga.
Es difícil refutar la importancia de la vegetación, en momentos como este, donde el espacio de supervivencia se hace vital. Arriba, la ladera del cerro parece una escalera difusa, con reflejos de espejismos que engañan y parecieran prometer una fuente de agua que clama por ser bebida.
Justo en ese momento, una gota cae del enorme arrayán que me cobija, cae justo en mi frente como un regalo ante los difíciles momentos que plantea el ambiente. Una gota, venida desde una recóndita dimensión que baña mi rostro y me recuerda lo simbólico de este hecho, mientras abre la perspectiva de la fe perdida, ante un hecho imprevisto.
Me agasajo de estar simplemente ahí, en ese momento, cuando la gota cae, para recordar que debemos marchar en medio de la adversidad, sin renunciar a nuestro objetivo y acoger esa simple señal de compartir el escaso recurso conmigo.
Al poco rato, una brisa mece las ramas, el árbol parece danzar al son de una melodía desconocida, el disco solar comienza a menguar con su presencia- mañana volverá- eso a no dudarlo, sin embargo por ahora, la caminata se hace más amigable. A lo lejos, el árbol sigue su inerme destino, mientras sus ramas oscilan de manera graciosa como un saludo amigable., vuelvo a tocar mi frente, allí cayó la gota hace apenas un instante, o quizás más tiempo, ¿que importancia tiene?, aunque finalmente fuese una lágrima, fue la gota un regalo, cuando menos lo esperaba. Eso no es fácil olvidarlo...
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