miércoles, 24 de septiembre de 2008

El Camino Presente




La sombra emerge de forma creciente, agigantándose cada día más con su signo de oscuridad y amenazando significativamente la solidez de nuestra identidad.

Cada día representa una oportunidad, más resulta escasa el avance hacia la zona iluminada, hacia el encuentro del si mismo, hacia el cauce vital que alimenta nuestra capacidad de acrecentar el desarrollo personal y de nuestro entorno, ligando un antes, el ahora y ese futuro prometido para cada uno y que espera cual quimera como un destello del sol al amanecer.

Aunque se busque explicar desde la razón, los cauces profundos del movimiento de las entrañas terrestres y asimismo la certera atmósfera aérea con las luminarias ígneas demarcan un norte diferente.

La tensión desde lo espiritual y el desembocado materialismo que atropella cada instante y lugar no cesa. Una desarmonía ambiental en diferentes esferas de nuestro mundo parece ir atravesando paulatinamente cada instante de nuestras existencias.

Un clima cambiante, la ausencia de un norte, aumento de falta de sentido y otros aspectos, no son sino el reflejo de lo que se ha ido erigiendo como un símbolo de dirección y guía para los humanos y su entorno natural. El triste reflejo de un mundo vacío, despojado de sueños, esperanzas y anhelos, un mundo ajeno a la búsqueda trascendente y hundida en un materialismo que desborda cualquier otro intento uo alternativa.

Se percibe la sed, surgen nuevas instancias, algunas incluso se aparean con la obtención de recursos como el único anhelo sin dar respuesta o entregar el fruto necesario que millones de personas buscan incesantemente.

La identidad es borrada como una frágil estructura y aplastada por la denominada globalización. Más, ¿Qué mensaje subyace en dicho proceso?, tras de ella surgen los cimientos de una cultura uniforme, de masas, que van moldeando un ser humano elemental, básico y resignado, con ausencia de crítica y objetivos trascendentales.

Un hombre que sólo responde ante estímulos en una tenebrosa realidad que somete, minimiza y quiebra el desarrollo del ascenso personal fomentando los aullidos primitivos junto a los apetitos básicos que sólo pueden alcanzar para una vivencia elemental.

Tal es el poder ascendiente de la sombra, que se enseñorea en nuestra sociedad y crece de manera exponencial sin considerar ningún freno o moderación. Su paso es avasallador, un desborde del magma ardiente cual erupción volcánica que a su paso va devastando cada simiente de vida y petrificando el potencial hacia el futuro.

Somos testigos mudos, silenciosos, sumisos y voluntariosos, confiamos en una fuerza ajena a nosotros mismo sin embargo esa misma fuerza se encuentra entrampada en una batalla subterránea con los poderes de la sombra que se acrecientan significativamente cada vez que uno de nosotros traspasa la frontera de la luz y abandona sus esperanzas o sueños. En realidad, cada uno de nosotros está conectado al espacio de luz y a la sombra y la manifestación de cualquiera de los dos es una forma de medir nuestra propia realidad como persona, hombres y mujeres en un instante del tiempo.

De este modo, el mundo externo es el fiel reflejo de nuestra esencia individual y del mundo que hemos esculpido.

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