martes, 23 de noviembre de 2010
El Charlatán
El Charlatán ese personaje tan propio de mercados, rincones y negocios de dudosa reputación ha ido recuperando protagonismo en el presente de la mano de la variada oferta de productos sean estos: materiales, espirituales,deportivos, educativos, curativos, belleza y en general de cualquier área en donde se requiera convencer a las personas para una idea o provecho determinado.
El campo parece estar fértil para que el arquetipo del Chanta, se propague como mala hierba por la pradera de la inocente o confiada ciudadanía.
Considerando esta situación describiré lo observado en un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme:
Verborrea fácil, una suerte de ángel con sonrisa entramada de viscosidad difícil de remover, acompañado de cercanía insuperable que sumado a la capacidad de lanzar frases de humor a ciertos intervalos hacía parte magistral en aquél curioso personaje que encandilaba a las masas con sus intervenciones sorpresivas y punzantes.
Todo ello, acompañado de la capacidad de apelar con astucia al cumplimiento del deber incluyendo el espíritu “apostólico” de raigambre religioso, que se encuentra arraigado en las creencias de las personas conformaba una sinfonía que paulatinamente iba conquistando el espacio de aquellas almas para preparar su embestida final.
Un discurso a ratos ambiguo, mezcla intrincada de objetivos, técnicas de teatralidad y asimismo manifestación de virtudes de predicador, vendedor viajero y tantos otros personajes vinculados a esa labor del convencimiento predicativo…..
Realmente conocía su oficio, seducir a las masas, halagarlas y luego confrontarlas al estilo de aquellos encantadores de serpientes de la India para conseguir su propósito a plena voluntad y sin resistencia.
Presenciar aquello era una suerte de curso rápido de triquiñuelas verbales y asimismo una tortura para la lógica y lucidez dada la tormenta de alusiones, evocaciones, relatos, cuentos de infancia sumados a chanzas, chistes picantes y mensajes que insistían permanentemente en su objetivo, que no era otro que “vender la pomada”.
El paso del tiempo no parecía disgustarle, pues su sonrisa reflejaba lo solazado que se sentía al percibir y ver con sus ojos a la muchedumbre literalmente rendida a sus pies o más bien lengua, escuchar sus anécdotas, chistes e instrucciones, absolutamente encantadas y dispuestas a ir al sacrificio cual bestia presta a ser devorada por las fauces de una boa sin tener conciencia de nada…….
De este modo llegado el momento previsto nadie dijo nada, sólo caminaron encandilados como las ratas ante el flautista y en un enigmático desfile cada uno de aquellos presentes fue esquilado como el más apacible cordero d ela estancia…
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