Vuelven los tiempos de profetas seculares, quienes traen la buena nueva de ciudades doradas, oferta tentadora y de cálida voz, heredera de la ciudad celestial del Santo de Hipona, devenida ahora a la era post moderna.
Conjunción de ilusiones creadas en la tela del espejismo, Tomás Moro denominó su obra con el nombre más común; Utopía. Desde los orígenes, el ser humano vaga en busca del retorno al mítico edén. Por ello, tanto religiones como ideologías políticas, se han disputado visiones fantásticas, y asimismo se han propinado certeros ataques.
En los años sesenta del siglo pasado, nuestra américa latina se vio inoculada con la adhesión al socialismo autodenominado pomposamente científico (que pretendía justamente relevar al de corte utópico) y con ello, a las sociedades de perfección e igualdad (suerte de ciudad celestial en la tierra), y no trepidaron los llamados consagrados en utilizar la violencia más brutal para ello. Muertes, secuestros, coerción, miserias y privación de derechos elementales resultaron ser ofrendas a la Divinidad Materialista. Muy pronto entonces, la ciudad celestial pasó a ser un aveno terrenal y con ello, cayeron en pedazos los anhelos de profetas y heraldos de la buena nueva.
La religión no lo hace nada mal, aunque juega un poco a la retirada, muchos no olvidan los Tribunales de la Inquisición o lapidaciones del presente a mujeres.
De alguna manera entonces, las visiones cerradas y totalizantes de diverso signo, se hermanan y nutren de la sangre humana para sus fines. De esta forma el antiguo rito a Moloc, se transforma en ceremonia cíclica para nuestra humanidad, y allí donde las promesas eran de certeza muy pronto mutan en apremio.
Atención entonces ciudadanos del siglo XXI con las nuevas representaciones de profetas con ciudadelas celestiales, Deidades todopoderosas que los llevarán al jardín perdido y que no dudan un segundo en validar la violencia, incendiar ciudades e inclusive matar por un fin denominado legítimo.
¿Cuan válido puede ser un fin, si de por medio se requiere eliminar a otro individuo?
Atentos por ello mentes nuevas, pues bien sabemos que en cada esquina se encuentran los pregoneros del apocalipsis y de la oscuridad. Busquen libremente en su interior la voz legítima, como en el cuento de Anthony de Melo e incluso emprendan el viaje como el Buda o Cristo, más sin sembrar la sangre, y sobretodo no dejen que la seducción sensual de la ira, cautive a nuestra cultura una vez más, he allí el desafío.
Más si por algún motivo esto fuera demasiado, al menos estén despiertos y no adormecidos ante el escenario en que se desplazan......
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