Mirada embotada; el silente
misterio que abre la encrucijada del pensamiento, donde las nubes son simples
trazos de vapor que van dejando una suave estela, dentro de cada instante.
Mirada pasiva, el alma se ha perdido y se encuentra lejos, muy lejos para
volver, tu voz no se escucha.
Las ideas corren, se agolpan y
luego urden una red de adhesiva cualidad que perturba el buen pensar.
Muchas
veces lo imaginé, pocas veces lo he confirmado más, que durante las últimas semanas,
en donde los pensamientos se asemejan a un tropel de ganado que corre por la
pradera, amontonándose para obstaculizar el paso.
Así, las ideas se transforman en
una verdadera estampida, donde la criatura más débil puede morir sin
inconvenientes, al ser aplastada por las demás. La maravilla exótica del
pensamiento, la maquinaria bio-informática del cerebro se abre paso entonces en
una trama de angustia y riesgo que no perdona errores. La maquinaria se torna
de esta manera dúctil y susceptible de cambiar, ya sea para bien o para mal. En efecto, un pensamiento bien llevado es como
una bestia dócil que se atiene a las órdenes sin problema. Sin embargo, quién
se ha preguntado si la bestia en cuestión no obedece y más bien se torna indócil
y quizás agresiva a su amo. La respuesta; -Vean los psiquiátricos-
No hay necesidad de ser un eximio
científico de la mente para percatarse de las gradientes de conducta y razón
que comienza a observar uno en hospitales, clínicas y consultas variadas en
donde pueda visitar. En efecto, una simple idea, un pensamiento tan inocente
como: -sentir el canto de las aves- puede trastocarse en -sentir el ataque de
las aves a través de su canto-
Los pensamientos así vistos, son
filosas armas que no habíamos descubierto. Es cierto, muchos dicen: “hay palabras
que matan”, habría que añadir: “también pensamientos”. Pues antes de hablar, ya
pensaste…
Imaginé en algún momento a los
pensamientos como palomas, esas palomas insistentes, agobiantes y acosadoras que
podemos observar en el centro de la capital. Dichas aves, buscan permanentemente
donde anidar y en cada ocasión pareciesen convocar a más integrantes, pues su
número simplemente parece espuma en ascenso.
¿Alguien ha visto ese
espectáculo?, es raro que haya alguien que pueda señalar que no ha visto dicha
muestra de acoso masivo llevado a cabo por las palomas. En fin, así las cosas
la pregunta es; ¿qué podemos hacer con semejante
experiencia?. ¿Huir o enfrentar?, parece ser el dilema que nos interpela.
En ese afán me encontraba, cuando
recordé la experiencia de los budistas, sentarse en un cojín, mirar al frente,
con las manos formar una mudra, espalda recta y sin fijar pensamiento alguno. Dejar
que los pensamientos corran, escurran, simplemente fluyan. Ese es el primer
acercamiento de quienes siguen esta disciplina.
Me sentí entonces invitado a un
viaje distinto; despojarme de toda idea, pensamiento, volver a un tiempo
primigenio. A semejanza con la niñez y nuestros baños en el río, despojado de todo
prejuicio, dejar que las ideas corrieran, yo mismo dejarme arrastrar por la
corriente, en ese viaje de continuo cambio…
Solté amarras, zarpé sin más,
lavé mi mente, deshaciéndome de ideas, prejuicios y liberando de concepciones parasitarias
mi conciencia. Luego sonreí, miré fijamente el horizonte y respiré. De allí sin más,
el camino se actualizaba a cada instante, sin expectativas, sin promesas, desde
el aquí y ahora del presente……
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