"Vine caminando y sentí que no estaba sólo, de pronto aparecieron figuras sensuales que evocaban el cántico del deseo.
Luego se aparecieron representaciones malignas y terroríficas, la noche envolvió mi ruta
Más adelante el aullido de la bestia arrinconaba los sentidos; muerte, destrucción y amargura
Posteriormente el sentido de apego, falsa ilusión que adormece y engaña, como el que más, sin dejar partir, sin aceptar, simplemente con la terquedad del que niega todo....
No obstante, en un momento, miré de frente todo aquello y respiré suave y profundamente, no escapé, ni evité su mirada, me quedé allí, pues sabía que su presencia no era sino la apariencia que albergaba en mi propio interior"
Recuerdos del camino prometido
Muchas veces enfrentamos una realidad de perturbación, entonces apelamos a la negación, represión o evitación, sin asumir el desafío de enfrentarnos a nuestro interior. Así la sombra crece dentro de nosotros, sin respuesta y socavando nuestra estabilidad.
Les dejo un excelente texto, respecto a Mara, representación del Budismo de todo aquello que perturba nuestra conciencia.
Interpretaciones de Mara
En la comprensión ortodoxa de las
escuelas budistas Theravada y Mahayana, partiendo del personaje
simbólico de Mara se elaboró la teoría de los “cuatro maras” como
elementos internos opuestos al logro de la iluminación. Estos son:
1) Las emociones turbadoras:
principalmente la ignorancia-estupidez-confusión, el deseo-apego y la
cólera-odio. Estas emociones general karma, por lo que ocasionan
sufrimiento y nos mantienen en el samsara.
2) Los cinco agregados psico-físicos:
forma, sensación, discernimiento, composición mental y conciencia. Estos
agregados son fenómenos impermanentes, no existen por sí mismos (su
existencia está condicionada) y originan la ilusión del “yo”; en el
sentido de que, si el yo se forma de estos cinco agregados y estos cinco
agregados son impermanentes, al desmontarlos no queda nada, por lo que
el yo es también impermanente y no existe por sí mismo.
3) El temor a la muerte: el temor a la
muerte tiende a hacernos identificar con el cuerpo (nos preguntamos:
¿sobreviviremos si cesa el cuerpo?) y a desear la continuidad de nuestra
existencia, por lo que nos hace continuar en el ciclo de
reencarnaciones y, en tanto que el temor es una forma de sufrimiento,
del temor a la muerte puede decirse que es un sufrimiento que nos ata a
un mecanismo (samsara) en que se generan otros sufrimientos.
4) La seducción del placer: el deseo que
la seducción del placer nos genera puede conducirnos a una
insatisfacción en la que la frustración, la envidia y el odio florezcan,
o bien puede, si es que es satisfecho, tenernos en un estado de
contento superficial que nos impida profundizar en la vida y superar las
ataduras en vistas a conseguir un bienestar incondicionado y por tanto
distinto y superior al bienestar de la satisfacción del deseo de placer,
el cual siempre terminará por desembocar en la insatisfacción porque
tarde o temprano, o bien se irá aquello que nos causa placer, o bien
tomaremos conciencia de que estamos vacíos y la satisfacción del deseo
de placer ya no podrá salvarnos de nuestras carencias internas. Según la
teoría budista, este mara está vinculado a la alimentación de la
ilusión que representa la falsa distinción entre el “yo” y los “demás”,
la cual tiende a conducirnos al egoísmo, a la envidia y a otros estados
de sufrimiento.
El Camino del Buda
Tras varios años de intensa práctica ascética, el cuerpo de Siddhartha quedó
demacrado y su mente sin alcanzar la iluminación. Comprendió así que,
los rigores de la privación extrema y de la mortificación, no eran un
camino adecuado hacia la liberación espiritual. Entonces se retiró a un
bosque y allí hizo el propósito firme de sentarse a meditar bajo un
árbol, incansablemente hasta conseguir la iluminación.
Los días pasaron y pasaron pero la
voluntad de Buda permanecía inalterable y en su mente resplandecían cada
vez con más intensidad las verdades sobre la naturaleza última de la
realidad, la vacuidad e insubstancialidad del ego y de los fenómenos, y
las causas del sufrimiento y de la continuidad de los seres en el
mortificante círculo del samsara.
Pero esa misma fuerza de su determinación hizo que pronto Mara (el rey
de los demonios) se preocupase, enviando a sus ejércitos para quebrar la
voluntad de Siddharta, quien respondiendo a la tentación de Mara
describió (en cierta fuente) a sus ejércitos de este modo: ‹‹La
sensualidad y los placeres forman tu primer ejército, el segundo se
llama Aversión. Tu tercer ejército es el Hambre y la Sed, el cuarto, el
Deseo. Tu quinto ejército es Pereza e Indolencia, el sexto, Cobardía. Tu
séptimo ejército es la Duda, el octavo, la Hipocresía y la Estupidez.
Ganancias, Fama, Honores y Gloria falsamente obtenidos, la Alabanza de
uno mismo y el Menosprecio de los demás; éste es tu ejército››.
Viendo que Shakyamuni (nombre comúnmente usado para el Buda Siddhartha)
no claudicaba, Mara envió a sus tres hermosas hijas para que lo seduzcan
y lo desvíen de su búsqueda espiritual. Esas hijas eran Deseo,
Satisfacción y Arrepentimiento, al menos en la versión del antropólogo
Joseph Campbell. En su texto La vida de Buda. Una interpretación, Gadjin M. Nagao nos da una imagen detallada del pasaje: ‹‹Al
no tener éxito, Mara le envía a sus tres hijas para seducirlo
sexualmente. Las tres hijas recurren a toda clase de ardides amorosos de
que disponen, exhibiendo su piel semejante al alabastro, atrayéndolo
con canciones y danzas, miradas de soslayo y dulces palabras de elogio.
Se pasean frente a él levantando sus faldas y diciéndole cosas como:
“Quisiera ser la servidora de un gran hombre como tú”. Pero, es
innecesario decirlo, Shakyamuni permanece inmutable.›
Irritado ante el autocontrol de Siddhartha, Mara le dice que el asiento de la iluminación le corresponde por derecho a él. “¡Yo soy tu testigo!”, claman al unísono los demonios de Mara, quien desdeñoso interroga a Buda diciéndole: “¿Quién hablará por ti?”
Entonces Siddhartha, conservando aún su
postura meditativa de flor de loto, acerca la mano derecha a la tierra y
la toca (la pone hacia abajo sobre su rodilla derecha, según otras
fuentes). Tras ser tocada, la tierra tiembla, se abre y de ella sale la
Diosa Tierra (personaje simbólico) con un jarrón de flores. “Yo doy
testimonio”, dice la diosa, aunque las palabras que expresa en la
versión de Joseph Campbell son más impactantes a la hora de entender el
sentido de la budeidad: ‹‹Éste es mi hijo amado, quien a través de innumerables vidas se ha entregado a sí mismo, por lo que no hay un cuerpo aquí›
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