lunes, 12 de julio de 2010
Los Amantes
Habían parlamentado durante largos días hasta llegar al pacto de esa noche, la fuga de aquella realidad que los aprisionaba, era la respuesta final, tanto para el como para ella.
Habían entendido que el designio de sus vidas indicaba el quiebre y abandono de todo aquello que había estado en sus rutinas hasta ahora…
Ella estaba segura de eso; el era todo lo anhelado en sus sueños, era la proyección y encarnación de sus deseos y anhelos de amor, protección y cuidado. La prolijidad de su amor expresado en la sensualidad, atención y entrega eran algo que nunca había experimentado con su marido hasta ahora, pues se encontraba demasiado preocupado de los negocios, del trabajo, alimentos de esa parte agria de la realidad que ella no aceptaba como prioridad. Por eso, en cierta forma había pensado en el, en ese personaje quizás irrelevante ante la mirada de su cónyuge, un profesional socialmente exitoso, pero significativa para el mundo de sueños de ella.
Indudablemente ella perdía algo más que el simple orgullo, perdía a sus hijos, perdía el estatus y la certeza de la recepción de los suyos al decidir jugarse por esta apuesta.
El en tanto, había sentido siempre que aquella mujer de cabello rojo, era el amor prometido, era la esencia de sus ruegos y promesas al verla pasar una y otra vez por las vías, pasillos y calles del mundo que los había unido. Sin embargo siempre sintió que era muy poca cosa, alguien imposible de ofrecer algo hacia aquella mujer hermosa como pocas, salvo obviamente el amor. Más ¿cuánto puede valer mi amor?, se preguntaba, el amor de un simple funcionario, para ella. - poco, muy poco-, dejaba luego emanar de su fuero interno, que a su vez era una fiera conciencia.
Decidir para el tampoco era fácil, también perdía, perdía algo mucho más entrañable que el estatus, dinero o bienes, perdía la razón de su sentido del deber, perdía la relevancia de sentirse alguien útil e imprescindible para otros, algo demostrado en las continuas rutinas estructuradas en su hogar en torno a su mujer e hijos.
Su mujer e hijos eran demandantes, ella una mujer algo sensible de salud, requería de medicamentos y permanentes consultas al médico, sus hijos en tanto con consultas, solicitudes de excursiones creaban un escenario de relevancia y sentido a su escasa trascendencia laboral, su familia por mucho tiempo fue el santuario que le otorgó una razón valida para entender el porqué se encontraba en este mundo., eso no lo olvidaba.
Fue así que aquella noche en medio de una calle a la salida del empleo, sellaron la fuga, esa manifestación que los liberaría hacia una nueva realidad del peso de no encontrar el amor deseado. Se despidieron con un beso, algo sonó más allá del simple eco del sonido de cuando se encuentran dos labios, fue algo más profundo, algo que ninguno de los dos constató y que sabía a traición y arrepentimiento. Luego de un instante, ambos procedieron a alejarse por caminos diferentes en espera del encuentro prometido.....
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