Es tarde o al menos eso parece, afuera el ruido se expande sin control, en cambio adentro de la habitación el silencio se instala solemne.
No hay sino atisbos de voces, mera formalidad que ata a la soledad unida al sinsabor de entender que nuestro diálogo al menos hoy se encuentra derribado.
Me interrogo en la extensa sensación de vacío y no logro dar con respuestas significativas, ¿acaso debo tenerlas?, realmente lo ignoro. Todo viene de pronto, se instala y sucede, aunque nunca suele ser del todo así, pues al igual que los movimientos telúricos, existe un punto de quiebre, una fricción de encuentro y una liberación de fuerzas que desencadena todo lo demás.
Pienso en dormir, luego cambio de opinión y contemplo el atardecer, la compañía de costumbre es mera ausencia, de esta forma la sensación de pérdida se instala, aunque siempre existe la certeza, en esta ocasión también se suma la incertidumbre, pues nuestra vida se asimila a ese viaje milenario por senderos y recovecos perdidos, sin carta de navegación segura en donde la ruta se define por trazos de precisión y cálculo. –No- en este caso al menos, es un mero devenir, un tránsito, que nos depara sorpresas o situaciones inesperadas, por ello este viaje es una suerte de revelación con aquello encubierto, embozado y fiel testimonio del camino de la vida.
La pausa se torna amigable, es una arremetida de nuevos aires, cantos, sonidos y descanso que invitan a una suerte de ensoñamiento, mientras afuera sucede lo que tiene que suceder. No habrá intención de torcer aquello que debe seguir el curso predefinido, al menos por esta vez….
Extiendo mis piernas, busco una mejor manera de lograr mi estado de relajo y meditación y un susurro recorre mis sentidos, es una voz de agrado, suave, es la remembranza, el encanto de ilusión desatada que me visita en sueños, tratando de aliviar aquella pérdida temporal que me invade. Es el encanto de las ondinas del Danubio o la encantadora Pincoya de Chiloé, artífices de emociones labradas en el corazón interno, proyección del ánima extraviada que busca el reencuentro.
Mientras el viaje prosigue con sus adimentos de extraña conjunción, a lo lejos una luz cada vez más tenue se extingue para iniciar su ciclo en otras latitudes, mientras en mi tierra, la de entrañables recuerdos una luna de faz impulsiva otorga el brillo anhelado a una noche de soledad que parecía ser más oscura y lúgubre que la constatación, así la simple ilusión se desvanece en ese rayo de argento que traspasa toda certeza esperada…
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