viernes, 26 de marzo de 2010
Encuentro en el Mar
El mar y su inmensidad me rodean y siento el agua que juega sutilmente en mis pies, poco a poco me acerco en este, el encuentro esperado.
La suave brisa me abraza y envuelve lentamente como invitándome a este viaje de fusión que llevaré a cabo. Cada partícula penetra en mi cuerpo y me siento ir lentamente según el vaivén del oleaje que me arrulla y mece como a un niño. Así cada paso hacia la inmensidad me permite reconocer mi propia historia desarrollada, es el momento de encontrarme con la humanidad en la unidad del agua.
La tarde avanza, el sol remonta el horizonte y promete nuevos días, nuevas jornadas, mientras la superficie me baña y acoge en la formalidad de las mareas, es el sentido primario que vuelvo a experimentar como cuando un día fui cargado en el vientre materno.
En un medio acuático fue procreado, siendo mis padres representados por el simbolismo del movimiento que derivo en energía desarrollada y en integración diseñada según los códigos secretos de la vida que nosotros simplemente venimos a ejecutar en torno a la música del creador.
Cada sensación me recorre y activa la evocación del inicio de mi partida en un tiempo lejano, mi baño anterior, el desarrollo, el caminar por los senderos de mi campiña y las emociones contenidas en cada episodio van desfilando ordenadamente, mi cuerpo navega hacia nuevos rumbos, cada vez más integrado a la inmensidad del océano de la vida, principio activador de la naturaleza.
En cada instante que transcurre algo mío se incorpora en esa tranquila fuente de vitalidad y de tal forma soy parte de algo que trasciende el presente para integrarme al tiempo sin memoria de la humanidad, la luz acaricia mi cuerpo y el aire transporta las esencias de tierras lejanas para recordarme que alguna vez fui un hombre que camino por la calida simiente de nuestra existencia.
-Nada es casual-, simplemente parte de la partitura escrita para mi desarrollo, simple música que eleva los sentidos hacia el pensamiento más recóndito de mi mente.
El nacimiento nuevamente, la unción de la prístina fuente de vida, el paso a una fase el encuentro con lo pasado, presente y futuro hasta llegar a la luz; camino y guía de mi destino. El amor que surge en una tarde de frío invierno y el florecimiento de la campiña en primavera, todo ello y mucho más se me representa ante mis ojos sin detenerse. Soy niño, joven y viejo, soy hijo, padre, hermano, soy humanidad soy el y ella en el camino de fusión de mi compañera quién me sonríe silenciosamente mientras soy transportado por el caudal de la apacible transición hacia la ilusión que se encuentra apenas en una etapa de crecimiento dentro de mí.
-Sonrío, me alegro y es agradable lo que siento-, cada vez más experimento la sensación de acompañamiento. -Un voz, un eco retumba en mis oídos-: Si, lo sé nunca estuviste alejado de mí y más bien fui yo quién se alejó de tu mano de afecto.
-Siempre contigo-, recuerdo entonces las palabras que una tarde de angustia emergieron de mis labios, -fueron tus palabras en mi boca- tu amor y compasión no los puse en duda y ahora que inicio mi travesía hacia una nueva jornada, tu compañía no me es ajena sino la confirmación de que me adentro hacia el sendero prometido, ese que anhelaba encontrar en la tierra de mis viajes.
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