Se acerca una joven mujer, señala estar interesada en operarse, le solicito que se explaye.
Señala indicando sus pies, que no aguanta los juanetes y asimismo exclama: ¡mi nariz es horrible!, convencida incluso muestra algunas fotografías, como evidenciando pruebas irrefutables y esperando una aprobación
A simple vista su nariz no posee ninguna malformación, sus pies tampoco no obstante esto no significa una segunda reflexión pues la opinión está tomada.
La animada consultante, es joven, no sobrepasa los treinta y sin embargo “algo” no la convence de si misma y busca sacarlo de escena. La aceptación de si mismo o inclusive la autoestima pareciese estar supeditado a una cirugía.
Señala indicando sus pies, que no aguanta los juanetes y asimismo exclama: ¡mi nariz es horrible!, convencida incluso muestra algunas fotografías, como evidenciando pruebas irrefutables y esperando una aprobación
A simple vista su nariz no posee ninguna malformación, sus pies tampoco no obstante esto no significa una segunda reflexión pues la opinión está tomada.
La animada consultante, es joven, no sobrepasa los treinta y sin embargo “algo” no la convence de si misma y busca sacarlo de escena. La aceptación de si mismo o inclusive la autoestima pareciese estar supeditado a una cirugía.
¿Qué ocurrirá con aquellas personas después de la operación? .......
El avance de la ciencia ha dispuesto una cercanía tan cotidiana con las operaciones de fines estéticos que las personas pareciesen estar escogiendo mermelada, pan o un postre cuando hablan de ellas. No se logra vislumbrar al parecer que se habla de si mismo o es más, cuando se habla de sí, se incorpora más bien en la lógica de objeto y no de persona, conciente respecto a sus actos y consecuencias de los mismos.
No soy contrario a una operación reconstructiva, curativa o paliativa, sin embargo el intento de mostrar una suerte de igualdad entre este tipo y otra con fines subjetivos llama a pensar al menos que hay detrás de aquella decisión.
Las decisiones varían y van desde la moda de amigas hasta la búsqueda de la ansiada eterna juventud.
También detrás de algunas cirugías quizás se oculte el deseo de borrar algo de sí, como los cambios de apellido, modificación de nuestra familia o simplemente el romper con algo indeseable. Este rupturismo, debe ser analizado, evaluado y medido acotadamente por el encargado de realizar estas acciones asimismo por parte del entorno protector (si es que existe) con el fin de llegar a buen puerto con la decisión
No pareciese haber límites, y he allí un riesgo pues cuando se empieza se sabe que allí comienza un hito más no cuando este se terminará y así somos testigos de conductas enfermizas, obsesivas y que no se detienen en el afán compulsivo de lograr aquello que las satisfaga.
Resulta altamente aconsejable evaluar los motivos que llevan a desear o buscar una operación con fines cosméticos, más allá de la simpleza del “rejuvenecer”, “estar en el mercado” o ser aceptada por el entorno.
Esa simple acción quizás nos ayude a sintonizar con nosotros, como un si mismo, un ser con características y cualidades, distinto, diferente y que presenta una historia propia. Desde allí a construir nuestra identidad, con bases sólidas hay unos pasos y esos son los aspectos que debemos impulsar en nuestra juventud y en adultos que han iniciado también esta carrera bajo los modelamientos de ciertos estándares de dudosa calidad y realidad promovidos sin control alguno.
El avance de la ciencia ha dispuesto una cercanía tan cotidiana con las operaciones de fines estéticos que las personas pareciesen estar escogiendo mermelada, pan o un postre cuando hablan de ellas. No se logra vislumbrar al parecer que se habla de si mismo o es más, cuando se habla de sí, se incorpora más bien en la lógica de objeto y no de persona, conciente respecto a sus actos y consecuencias de los mismos.
No soy contrario a una operación reconstructiva, curativa o paliativa, sin embargo el intento de mostrar una suerte de igualdad entre este tipo y otra con fines subjetivos llama a pensar al menos que hay detrás de aquella decisión.
Las decisiones varían y van desde la moda de amigas hasta la búsqueda de la ansiada eterna juventud.
También detrás de algunas cirugías quizás se oculte el deseo de borrar algo de sí, como los cambios de apellido, modificación de nuestra familia o simplemente el romper con algo indeseable. Este rupturismo, debe ser analizado, evaluado y medido acotadamente por el encargado de realizar estas acciones asimismo por parte del entorno protector (si es que existe) con el fin de llegar a buen puerto con la decisión
No pareciese haber límites, y he allí un riesgo pues cuando se empieza se sabe que allí comienza un hito más no cuando este se terminará y así somos testigos de conductas enfermizas, obsesivas y que no se detienen en el afán compulsivo de lograr aquello que las satisfaga.
Resulta altamente aconsejable evaluar los motivos que llevan a desear o buscar una operación con fines cosméticos, más allá de la simpleza del “rejuvenecer”, “estar en el mercado” o ser aceptada por el entorno.
Esa simple acción quizás nos ayude a sintonizar con nosotros, como un si mismo, un ser con características y cualidades, distinto, diferente y que presenta una historia propia. Desde allí a construir nuestra identidad, con bases sólidas hay unos pasos y esos son los aspectos que debemos impulsar en nuestra juventud y en adultos que han iniciado también esta carrera bajo los modelamientos de ciertos estándares de dudosa calidad y realidad promovidos sin control alguno.
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