Sorprende la reacción de las personas ante eventos que venían labrándose subterráneamente desde hace bastante tiempo y con una verdadera asonada de circunstancias que anunciaban su desenlace expreso y que sin embargo la capacidad de anticipación no logró dar cuenta de esta suerte. Sorprende asimismo esta muestra de ingenuidad ligada a la incapacidad por entender el entramado de causas y efectos que ascienden, descienden, avanzan, retroceden para finalmente consumar un hecho concreto, como producto elaborado en diversas jornadas y situaciones.
Extrañan las reacciones destempladas, desbordadas y carentes de rigurosidad ante el resultado de un manifiesto olvido por entender que nuestra sociedad y asimismo nuestra especie mantiene un vértigo de cambio y transmutación permanente. Por ello, al constatar estas manifestaciones pareciese que de la noche a la mañana se ha descubierto el fruto incubado (ante nuestras narices) durante meses e inclusive años respecto a diversos tópicos y que hoy, justamente hoy, refieren incertidumbre, asombre y descontrol.
¿Dónde estaban estos sorprendidos durante el proceso?, es la primera pregunta que surge para el observador curtido en estos episodios y que suele oler con bastante adelanto el cambio de la órbita de tendencias, demandas y conflictos.
En efecto, al visualizar los eventos de los denominados “indignados” constatamos sorpresa y perplejidad en los diversos países y gobiernos, por otro lado no lo hacen distinto los ciudadanos y gobernantes con la crisis de la política fiscal de Grecia y de otros países al borde del descalabro, similar reacción a familias que luego de sobreendeudarse se sienten atrapados por acreedores diversos y se preguntan como llegaron a tal situación o por otro lado, si indagamos en la realidad personal más cotidiana, podremos constatar similar reacción en quién descubre un aumento de peso previo desborde nutricional o agobio ante un examen en ciernes luego de pasar varias semanas en fiestas y otras faenas ajenas a ese deber .
Lo que deseo dejar patente, es que si bien nadie puede tener una “bola de cristal” con poderes de ver el futuro, si podemos intuir y más que eso razonar respecto hacia donde nos pueden llevar nuestros actos. La negación de esta facultad sólo nos inmoviliza y asimismo instala un manto de duda respecto a nuestro juicio de realidad, trasladando la esfera de la autonomía, libertad y responsabilidad en su amplio sentido al banquillo de los acusados.
Al parecer la lógica del Rey Desnudo sigue más presente que nunca, en efecto, si recordamos ese cuento clásico podremos entrever que refiere una mezcla sutil entre estafa y autoengaño. De la misma manera encontramos una necesaria dosis de simulación y normalidad social con el sello final del agregado de esa ineludible ruptura de lo establecido a través del expediente de un juicio de realidad nítido, que paradojalmente se presenta en un niño.
Es en esta historia que encontramos algunas pistas por donde enrielar el camino explicativo a la situación de crisis presente en diversas latitudes del mundo y de esa voz de victimización que niega la capacidad de asumir nuestros propios errores en tiempos de vacas gordas, sin prever el tiempo de vacas flacas, tal como la fábula de la cigarra y la hormiga.
La aceptación de responsabilidad en nuestros actos, de incorporar una conciencia activa, presente y sobre todo la capacidad de evaluar diversos escenarios podrían ser atisbos de fomentar ese “darse cuenta” a tiempo y no cuando el ferrocarril se ha descarrilado…..
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