Con calma en mi interior, escuché la voz que decía:
“Es más valiosa la
frase certera, que mil hojas espurias”.
Atento
entonces a las alabanzas y halagos,
a doctas palabras, que sólo rellenan el
vacío de tu existencia. Sin responder,
por el fin último, ni por la luz que trae el amanecer.
* Nota de un viejo libro encontrado en mi escritorio
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