“He allí que avanzan los jóvenes”.
Se muestran fuertes
y viriles.
No temen a nada, o al menos eso dicen sus rostros.
Atrás, le siguen
niños con sus madres y criadas.
En tanto, desde el salón de honor, les observan
ancianos y adultos retornados de extensas travesías y meditaciones.
“Ellos
son el contrapeso de los jóvenes guerreros”,
con su ímpetu y temeridad a todo
evento.
Asimismo, de sacerdotes fanáticos o severos.
Al extremo de la demencia
del sacrificio vano.
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