El tiempo cambiaba, algo extraño preocupaba a la tribu y en mi interior también...
Me dirigí la noche de luna llena, al pequeño monte.
Allí, junto con el mar de estrellas que decoraba el cielo, tomé la pipa
ancestral y llamé al espíritu del árbol.
Su humo, me hizo avanzar en
penumbras, hasta que de pronto me sentí transfigurado.
Tres lobos eran mi
proyección, ellos me acompañaban como guardianes en esa larga jornada.
Dos Lobos Negros y uno Blanco, caminaban conmigo por el río, si bien el curso era débil, (como no lo era hace mucho) el
paso era difícil, entre piedras, barro y ramas atrapadas como verdaderas
trampas.
De
pronto, los tres lobos encontraron al gran Oso, en nuestro camino.
Un oso pardo, que mostraba sus
filosos dientes y lanzaba sus zarpas como saetas letales. Más, ellos eran
valientes y me defendían. Lucharon de manera hábil e inteligente, como ellos saben hacerlo. Así, el oso acorralado por la valentía de los lobos,
cedió terreno y se marchó.
Pronto nos alejamos del río, y avanzamos por el campo, la dirección iba en el sentido de mi abuela (que
yo había conocido de niño).
El atajo de antaño, aparecía en mi memoria de
ensoñación. Finalmente, me deslicé de la conciencia y no recuerdo más de lo
sucedido.
Eso
es todo lo que puedo contarles, que ocurrió aquella noche de luna llena, cuando las estrellas destellaban de manera intensa, en el ciclo de
verano, donde los animales pastan en abundancia, y el sol mira con su
rostro quemante e intenso.
Aquél fue el día, en que los tres lobos fueron mis hermanos, para luchar unidos contra el
oso amenazante….
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