Por largos años hablaron los sacerdotes
Hablaron de la muerte de la lluvia
Hablaron del control de la naturaleza
Hablaron tanto y sin detenerse, hasta lograr convencer a parte de la población
De tal forma, muchos les creyeron portadores de la voz de los dioses
Dueños del saber
Amos de la vieja ciudadela
-Eso hasta ahora-
Más la naturaleza no posee amos ni intermediarios
La voz de la montaña, el río o los cielos no tiene delegados,
-Aquí en la tierra-
Lo supimos esta semana cuando los cielos preñados de agua
Vaciaron sus nubes, hacia valles y explanadas
Cubriendo de agua en sus diversas formas, nuestra tierra
Lo vimos cuando cauces dormidos, despertaron y arrasaron con lo que encontraban a su paso
Caminos agrietados, casas derrumbadas, puentes destruidos
Todo ello, ante una lluvia que no se detenía y aumentaba caudales por doquier
Los sacerdotes entonces callaron
Nada tenían que ofrecer, más que su silencio
Mientras los ciudadanos luchaban por su vidas
Los sacerdotes gustan de hablar, señalar que todo lo saben
Ahora que tenían la oportunidad, no lo hacían
Se manifestaban extraviados, perdidos
Su séquito gobernante mostraba una torpeza esencial
Palabras iban y venían
Palabras vacías
De tal forma, nuestra tierra nuevamente habló
Bañando con agua a los hijos del fuego corrosivo
Demostrándoles su irrelevancia
Su mínima significación
Ante un planeta que posee millones de años y misterios desconocidos
Para los vanos gobernantes
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