Más aquellos que he descrito, no eran los únicos. Pues habían otros que podemos llamar vástagos y seguidores de la secta del fuego.
Eran estos, fieles creyentes de sus amos a todo evento. Capaces de defender los errores más grotescos, incapaces de autocrítica o de un juicio de realidad.
En esto último, tenían algo de similares a los sumisos y obedientes descritos previamente, pues su mente parecía estar programada para mantener fidelidad a todo evento.
Asimismo, se caracterizaban por contar con un credo de violencia, amor al desorden y desobediencia a la norma. Especialmente, había quiénes eran los sectarios de la denominada Revolución. Una vertiente, nacida de Dictaduras mesiánicas que aún oprimían a diversos pueblos y que controlaban el arte del odio y conflicto.
Junto con lo anterior, era también su sello la indiferencia por los efectos de sus actos, carecían del principio de responsabilidad, tan básico para los adultos y acompañaba esto su principio de culpar siempre a los otros.
En ese sentido, llegaron a eregirse como superiores morales.
Dicha actitud, tuvo un fuerte impacto sobre los apacibles, logrando imponerse sobre ellos a través de esta vía.
Eran estos dos grupos los principales, aunque no los únicos que moraban en aquél reino de fuego, violencia y oda a la ruptura del orden...
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