miércoles, 22 de septiembre de 2010
Crónica de Una Tarde Santiaguina
Luego de realizar algunas compras destinadas a remozar nuestra vivienda, retornamos junto a mi esposa al anhelado hogar, esta referencia no es una mera formalidad o metáfora sino que realmente a esa hora comenzaba a ser una verdadera necesidad. Esto después de una “agradable tarde” de recorrido, pasillos, vendedores, escaleras mecánicas, carros y toda ese imperdible universo de los centros comerciales.
Mientras descendemos por la pista, se puede apreciar la panorámica nocturna de la ciudad santiaguina, el anochecer que delinea nuevos caminos -que aunque ignorados no dejan de existir-.
Los autos en fenomenal procesión destacan entre luces, bocinazos y uno que otro intento furtivo por adelantar aunque sin mayor éxito, pues pareciese que el retorno o traslado debe cumplirse con cierto protocolo que incorpora a la paciencia como virtud relevante en esa caravana metálica.
Llegamos a la altura de Providencia con Manuel Montt y giramos en dirección sur, buscamos alguna opción de comida para llevar, no logramos dar con ninguna, aunque si con variados bares o Pub, como se estila ahora según los neologismos.
Mi esposa insiste y retorna nuevamente a providencia para volver a repetir la trayectoria señalada previamente, nuevo fracaso, llegamos a la altura de Eliodoro Yánez, sugiero bajar frente a un local o al supermercado de la esquina, mientras ella estaciona y sube al departamento para avanzar, ella acepta.
Primer intento fallido, al entrar constato que las dependientes se encuentran cerrando y el anaquel está despojado de empanadas o algún otro bocado para comer a esa altura. Me marcho rumbo al supermercado cuyo nombre alude al ahorro o economía de comprar allí, intento atisbar algo que pueda degustar con cierta satisfacción al menos al final de la tarde, recorro atento los escaparates y avanzo por los pasillos en una verdadera maratón pues el tiempo apremia y mi estómago me lo recuerda sin piedad, prosigo mi búsqueda.
En un instante, oigo un diálogo, es algo álgido, voces altisonantes y ese inconfundible acento que los adolescentes denominan flaite; parte básico,instintivo, con un rechinar y arrastre de las palabras de una manera particular, como un soplido entre dientes y acompañado obviamente de los insultos respectivos.
-Proviene desde las cajas de cobranza-, pienso en alguna discusión y al observar en aquella dirección constato una imagen dramática: dos hombres jóvenes amenazando al cajero, uno porta un cuchillo cercano a los veinte centímetros ( estilo carnicero) y el otro en tanto alza una pistola de color negro.
-Uno mira hacia el alrededor y el otro presiona al cajero, lo instiga y conmina a entregar “todo” sin oponer resistencia, se observan ansiosos, no se fijan en los compradores que comenzamos a retroceder hacia el fondo del supermercado como ovejas ante perros salvajes,
Los observo, deduzco cierta inexperiencia por su proceder, tal vez estén iniciándose en estas lides y optaron por este espacio del barrio oriente más bien indefenso y asequible. Me los imagino como bestias experimentando en el arte de la cacería, dudando en el uso de su fuerza aunque intuyendo que pueden llegar a ser mortales con más práctica y uso.
Asimismo me fijo en el vendedor, responde lastimosamente, es la víctima arquetípica, propicia para estos asaltantes, no opone mucha resistencia, es dócil y sumiso con ellos y de alguna manera eso los conforta. Casi se puede palpar la sensación de una suerte de perversidad de sus rostros al ver consumado su acto ilegal, han cruzado la frontera y ¿quizás hasta donde avanzarán?...
No hay héroes, nadie intenta oponerse, sometimiento ante la ley de la jungla. No obstante, aquella humillación se entremezcla con cierto aire de impotencia y deseos de desplegar esa ira acumulada hacia los agresores, los ojos de las víctimas acorraladas no engañan.
Decido no ser una oveja más, me alejo de la vista y desde allí marco al 133 (río recordando al ubicado que llamó al 911), el teléfono se demora, luego de dos intentos me atiende una mujer, le señalo lo ocurrido y parece no entender, -me pide que le repita- (que muestra de eficiencia), lo hago y describo lo que está sucediendo, entonces me pide datos personales (¿serán necesarios?, me comienzo a preguntar por la cantidad de imbéciles que disfrutan haciendo llamados falsos), doy mi nombre y le señalo que es una llamada verídica y corto.
Los carabineros llegan más tarde y preguntando que ocurre (algo común según me han dicho), el cajero cuasi desvanecido les señala:- nos asaltaron- , preguntas van y vienen, los compradores víctimas entonces parecen recobrar la vida y movimiento, dan pistas, luego los uniformados se retiran tras los sopechosos -me imagino-…..
Hago una compra rápida, pago y me marcho hastiado rumbo a mi hogar, mi esposa me espera, abre sonriente y al verme con la bolsa me dice:Dejame adivinar ¿Pizza o Lasaña?..
Respondo - equivocada, marraqueta y salame-
Por su mirada parece no entender, la beso, miro al cielo, sonrío y le digo : Había una vez………….
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario