jueves, 16 de septiembre de 2010

Un Viaje más allá de la Frontera



Encontrándome a pocos días de presenciar nuestro Bicentenario, decidí apartarme de los caminos habituales y explorar más allá de los límites de la ciudad Gris, así opté por aventurarme en la antigua Chimba y sus alrededores cual patriota de 1810 o al estilo de las escapadas del Ministro Portales….

Al comenzar a caminar la sensación de retroceder en el tiempo fue inmediata, pues tanto el ambiente como los personajes delineaban a lo menos un cambio sustancial. Locales arrimados a la calle, venta de productos variados incluían: yerbas medicinales, frutos, verduras, Chinchineros, vendedores ambulantes, cantantes y una marea humana que realzaba el espacio de encuentro a la vieja usanza, esto es con diálogos, bromas y gritos de promoción de sus productos….

Seguí mi viaje y me interné directamente en la Vega, luego más allá presencié el Cerro Blanco antiguo Huaca Inca y lugar ceremonial de picunches de la zona… Todo ello, entremezclado con iglesias como la Recoleta Dominica y otras construcciones bicentenarias que evidenciaban que al menos en ese lugar el pasado posee un relato de conexión real, efectivo con el presente y que traspasa la mera euforia mediática y comercial que rodea a nuestra ciudadanía por estos días. Lo que se vivenciaba allí era algo distinto, se olían aromas y vapores cuasi extintos en la nueva ciudad Gris, las risas no eran formalismos, sino carcajadas, así como las chanzas y demostraciones de intercambio verbal…..

Embebido de ese espacio natural si podemos llamarlo de tal forma, avancé en mi viaje y fui descubriendo nuevas sorpresas, pues de pronto me encontré ante el inicio de una población o villa amplia y me adentré en los laberintos enigmáticos de su estructura interna, sus calles estrechas (fiel reflejo de los burócratas) no impedían que niños corrieran, jugaran y otros para mi sorpresa aprovecharán de elevar volantines y desarrollaran competencias al estilo de la comisión y que otros lucharán por rescatar el volantín que caía a tierra luego de la disputa aérea de esos pequeños colosos.

Allí vivían esas costumbres de forma natural, sin necesidad de artificios ni estímulos ajenos, sólo predominaba el mero interés por divertirse, compartir y recrearse al aire libre,-qué diferencia con esos otros niños, ensimismados en un dormitorio jugando solitarios ante un televisor y moviendo sólo sus dedos-

Al detenerme frente a una red de casas (las que evidenciaban variados diseños, colores y decoración) obtuve una nueva impresión al constatar que una gran mayoría de ellas mantenía instalada una bandera Chilena flameando ante el viento; orgullosa, libre y altiva. La panorámica era emotiva pues me recordaba que estaba en Chile, que esta tierra era Chilena pese a los ritmos, neologismos y modismos que a diario presencio y escucho por medios diversos.

Caminé con un nuevo espíritu en medio de esas calles que albergaban algo remoto y sin embargo actual, una porción perdida de identidad anhelada.

Más allá, se apreciaban unas canchas y diversas personas trabajando para instalar la fonda del sector, gritos, ruidos variados y el inseparable ladrido de perros creaba una escenografía que recordaba mis viajes a provincia o salidas al campo con mis padres durante mi infancia, la música comenzaba y asimismo las ceremonias rituales para la ocasión.

Al iniciar mi regreso la tarde caía, miré de nuevo y las banderas parecían realizar una coreografía en medio de la música que ya se tornaba variada y por supuesto el ladrido de los perros de aquella tierra que anunciaban el inicio de la celebración......

No hay comentarios: