En efecto, Sifax el pervertido Rey de los númidas occidentales también la desea y al mismo tiempo aspira a ser el único rey de las tribus Numidas. Cuando el padre de Masinisa muere, Sifax se apodera de todos los territorios númidas y coincidentemente en ese escenario, se produce también el avance de Roma hacia África, específicamente a Cartago. Ante esta situación la gran capital del imperio africano pide ayuda a Sifax, quién acepta, no sin antes exigir instantáneamente como esposa a Sofonisba para realizar la alianza.
De este modo la familia de Sofonisba y los aristócratas Cartagineses rompen el compromiso de la hermosa heredera con Masinisa y la entregan a Sifax, prometiéndole también ayudarlo a eliminar del todo a Masinisa. De esta manera Sifax proporcionó tropas en ayuda al general Aníbal, apoyando la causa contra Roma.
De este modo la familia de Sofonisba y los aristócratas Cartagineses rompen el compromiso de la hermosa heredera con Masinisa y la entregan a Sifax, prometiéndole también ayudarlo a eliminar del todo a Masinisa. De esta manera Sifax proporcionó tropas en ayuda al general Aníbal, apoyando la causa contra Roma.
El traslado a la ciudad de Sifax es realizado con el riguroso protocolo de su estirpe y sin mediar ningún tipo de reflexión más que el porvenir de su pueblo.
Viendo la situación, Publio Escipion inteligentemente ofrece ayuda a Masinisa para que pueda recuperar su reino, este movido por el odio y rencor hacia Sifax y Sofonisba por la traición, no duda en establecer una alianza con los romanos, decidido a aplastar a los cartagineses. Así el camino de la guerra púnica se delinea favorablemente hacia los romanos y de paso Masinisa recupera su trono derrotando a Sifax tomando posesión de la ciudad imperial númida.
Cuando Masinisa y su ejército entraron a la ciudad, Sofonisba conmovida por el reencuentro de su antiguo prometido y al mismo tiempo por el temor ante su ira, se presentó de rodillas ante él pidiéndole perdón y jurándole que lo amaba solamente a él y que odió con todo su ser a Sifax. Como Masinisa aún la amaba, se casó con ella ese mismo día, y se juraron amor eterno, prometiéndole que la protegería de Roma.
No obstante, el hilo del camino delineado por las moiras en sus ruecas no era precisamente ese. Frente a este hecho, el astuto y frío general Escipión, temiendo que Sofonisba convenciera a Masinisa de volverse contra los romanos, le exige que entregue a la joven mujer como botín de guerra (ya que era una cautiva romana) para ser humillada públicamente en el desfile romano. En el mismo acto, el mismo general le recuerda la alianza y deberes que cumplir con Roma. Al sentirse entre la espada y la pared, y para evitarle la humillación de su mujer y la ruina de su pueblo, Masinisa envía un esclavo a la alcoba de su esposa y le manda decir: "que cumplo con mi palabra, no caerás prisionera de los romanos y que beba de la copa que le acababo de enviar". Sofonisba al abrirlo se percata del veneno contenido y con lágrimas en los ojos pide al esclavo que señale a su amo: “ que el había sido el único gran amor de su vida y que no ha tenido gran fortuna al tener sus funerales la misma semana de su matrimonio". Cuando el esclavo vuelve, Masinisa ve su expresión y con esto supo al instante que su amada había muerto.
Después de eso, y sin importarle nada más, unió sus tropas con las romanas cumpliendo con la alianza. Su caballería jugó un papel determinante en la decisiva batalla de Zama, del año 202, que supuso la derrota total de los ejércitos cartagineses comandados por el mítico general Aníbal.
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