viernes, 14 de diciembre de 2007

Hain


De niño coleccionaba láminas de un álbum de la Prehistoria e Historia Chilena, recuerdo aún pasados los años, el disfrute y fascinación especial al abrir los sobres y descubrir imágenes de milodones, guanacos gigantes, tigres dientes de sable y otras criaturas sorprendentes para mi infantil mirada, asimismo las rukas mapuches, cerámicas diaguitas, el enfrentamiento de Reinohuelén, la cacería donde un mocetón araucano clava su cuchillo de pedernal a un lobo marino o la fundación de Santiago. Sin embargo repasando y recorriendo las imágenes siempre hubo una que me impresionó y me invitaba a observarla con un cierto respeto, reflexión y detención mayor, correspondía a un hombre pintado con franjas negras y entrelíneas blancas, junto a una curiosa y algo tétrica capucha de corteza o cuero que cubría totalmente el rostro hasta el cuello.

Dicha imagen me impresionó pues la figura de dicho individuo se erguía desafiante y hasta con cierta arrogancia en un campo nevado y en donde los pies reposaban en directo contacto con la superficie sin mediar calzado o cubierta protectora alguna.

El conjunto hacía un todo enigmático que me hacía preguntar; ¿Qué buscaba ese individuo en ese lugar?, ¿Cuál era su propósito u objetivo al ataviarse de esa forma? y asimismo daba cuenta de un cierto equilibrio ante el medio, de alguna forma percibía que el era parte de ese ambiente y que la superficie nevada, su piel desnuda y su pintura eran parte de un proceso en armonía construida desde el mismo ambiente.

Con el paso del tiempo y a través de diferentes lecturas descubrí que aquella imagen que había conmovido y llevado a la interrogación en mi infancia era parte de un intrincado ritual de tránsito de la adolescencia hacia la adultez, el Hain.


Durante este ritual, los jóvenes eran sometidos a un rito de iniciación. Estos novicios candidatos eran los klóketen. Todos los días, debían pintarse la totalidad del cuerpo y cubrirse sus rostros con líneas blancas. Los klóketen debían afrontar una cacería que se extendía por tres o cuatro días; se les estimulaba al coraje, la resistencia física, la precisión en el uso del arco, a protegerse de las tormentas de nieve y a perseguir a los animales mediante el desciframiento de sus rastros.

Asimismo en el Hain, eran esenciales también las danzas rituales. Había bailes para tener buen tiempo o la danza del pingüino, en la que los hombres saltaban como estos simpáticos habitantes de las costas del mar. Este danzar era el Kewanex, durante el cual los onas se pintaban con dibujos que representaban elementos del cielo y la tierra, de los fenómenos naturales, animales y plantas. Se consumaba también una imitación o pantomima de los leones marinos; se celebraba asimismo una danza fálica y se mostraba, en raras ocasiones, un pequeño ser, llamado Olum, que oficiaba como un chamán de gran poder curativo; por eso se le llamaba el "recreador de la vida".
Un núcleo esencial del complejo simbolismo del hain era la oposición inicial entre las fuerzas masculinas asociadas con el sol, y las femeninas enlazadas con la Luna. Las fuerzas del día son cálidas, diáfanas, expansivas, y se enfrentan con los rayos fríos, pálidos, de la noche lunar. A pesar de que en la sociedad ona patriarcal, las potencias solares masculinas debían prevalecer, era necesaria una reconciliación. Para ello, lo femenino, fuera de su faceta nocturna y gélida, debía ser aceptada también en su dimensión benéfica, maternal, creadora. Esto se evidenciaba cuando Xalpen era reconocida como madre del niño resplandeciente K' terren y ante la presencia de Tamtan, la hija de la Luna. Pero esta dualidad de frialdad y creación en lo femenino hablaba de ambivalencia, lo que confirmaba el apremio por controlar el peligro potencial de las fuerzas lunares, femeninas.

El hain era así un rito donde las mujeres aceptaban el control masculino mediante la repetición de un rito,el rito del hain, donde una procesión de actores-espíritus infundían temor y recreaban una historia mítica.

Así fue como descubrí parte de la entramada historia de esta cultura, que se extinguió con su última representante el año 1974, aunque probablemente aún sea parte de nuestra memoria colectiva a través de los recuerdos, ideas y el inconciente que une y teje nuestra realidad a través del tiempo. Tal como esa imagen se mantiene viva desde mi temprana infancia uniendo así, pasado, presente y futuro.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Huellas







Sueño con colinas labradas por el viento y el agua de las lluvias, con sus facciones geográficas acentuadas por los senderos de animales, arrieros y ganado..

Son las altas cumbres donde yacen los huacas y el pillán
espíritu de vida, energía y trascendencia de la naturaleza
espacio donde el hombre se interroga en el quehacer de los esfuerzos diarios, donde el agua florece del manantial una aguada o un riachuelo serpentaeante.....

Sueño con la fuerza ancestral de mis raíces, manos labradoras del campo, huelo la humedad de la tierra empapada, el aroma del maqui en el cerro o el vaivén de murtillas silvestres...

Vuelvo a mirar con detención y observo volar majestuoso en los cielos al cóndor, más atrás un águila y un peuco altanero que se posa en un gran peumo cordillerano....

Corre el puma tras una manada de guanacos y atrás le mira un zorro sigiloso.....

Hilo de de la historia a tí te interrogo mientras escucho a lo lejos el canto y trinar de zorzales, tordos y jilgueros.....

Donde han quedado mis sueños......
Ahogados quizás en el acero, el estruendo y pavimento de la ciudad que han modelado mis congéneres....