miércoles, 14 de agosto de 2013

Predicadores

Vuelven los tiempos de profetas seculares, quienes traen la buena nueva de ciudades doradas, oferta tentadora y de cálida voz, heredera  de la ciudad celestial  del Santo de Hipona,  devenida ahora a la era post moderna.

Conjunción  de ilusiones creadas en la tela del espejismo,  Tomás Moro denominó su obra con el nombre más común; Utopía. Desde los orígenes, el ser humano vaga en busca del retorno al mítico edén. Por ello, tanto religiones como ideologías políticas, se han disputado visiones fantásticas, y asimismo se han propinado certeros ataques.

En los años sesenta del siglo pasado,  nuestra américa latina se vio inoculada con la adhesión al socialismo autodenominado pomposamente científico (que pretendía justamente relevar al de corte utópico) y con ello, a las sociedades de perfección e igualdad (suerte de ciudad celestial en la tierra),  y no trepidaron los llamados consagrados en utilizar la violencia más brutal para ello. Muertes, secuestros, coerción, miserias y privación de derechos elementales resultaron ser ofrendas a la Divinidad Materialista. Muy pronto entonces,  la ciudad celestial pasó a ser un aveno terrenal y con ello, cayeron en pedazos los anhelos de profetas y heraldos de la buena nueva.

La religión no lo hace nada mal, aunque juega un  poco a la retirada, muchos no olvidan los Tribunales de la Inquisición o  lapidaciones del presente a mujeres.

De alguna manera entonces, las visiones cerradas y totalizantes de diverso signo, se hermanan y nutren de la sangre humana para sus fines. De esta forma el antiguo rito a Moloc, se transforma en ceremonia cíclica para nuestra humanidad, y allí donde las promesas eran de certeza muy pronto mutan en apremio.

Atención entonces ciudadanos del siglo XXI con las nuevas representaciones de profetas con ciudadelas celestiales, Deidades todopoderosas que los llevarán al jardín perdido y que no dudan un segundo en validar la violencia, incendiar ciudades e inclusive matar por un fin denominado legítimo.

¿Cuan válido puede ser un fin,  si de por medio se requiere eliminar a otro individuo?

Atentos por ello mentes nuevas, pues bien sabemos que en cada esquina se encuentran los pregoneros del apocalipsis y de la oscuridad.  Busquen libremente en su interior la voz legítima, como en el cuento de Anthony de Melo e incluso  emprendan el viaje como el Buda o Cristo, más sin sembrar la sangre,  y sobretodo no dejen que la seducción sensual de la ira, cautive a nuestra cultura una vez más, he allí el desafío. 

Más si por algún motivo esto fuera demasiado, al menos estén despiertos y no adormecidos ante el escenario en que se desplazan......






jueves, 8 de agosto de 2013

Transitoriedad

Anitya es una de las tres características de la existencia, una doctrina esencial del budismo. El término expresa la idea budista de que toda existencia condicionada, sin excepción, está sujeta al cambio; la palabra significa literalmente "transitoriedad", "cambio" o "no permanencia".

 Cuestiónate si alguna vez has visto o encontrado un ser sobre o bajo tierra que no haya experimentado la muerte. Si la respuesta es no, permanece en meditación con la conciencia de que tú también experimentarás transitoriedad. Incluso tu opinión y tu visión así como el esfuerzo que inviertes en pensar en las cosas, sean beneficiosas o no, distraídas o conscientes, es efímera. Siempre que puedas, contempla la transitoriedad y cambio de todas las cosas, dentro y fuera de tí.

A continuación, piensa en todo el tiempo perdido en distracciones, falta  de atención, dudas y sopor o incluso esperando a que lleguen las circunstancias apropiadas. Añade el número de años que ya han pasado y el número de años que pasarán en semejantes estados en el futuro. De hecho, ¿cuánto tiempo te queda para darte cuenta de que esta vida es un sueño?

La transitoriedad está presente en las causas imaginables e inimaginables. Una causa externa, por ejemplo un medicamento, puede prolongar la vida o causar la muerte. Elementos como la tierra, el agua, el fuego, el viento u otros fenómenos naturales como las montañas o árboles podrían causarnos la muerte. Circunstancias interiores, tales como la enfermedad o nuestras propias dudas, vacilaciones o pensamientos, también pueden manifestarse como causas de muerte. Tales fenómenos, externos e internos, tienen plena capacidad para ser causa de transitoriedad y muerte.

Por muy fuerte que sean nuestra fijación y apego, no podemos llevarnos bienes materiales, cuerpo físico, amigos, parientes, maestros, séquito o discípulos. No importa cuantos seres queridos nos rodeen en esta vida deseando no separarse nunca de nosotros; no importa qué rango o poder tengamos, no importa cuánto nos hayamos esforzado en mantener un hogar, una posición, conocimientos o habilidades en la oratoria o el debate, nada puede incorporarse a la experiencia de la muerte.

Pero liberarse del apego no consiste en perder el interés por las cosas, sino en aceptar que el dolor de la experiencia surge de negar la transitoriedad, atrapándonos en las vicisitudes de la vida o preocupaciones mundanas. Aceptando la transitoriedad de la vida no nos aferramos a ella, librándonos del apego y gozando de libertad para ocuparnos de ello de forma relajada.

Bajo este punto de vista la vida puede parecer fútil, pero los cambios no son negativos siempre, ya que es la esencia de la vida y resulta vital para el crecimiento interior. La vida sería fútil si no hubiera cambios, ya que no se corregirían los errores. Del mismo modo que lo que nos gusta acaba, lo mismo ocurre con lo que no nos gusta.

Al escuchar inconscientemente el fluir del agua, ¿no genera la impresión de que está creando un ritmo?. Sin embargo, ni una sola gota de agua pasa dos veces por la misma piedra y el rumor del agua precipitándose sobre las rocas está cambiando constantemente. La percepción de uniformidad es una ilusión de la mente, los oídos y ojos humanos. El agua que ha fluido una vez a través del lecho del río jamás puede repetir su curso. La vida humana no es diferente. Nuestros ojos y mente mundanos son los únicos que ven lo de ayer como igual a lo de hoy.

“Si pensamos detenidamente en el cambio, este nos enseña que debemos disfrutar de nuestras experiencias sin aferrarnos a ellas. Para disfrutarlas, para aprender lo máximo de ellas, tenemos que apreciar su intensidad al máximo en el momento presente siendo conscientes de que pronto terminará y tendremos que aprovechar, disfrutar, abrazar cualquier cosa que venga después.”
“Aprender sobre el cambio nos enseña a tener esperanza. Porque el cambio está dentro de la naturaleza de las cosas, nada es fijo, ni siquiera nuestra identidad. No importa lo mala que sea la situación actual, todo es posible. Podemos hacer cualquier cosa que queramos, podemos crear cualquier mundo en el que queramos vivir y podemos convertirnos en cualquier que queramos ser"


martes, 6 de agosto de 2013

Francisco Varela (Neurobiologo) - La Belleza-Del-Pensar-2001

Repaso con cuidado un  video que estimo como un gran aporte  sobre la naturaleza del pensar, quehacer que considero un camino amplio y de procesos significativos. El entrevistado es un hombre que desde la neurobiología exploró estos senderos, nuestro compatriota Francisco Varela, de amplia experiencia académica a nivel internacional.

Estimados lectores, les dejo este video del excelente programa; La Belleza del pensar.