jueves, 13 de agosto de 2009

Un camino Sinfin




Hoy nuevamente camino por el sendero de la meditación, adentrándome en las sinuosidades de la geografía humana. Difícil tarea es aquella, pues las variadas conductas nos deparan sorpresas y secretos ante los cuales somos iniciados en un ritual de eterno devenir..

Transito observando el diálogo sostenido por un hijo frente a su Padre, una discusión de remotos sedimentos que se reencarna y actualiza en cada época, con nuevos ropajes y mensajes, más siempre adherido al arquetipo fundamental. Las voces emergen desde un principio inescrutable, el hijo siente el deseo de borrar de una pincelada el origen, la autoridad y formación obtenida en esta relación intentando evadir la figura paterna, quién cual sombra en pleno desierto sigue tras la efigie que ha proyectado.

Más allá, una mujer llora frente a la soledad del abandono de su amado, sus lágrimas son el manantial que recorre la historia humana la eternidad del ayer en el hoy y el mañana. Un poco más adelante, en una esquina sombría adornada de bares y locales mustios de animosidad se encuentra “el”, joven traicionado por su compañera. Bebe, en una mesa roída por el tiempo intentando alegrar o desentrañar la solución al enigma interpuesto por aquella mujer de rojos cabellos que hasta ayer le juraba amor eterno.

Prosigo mi viaje en las honduras de la humanidad, mientras escucho el eco de una madre lamentando la muerte de su hijo en manos de un criminal o de un sujeto indescriptible frente al cuerpo inerte de un familiar corrompido por la enfermedad fatal hasta llegar al fin de su actuación en este el tiempo que nos ha tocado transitar.

Duro camino es el que iniciado esta tarde, sendero de iniciados en el dolor, desengaño y desventura, más no del todo ajeno a nuestra misma esencia del vivir. En el eterno retorno, tras la rueda mágica que transita desde escenarios remotos hasta volver a un presente indeterminado cubierta de bonanzas lanzadas a la multitud.

Es una iniciación de pocos, aunque seamos todos los que debamos experimentarla. Hoy ha sido mi tiempo, momento esencial en donde confluyeron espacio, tiempo y acontecimiento significativo que se ha revelado desde un instante. Señal solemne del avance y recorrido por el laberinto de imágenes que nos transportar a un permanente deja vú.

Sonrío, más allá un policía las emprende contra unos maleantes los que a su vez lanzan disparos, escenas reiteradas, repetidas. Un perro vaga en la calle tras un forastero que escarba los basureros. Mientras una bella mujer de cuerpo sinuoso transa ante el dueño de un automóvil del año la tarifa para un encuentro de intimidad y libertad.

Todo es nuevo, más nada es desconocido desde mi vivencia de tránsito. Recuerdo entonces la sentencia del “Nihil Novum Sub Solem” por parte del participante de la asamblea milenaria y tiendo a asentir, pues bajo los sutiles dichos del viajero, se entraña la misteriosa diadema de la humanidad. De esta forma, en un recorrido de contactos oscilantes vamos desplegando nuestro tránsito, en una suerte de espiral, que nos lleva tanto a ascensos y descensos vinculando el instante pretérito con el actual y así también con ese devenir incógnito para nuestra capacidad comprensiva.

La sombría noche se apropia de mi recorrido, los sonidos metálicos imperan sobre la armonía natural, apenas el intento de oír el cantar de un pajarillo extraviado en esa jungla de colores grises y armazones de concreto.

Camino, enfilo mi destino tras la posibilidad de lo distinto, de un nuevo sentido, al girar en la avenida me encuentro con una procesión de automóviles que transitan lentamente, son los carruajes de conquistadores, largas peregrinaciones de esclavos cargando a las autoridades en el desierto o simplemente una legión en busca de nuevos horizontes para conquistar. Nuevamente ese escalofrío que asciende por mi cuerpo me lleva a recordar el ayer, imposible evadir el eterno encuentro de figuras desplegadas antes de mi existencia por la mano invisible que se prodiga la propiedad de mi pequeño existir. Recuerdo el poema de Borges, la mano que está detrás de los jugadores de ajedrez, el principio, el origen, la explicación de nuestra existencia lanzada cual polen hacia un espacio indeterminado y en cuya germinación apenas somos capaces de replicar con una ecuación inscrita en una pizarra lejana.

Silencio, nuevamente avanzo, se activa el movimiento, el hoy se actualiza, el libreto escrito y reactualizado. Nuevamente prosigue el abandono de la amada, la riña entre amigos, el pacto secreto de la insidia, la guerra que surge de la sombra, el eterno individuo que vierte su experiencia en una superficie transmutada; barro, papiro, imprenta, hasta llegar a la intangible Internet.

Mi figura se desdibuja en medio de la extensa avenida, las luces destellantes, dan paso lentamente a la luz de oriente que asciende lentamente hasta apropiarse por un instante de traspasar su energía, nuevamente ha despertado un día, nuevamente han recibido los viajeros la señal de partida, nuevamente ha comenzado el ciclo indeterminado de formas reiteradas con nuevos enigmas que resolver, en un suerte de sin fin estruendoso y pasivo ante la mansa mirada de los individuos y detrás de ellos de sus propias conciencias que no desean alterar la marcha señalada.

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