jueves, 15 de mayo de 2014

La Herencia de Babel

Dentro de la historia en clave teológica, se encuentra el relato relacionado a  la torre de Babel. Esta nos habla del conflicto surgido entre hombres y la deidad, básicamente ante la promesa de los primeros, por erigir una construcción que llegase a los mismos cielos. Todo esto, en un tono cargado de orgullo desafiante hacia  la autoridad, en un atisbo de supremacía que buscaba igualar e incluso superar los parámetros de simple humanidad.

De esta manera, la empresa propuesta ya no sería asumida con la debida humildad y agradecimiento de aquellos dones recibidos desde la divinidad, sino más bien se tornaba en una actitud de descreimiento y absoluta prescindencia de aquello que los griegos llamarían más tarde: Moira...

Vale la pena recordar, que en la perspectiva del antiguo Testamento, la sabiduría queda definida nítidamente en la persona del Rey Salomón, al respecto Humberto Giannini nos refiere: "Como hijo de rey, Salomón fue educado en todas las ciencias de su tiempo, adiestrado en todas las artes y en todos los refinamientos de la Corte. Sin embargo, su proverbial sabiduría no consistirá en la acumulación de todos estos conocimientos y habilidades; su sabiduría va a estar ligada a un acto de obediencia y sometimiento. Sabio lo es sólo el ejecutor de la voluntad de Dios, el guardador de su preceptos y el seguidor de sus caminos" (Breve Historia de la Filosofía).

Prosiguiendo con  la Historia de la Torre, encontramos lo señalado  en el génesis: "Toda la Tierra tenía una misma lengua y usaba las mismas palabras, más Yahveh descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando y dijo: «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua, siendo este el principio de sus empresas. Nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros». Así, Yahveh los dispersó de allí sobre toda la faz de la Tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamó Babel porque allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie.

Enfrentamos en esta historia por tanto  un claro dilema, entre el saludable desafío propio de los seres humanos por avanzar hacia un determinado desarrollo, versus la expresión también humana de aquello que los griegos denominaron Hybris (orgullo vano). En este caso, la Hybris se antepone a la voluntad del reconocimiento divino, no obstante bien puede ser expresión de antagonismo hacia los pares, es decir los propios seres humanos entre sí. En efecto, el brote de potestad cuasi mesiánica, que deviene en devastación de la cordura y asimismo  perdición cabal de la altura del hombre,  es una temática recurrente en el curso de la historia de la humanidad.

Si somos capaces de trascender este relato mítico o escrito bíblico, encontramos un acontecimiento de actualidad. Específicamente  en nuestra comarca de Chile, pues no ha estado ajeno nuestro territorio  de manifestaciones claramente en el sentido de la Hybris griega. Esto es; expresiones de soberbia, ampulosidad y arrogante vanidad que ha redundado en un ambiente de tensión y amenazas altisonantes. Esto, ha sido directamente observable  en el quehacer político, en donde precisamente la mesura y diálogo debiesen guiar la labor cotidiana de aquellos que supuestamente buscan el bien común de la Polis. Al revés, de aquello,casi como una maldición o una tragedia, -Se ha abierto una verdadera caja de pandora -, constatando una visión excluyente, unilateral y que pareciese validar sólo una sola forma de entender la realidad, - aquella de la autoridad vigente- en cuanta propuesta surge hacia la comunidad.

En este punto, volvemos a un concepto de sabiduría Socrática, que ve en el diálogo, es decir el hablar entre dos, la herramienta efectiva de la verdad objetiva.

No será la primera vez entonces, que los Cantos de Sirena tornen ingobernable la conciencia de quienes deben navegar en los designio de nuestra sociedad. Más, la altura del deber y misión, demandan un cuidado para justamente cumplir con la nobleza de la sabiduría que atiende tal proceso.

El fin de la Historia de la Torre de Babel llega con la división de los hombres, pues literalmente quedan aislados de dialogar, en síntesis de comunicarse y con ello acordar y elevar la simple conversación en un proceso de unidad. El mensaje que rescatamos entrelineas es evidente; tanto el orgullo como la exclusión condenan a la fragmentación de la sociedad y asimismo abren una peligrosa aventura para quienes resulten arrastrados por la visión de vanidad.

Téngase presente entonces lo señalado, para todos quienes deben liderar un proceso, sea cual sea la naturaleza de este; La imposición voluntariosa y ciega, no tiene sino como resultado la división. Ayer, hoy y siempre, en el camino del eterno retorno, que nos señala el "Nihil Novum Sub Sole"...




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