El tiempo de infancia se asemeja a una pequeña oruga, que camina lentamente en un jardín que nos parece el Amazonas..
Todo se presenta inmenso, inconmensurable..
De pronto, dicha temporalidad evoluciona a un ritmo de altos y bajos, curvilíneos, similares a los de una ágil serpiente que se despliega en un amplio campo...Aquí surge esa dimensión de adversidad y placer, euforia e ira, dualidades tan propias de la juventud..
Finalmente, viene un tiempo que se asimila a una liebre de saltos tan abruptos, que impiden constatar lo veloz que transcurre todo y lo efímero de la vida...
Surge entonces la sensación de que nuestra propia existencia, se escurre entre las manos, como el agua en el desierto..
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