Cotidianamente debemos lidiar con aquellas sombras que emergen desde la fuerza de la oscuridad de nuestra historia. Así, temores, culpas, incertidumbres, derrotas, entre otros elementos van expresándose en nuestra conducta presente.
La amenaza se va hilvanando en un proceso paulatino, que a veces implica una extrapolación desde distintas etapas de nuestra vida a un presente, que actualiza aquellos elementos que no han logrado ser superados.
Un resquemor frente a un tópico determinado, la fobia instalada que no desaparece, manifestaciones de vulnerabilidad reiteradas, en fin son diversas las formas en que se instala aquél evento que persiste dentro de nosotros y vive actualizando su dinámica.
La indiferencia, escasa habilidad para enfrentar un conflicto, funcionalidad para presentarse en la vida con un determinado rótulo y asimismo un ambiente que inhibe o minimiza dichos procesos pueden ser algunos de los factores que colaboran en la dificultad de avanzar, sin un determinado lastre psicológico.
Lo que en algún momento era aceptable o al menos no generaba un cuestionamiento, en un instante surge como oposición, conflicto o una aridez que da cuenta de una sensación de desconcierto, soledad, frustración o llanamente vulnerabilidad.
Es en dicho instante donde la figura del “fantasma” como arquetipo del imaginario adquiere una presencia corpórea, palpable que hace sentir que algo no está del todo bien en nosotros y desde allí hacia el entorno.
De allí en adelante, tendremos el desafío de lidiar con aquellos elementos creados a imagen y semejanza de nuestras angustias y traumas no superados hasta el momento cúlmine en que deberemos asumir nuestro rol redentor cual héroe que logra desentrabar los enigmas del laberinto (Teseo) o simplemente iniciar la peregrinación para dar cuenta de los monstruos que agobian nuestra existencia en un encuentro cara a cara(Heracles). También existe la posibilidad de cargar con ellos durante nuestra existencia a la semejanza de Sísifo quién no logra nunca escapar de su destino...........
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