miércoles, 26 de enero de 2011

Flamencos en la Ciudad

Soñé que desde un gran ventanal, contemplaba un paisaje diverso, algo confuso y sin embargo familiar. De pronto, en medio de ese sueño, mi visión se dirigió hacia el cielo, la tarde límpida y un celeste escenario fueron engalanados con una gran bandada de flamencos. Sí, esos mismos que estamos acostumbrados a observar deambular apaciblemente en las lagunas y lagos del altiplano se me aparecían como una imagen fantástica.

¿De donde venían?, ¿Qué buscaban?, eran preguntas que en mi sueño intentaba dilucidar…

Su vuelo alzado los distinguía, parecían armonizar sus alas en cada instante permitiendo apreciar tanto a cada uno como al conjunto de la bandada.

En un momento fueron aterrizando uno tras otro en un gran terreno adjunto a donde me encontraba, allí los podía observar sacudir sus alas, darse baños de tierra seca, polvo de tenue café, algo rojizo. Era extraño, no se encontraban en su tierra, habían venido desde muy lejos y los apreciaba en este acto simbólico en donde el agua era la gran ausente, así de pronto casi sin darme cuenta el escenario anterior rotó a un espacio similar a una plaza, con piletas, lagunas artificiales y allí nuevamente estaban los flamencos, intentando asir algo de agua en sus cuerpos, las personas los observaban admirados, perplejos, sin respuestas.

Era un hecho maravilloso y a su vez enigmático pues rompía con el esquema monótono de nuestra ciudad, repleta de cemento, espejos, artificios sin naturaleza presente sino más bien ausente, agazapada, extraviada en su destino. Permanecieron por largo rato, sacudiendo su corporalidad y frotándose contra el piso, nadando imaginariamente en esas tierras lejanas a su origen. Su mensaje aún lo intento develar, para mí eran cuerpos de otro tiempo, errantes, libres, parte de mí, de la montaña, de la vida que recobraba sus bríos. Asimismo, eran reflejo del presente, épicos viajeros en busca del elemnto más vital y significativo para cualquier ser de este planeta, ellos rompían el pacto de silencio y se acercaban a nosotros.
¿Seríamos capeces de oirlos?....

No pude proseguir mi vivencia pues luego, mi sueño se torno difuso, no quedaba nada, sólo la soledad más extensa, el sonido del viento, el cielo, sin presencia de observadores, yo mismo quizás era sólo un reflejo, un recuerdo y aquella visión una simple remembranza de un fantasma que vagaba en el espacio y así aquellos flamencos errantes y la misma la ciudad que los acogía eran la esperanza, la imaginación y todo el universo de probabilidades que lograron fugarse en una noche de verano en donde el calor anecdóticamente superó los 35º aquella noche……..

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