lunes, 19 de diciembre de 2011

Divagaciones de un Explorador

Entonces aclarada la mañana, me dirigí a la ciudad que todos comentaban: Tarsis, la magnífica.

Los ejemplares relatos que sobre esta urbe se realizaban, hacían referencia a una suerte de mítica región perdida. Allí en medio de tesoros y poderes inescrutables se encontraría la respuesta esperada por siglos. Tan anhelada como la guía que orienta a navegantes extraviados, desolados y olvidados por todos los que alguna vez estuvieron en su memoria. –Sé, que hablar así suena extremo, quizás una locura-, he de asumir tal denominador, pues el viaje hacia lo desconocido nunca confirma, sino más bien promete un viaje hacia el por-venir. Será por eso que en algunas regiones, dicha ciudad se asemeja con embarcaciones de aventura osada y así mismo con los misterios de la divinidad que se encuentra por revelar la nueva por venir.

De otra manera, la ciudad también se vincula con minerales, joyas preciosas, magnas gemas de iluminación, aunque algunos versados en materias del conocimiento más acabado, aseguran a pie juntillas que tal iluminación no es sino la oportunidad de sabiduría, la misma por la que optó Salomón.

Como sea, partí rumbo a la tan nombrada ciudad y para ello no hubo consideración que hiciera el debido contrapeso, pues era tal la potencia de su atracción que podríamos decir que nada había sino el eco del sonido de las voces que desde allí trascendían para llamarme a su búsqueda. El viaje comenzó de esta forma y yo peregrino de milenios, aún continúo tras mi ruta prometida, algunos de mis acompañantes han extraviado la pasión de antaño aunque en lo personal mantengo mi búsqueda con más motivación de abrazar el mensaje que aguarda en las veredas y bibliotecas que mantendría el eterno sueño.

En los periplos de caminos intrincados hemos llegado a la mismísima región de asia, tras la huella de Jonás y su embarque. Asimismo siguiendo las fuentes del historiador Heródoto nos hemos acercado a las columnas de Hércules tras la región de Tartesos como han dado de llamar algunos a Tarsis, tierras de Argantonio y los designios de misterios por descubrir, tras el curso de variados testigos que estuvieron con sus propios ojos atestiguando los más notables prodigios de aquella tierra de enigma: “un navío samio, que tenía por patrono a Colaios y que se dirigía hacia Egipto, fue arrojado fuera de su ruta a la isla de Platea; las samios confiaron todo el asunto a Corobios y le hicieron un depósito de víveres para un año. Ellos mismos, que, al partir de la isla, habían marchado con un enorme deseo de llegar a Egipto, navegaron fuera de su ruta, arrastrados por el viento del Este; y, sin dejar de soplar el viento, alcanzaron las columnas de Hércules y, conducidos por un dios, llegaron a Tartessos. Este lugar de comercio estaba sin explotar en esta época, de forma que, a su vuelta, estos samios realizaron con su cargamento el mayor beneficio que haya conseguido hasta ahora ningún griego, del que nosotros tengamos referencias exactas, si exceptuamos a Sóstrato, hijo de Laodamente de Egina, que ningún otro puede compararse con éste. De sus ganancias los samios dedujeron el diezmo, seis talentos y ordenaron fabricar un jarrón de bronce en forma crátera argólica” (la cita es del historiador Heródoto, Historias, IV, 152.).

Inclusive en las costas de Cerdeña también desembarcamos, pues allí aseguraban los navegantes que se encontraba la ciudad de los refinados minerales tornados en doradas promesas con formas indescriptibles para el simple profano…

Como sea, la tarde cae y una nueva noche se aproxima, deberemos aguardar un nuevo día para iniciar nuestra travesía hacia la tierra mencionada, quizás para algunos sea una mera anécdota de un demente extraviado en libros y testimonios de dudosa veracidad, quizás para otros menos enjuiciadores sea la realización del sueño de un viajero que no cesa de perseguir un horizonte prometido, en fin que cada cual se levante en su rol. Las posibilidades existen, -lo sé-, por ello de no mediar algún imprevisto, mañana de madrugada, cuando el viento nos acompañe junto a los sususurros de Eolo, surcaremos nuevas olas tras la tierra de las maravillas, Tarsis la magnífica, así será por siglos..…


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