viernes, 24 de mayo de 2013

21 de Mayo

Resulta interesante pensar el 21 de mayo en un sentido amplio, ya sea como; una fecha lanzada a inscribir la heroicidad en el universo del imaginario nacional, un instante en la historia, una suerte de apertura y quiebre que permite trascender el espacio-tiempo y proyectarse en una hazaña con aportes más allá de la simple evocación, e indudablemente el sentido de acción de un grupo de hombres como portadores de una misión en el nombre de su país.

Probablemente, algunos enmarcarán esta fecha sólo  en el instante histórico de 1879( no pertenezco a dicha estirpe de analistas) pues mi visión de dicho episodio va mucho más allá de dicho evento e incluso del mismo instante en que escribo. En efecto, si consideramos los elementos que se delinean en nuestro presente podemos rescatar aspectos altamente significativos para el desafío hacia el futuro de nuestra patria.

En primer lugar la unidad, como base de inicio para abordar cualquier desafío y junto con esta, la necesaria capacidad de trabajo en equipo.

Al respecto y basándonos en  los hechos históricos el 21 de mayo,este  posee unidad y diversidad. Pues si bien encontramos dos episodios que poseen un origen común (la defensa nacional) también vemos dos estilos de abordar este desafío, los  que finalmente son complementarios a un mismo fin. Por un lado; Arturo Prat y la Esmeralda en el combate naval de Iquique, que evidencian el arrojo, valentía y entereza de afrontar un desafío evidentemente desigual (así mismo lo reconoce el capitán en su famosa arenga) hasta la muerte. Todo esto, en un marco que confirma claramente el designio Aristotélico; que sólo los hombres pueden apelar a la valentía, en su calidad de mortales a diferencia de los Dioses.

Tenemos por tanto la virtud de la valentía, término medio del cobarde y el temerario, que llega hasta el límite de la propia entrega en un combate, con un tono emotivo de alta intensidad que colinda con la pasión de ofrenda a un fin superior.

Por otro lado, encontramos a Carlos Condell y la Covadonga, en el combate naval de Punta Gruesa, que evidencian la capacidad de análisis, cálculo y técnica llevada al campo de la estrategia para discernir la acción a emprender frente a la embestida de la Independencia. Al conocer la acción, podemos asimismo afirmar que la toma de decisiones resulta ser altamente efectiva y eficiente, como es, navegar cerca de la costa, para imposibilitar al blindado peruano de atacar a riesgo de bombardear la ciudadela y asimismo invitarlo a "aguas bajas" con el fin de lograr su encallamiento.

El 21 de mayo de 1879, por tanto, es una clase magistral de conjugación de emoción y razón, un diálogo de las sensaciones profundas de nuestra persona con su contraparte de lógica,  ambas fuentes terminan  por inspirar y motivar a un país entero y quebrar el statu-quo para lograr el triunfo. No podemos por ello intentar  analizar el presente sin considerar estas dos dimensiones. La sola pasión, termina por envilecer nuestros actos, llevándonos al desborde, conflicto desatado y buscando las respuestas en utopías reduccionistas. Por otro lado, la sola razón, enfría nuestros actos, los liga a un automatismo lejano de nuestro sentido de heroicidad que anhela emprender grandes sueños y termina en una apatía distante de sus beneficios.

Los tiempos presentes, requieren y demandan la capacidad de Liderazgo desplegado por ambos capitanes, la heroicidad y compromiso leal con su patria y sobretodo una capacidad de conjugar en una amalgama emoción y razón, en una síntesis de necesaria serenidad.

De allí, emergerá una respuesta de conjugación e integración, más que una de confrontación y antagonismo, que permitirá nuevamente entender que la unidad puede encarnar asimismo la diversidad y viceversa, sin necesidad de dilemas falsos y erráticos para el devenir de nuestro país

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