domingo, 30 de noviembre de 2025

La Cantera

 En una lejana cantera, los ruidos monótonos del corte de piedras ambientan el trabajo de miles de artesanos. 

Día tras día, los golpes secos de los tokis contra la toba volcánica resuenan como latidos de la isla misma.

 Los moái crecen lentamente: primero un rostro, luego los ojos ciegos que mirarán eternamente al mar, esperando proteger a los vivos desde la distancia.

Uno de aquellos hombres, llamado Hotu, era el más joven del clan de los talladores. Había visto nacer cientos de estatuas, pero nunca había tocado una que estuviera destinada a llevar su propio linaje en la espalda. 

Aquella mañana, el ariki le señaló una roca virgen y dijo simplemente: «Esta será la última».Hotu trabajó sin descanso. Sus manos sangraban, pero seguía. Cuando la cabeza emergió por fin, algo extraño sucedió: los ojos del moái no miraban hacia el océano, como mandaba la tradición, sino hacia la cantera. Hacia ellos. Hacia los hombres agotados que lo habían creado.Esa noche, la luna llena iluminó Rano Raraku como nunca antes. Los artesanos dormían entre las estatuas a medio hacer cuando un crujido profundo sacudió la tierra. 

Uno a uno, los moái inacabados comenzaron a moverse. No caminaban; simplemente se inclinaban, muy despacio, hasta que sus rostros tocaron el suelo frente a los hombres que los habían tallado. Hotu despertó sobresaltado. 

Frente a él, su propio moái había caído de rodillas. De sus ojos de coral blanco brotaban lágrimas de piedra líquida que se endurecían al instante, formando un sendero brillante hacia el mar.

Al amanecer, la cantera estaba vacía de hombres. Solo quedaban las estatuas, todas inclinadas en reverencia. Y en lo más alto del cráter, el último moái permanecía erguido, mirando hacia adentro, hacia la isla que ya no necesitaba guardianes: los había convertido en guardianes de sí mismos.

Desde entonces, quien visita Rano Raraku al atardecer jura escuchar aún esos golpes monótonos. Pero ya no son tokis contra piedra. Es el corazón de los artesanos, latiendo dentro de los moái para siempre.


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