jueves, 20 de noviembre de 2008

El Camino Interior




“Sin salir por la puerta
se puede conocer el mundo.
Sin mirar por la ventana
se puede conocer el camino del cielo.
Cuanto más lejos se va,
tanto menos se aprende.
Por eso el sabio
sabe sin desplazarse.
Entiende sin ver.
Realiza sin hacer.”

(Lao Tsé)




El tránsito realizado por los diversos senderos del camino que delinea nuestra vida es parte del rumbo que hemos de asumir en nuestra existencia y que presenta asimismo los matices más extraños y significativos ante nuestra experiencia personal. Así, nada es realmente extraño ni familiar del todo , sino más bien una forma en que las vivencias se manifiestan.

Por ello, aunque seamos testigos ante eventos altamente llamativos, no forman estos por si mismos la razón o el fundamento de dichos episodios, sino somos nosotros mismos, quienes otorgamos una carga de significación distintiva a tales sucesos y de esta manera podemos llegar ante la sorpresa o la simple indiferencia.

En este sentido, es dentro de cada uno de nosotros donde yace la caja secreta de Pandora que ha de abrir o cerrar las puertas de los episodios más radicales o tenues de los capítulos de la vida.

¿En cuántas oportunidades hemos sido actores presentes de dichos sucesos?, acaece un evento que es percibido por varios observadores y posteriormente el mismo e “Unívoco” suceso, es relatado o definido de diversas formas.

Las peripecias de nuestro tránsito por esta vida demandan una habilidad no tan sólo para enfrentar el riesgo y resolver conflictos, sino también para ser lo suficientemente flexibles ante los escenarios y anticiparlos, de este modo debemos ser capaces de encontrar el sentido del relato que vamos delineando y desenmarañando.

Parece ser algo sencillo pero en la mayor cantidad de ocasiones somos incompetentes en trascender el mero presente y entregar un relato cargado de significación hacia el futuro. Nuestro “estar” o” ser” por tanto, no es tan sólo un mero caminar sino un símil de quién utilizando las coordenadas designadas, sabe hacia donde dirige su destino, o al menos mantiene cierto anhelo de ello. Quizás por esto se ha enfatizado en la esperanza y la fe de los sujetos, como herramientas auxiliares en este tránsito.

Podemos imaginar este viaje con diversos días, en donde existe perfectamente la posibilidad de contar con días soleados, lluviosos, con temporales, sequía o emboscados de nieve. Aún en la más absoluta incertidumbre y con la oscuridad presente debe existir un atisbo que impulse nuestro caminar hacia delante. Es quizás esta una oportunidad para la esperanza o la fe.

Cada caminante deberá apelar a ese cargamento interno que trae consigo de manera tal, de reforzar la capacidad de alcanzar la meta aún lejana que se delinea en el horizonte. De esta forma más que buscar denodadamente en el exterior, debemos ser exploradores de nuestro propio interior, en las profundidades de esa vieja caja que se halla en la más elaborada estantería de nuestra ciudad interior, ese mundo atisbado por los gnósticos o en oráculos milenarios y que hasta el presente demanda ser reconocido como una instancia de sabiduría, un manantial subterráneo que riegue los surcos definidos en el campo de nuestras propias vidas.

“Conócete a ti mismo” demanda el designio, atrévete a confrontarte cara a cara con tus ángeles y demonios, la historia uniforme y deforme, la de tus recuerdos y la de tus pesadillas, acércate, desciende hacia tu propio yo y comienza ese camino que nos espera.

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