miércoles, 15 de diciembre de 2010

Viajero



Al acostarme, miré por última vez la ventana y pude contemplar con detalle la noche estrellada. La luna destacaba entre los destellos titilantes de esas luminarias en el cielo, recosté mi cabeza en la almohada y me dormí sin mayor trámite hasta que el sonido de una campana me despertó, era la hora para levantarse.

Procedí presuroso a realizar mi baño habitual, luego a ordenar mi equipo para marcharme y cuando me encontraba en dichos trámites se presentó ante mi la mujer sonriente y me señaló que estaba invitado a realizar una práctica de Zazen, algo dubitativo le pregunté de que se trataba y ella me indicó: - más que palabras el zazen es práctica, por ello debes experimentarlo-, aunque con dudas, asentí decidido a constatar de que se trataba.

Fuí conducido a un salón especialmente habilitado, que ellos denominaban DOJO, una suerte de altar desplegado, con una efigie de Buda y asimismo una imagen del maestro rector de este grupo según me explicaron, allí estaban dispuestos además una vara de madera que marcaba una separación entre el altar y el mundo exterior.

Para entrar debía pisar con el pie izquierdo y luego con el derecho, saludar con ambas manos juntas a Buda y transitar en el sentido del reloj, rodeando las figuras centrales.

Todo eso era nuevo para mí, ese mundo de personajes minuciosos y disciplinados no dejaba de sorprenderme.

Luego del rodeo, debía buscar una posición, tomar uno de los cojines redondos que allí estaban dispuestos (que ellos llamaban Zafu) sentarme sobre el en posición de loto o semiloto, espalda recta, hombros caídos, palma izquierda sobre derecha con los dedor pulgares encontrándose en forma casi recta y el borde de la mano apegada a la cintura (a unos 10 centímetros bajo del ombligo),mentón levemente recogido y una mirada hacia el frente en un ángulo de aproximadamente 45 grados.

Así me encontraba mirando hacia la muralla, apenas atisbaba a mis compañeros, me preguntaron como estaba y señalé que bien, los demás estaban dispuestos y el monje regente inició el proceso, sentí una extraña tensión entre la postura y la posibilidad de que mi mente buscara una instancia más allá de la perturbación....

Los pensamientos son como nubes, debes dejar que pasen frente a tí, no las debes retener ni reprimir -sentenció la voz del guía-, así lo hice y proseguí mi incursión en aquél lugar..........

No hay comentarios: