martes, 26 de abril de 2011

El lamento de Gea



Fente al abismo que despejaba las fronteras de la tierra y el mar, se escuchó la voz quejumbrosa de una mujer, era un grito profundo que se orientaba hacia el oriente y demarcaba el origen de un sufrimiento, que era desde hace bastante tiempo, quizás demasiado una suerte de agonía.

Era la voz de la tierra, una voz asimilada a la de una mujer de vejez, de tiempos desgastados, su representación era la historia derivada en trabajos del mundo agrícola; labranzas, cultivos, cosecha, siembras, abono, riego que delineaban el secreto vínculo del hombre con ella, desde que la orfandad de la estepa le concedió el beneplácito del asentamiento con la mujer mítica de donde nacen los frutos y los ritos de fertilidad.

Esa voz, que antaño fuera expresión de vitalidad hoy era encarnación del desgano, desfallecimiento y cansancio pues la procreación con el hombre había devenido de amable matrimonio a impía dominación. Por ello, sus descendientes habían jurado castigar a la raza humana por sus constantes atropellos hacia su divinidad. Así optaban por aislarse de la posibilidad de prolongar la vida y al contrario encaminar su destino hacia una muerte lenta y segura.



La casta emergente nada sabía de los secretos de los cultivos ni menos del enigma estacionario y sus acordes melodiosos que dormían o despertaban el fruto de la prodigiosa fecundidad de las entrañas de la divinidad.Asimismo sus congéneres se encontraban ensimismados o afanados en sus propios combates, nada comparado con el universo o las constelaciones se decían, al mirar en detrimento al alma de la tierra, fuerza subterránea, ctónica que fluía cada vez con menos intensidad en el alma de aquél sitio.

Lo cierto es que nada parecía movilizar la reacción ante la descomposición, ni siquiera los antiguos aliados a quienes la magnánima mujer encarnada en Gaia había prodigado sus obsequios. Eran tiempos distintos, el ritmo marcado por el metal tornaba artificial las voces, las relaciones y las emociones, la imagen redentora se disgregaba y la nada emergía con vitalidad; Caos arremetía, engalanaba y dirigía los destinos. Así las cosas la imagen proyectada por la sensación de aquellos testigos era débil, de años, milenaria sensación de cercana muerte que con voz senil musitaba las últimas frases de aquella escena.

Quién fuera su compañero en el escenario de la divinidad hoy se consumía en batallas ajenas, lejanas, ella caía en el olvido, sus pechos secos, sus piernas débiles le impedían alimentar o recorrer el espacio que hasta ayer enseñoreaba la magnífica expresión de la naturaleza femenina. Al contrario sus fuerzas sólo habían alcanzado para buscar refugio en la antigua caverna que había servido de morada y resguardo para sus pasiones. En tanto hoy , el reflejo del tiempo ido acompañado del moho otoñal la consumían lentamente, su existencia parecía desvanecerse poco a poco, segundo a segundo, desmembrándose cual árbol que se libera de su corteza como el guerrero de su armadura, todo ello representación del abandono, de la liberación oculta que latía y que la conducía a negar lo que era Ella, encarnación de Vida, fuente de alimento y refugio de la esterilidad vana que abarca más no procrea, consume más no replica ni multiplica y sólo existe en una suerte de testimonio de mutismo sin más…

Esa transición era su máximo desafío pues ignoraba hacia donde la conducía o si realmente la llevaría a algún lugar. ¿Luchar o fenecer?, ¿Perdurar o mutar?, preguntas que la acosaban sin respuesta en medio del sonido de estímulos eléctricos y metálicos que avanzaban sin cesar en medio de cada camino, sendero o vestigio en donde antaño su proyección amparaba la civilización que se había nutrido de ella en una alianza de alimento y cuidado mutuo.

La cortina de gris teñido, señalaba la cercanía de las huestes adversas, para ella su tiempo iba en franco retroceso, quizás así estaba escrito, ¿quién lo sabría realmente?, al menos no quienes precipitaban aquella escabrosa escena mientras los gritos vociferantes permeaban el cantar de las aves y enturbiaban las aguas en donde ella solía beber para llevar sus frutos a los humanos…..

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