sábado, 28 de julio de 2012

El Gran Océano

Fue una larga jornada recorrida, una de caminos extensos con aventuras sin comparación, donde los viejos enigmas se actualizaban y donde las capacidades del interior se convertían en la llave maestra junto con el apoyo de tantos agentes del mundo externo. De tal manera la marcha se hizo liviana, relajada, con una verdadera sensación de equilibrio y calma conmigo mismo.

Desde lo alto de la colina se divisaba el borde de la costa y el gran horizonte de océano que desbordaba la inmensidad, caminé decidido hacia el, pues su inmensidad impregnada de azulina fuente, daban la sensación de una panorámica celestial, éxtasis, calma y felicidad recorrían mi interior.

Mis pies tocaron la arena algo tibia que comenzaba a transmitir la energía del sol, poco a poco la suavidad, la fragancia y el sonido de las olas fueron encontrando un lugar apropiado para armonizar ese instante y facilitar la posibilidad del reencuentro…

Sin pensarlo, me adentré poco a poco en el gran océano, sumergiéndome en sus aguas renovadoras. Con esta acción recordé a los peregrinos de naciones distantes y diversas, que lavan su cuerpo y con ello su alma, recordé los rituales de bautizo que había observado en el oriente y sobretodo recordé el inicio acuático de nuestra especie que en el vientre materno vive protegido en el mágico líquido para luego emerger a la vida terrestre. De esa manera, me sumergí hacia lo profundo en un mundo de proporciones que superan la mera conciencia parcial, en una búsqueda del silencio revelador, pues sabía que aquella vivencia era la expresión del potencial renovador que lavaba todo lo vivido, de cierta manera era una nueva etapa, una vida nueva, un verdadero renacimiento.

A lo lejos el graznido de las aves generaba una sinfonía que entremezclada la brisa con  aromas salinos y el inmenso eco de las olas, convirtiendo lo disgregado en una verdadera unidad sinfónica….

De tal forma, al emerger y caminar lentamente, ya no era el mismo, simplemente era otro, nacido de nuevo. Hijo del mar, un hombre heredero de la historia, esa que renueva los ciclos año a año, con la sutil formalidad de las estaciones.

Observé entonces el horizonte y sólo sonreí, mi sonrisa era una expresión de gratitud ante lo vivenciado, todo ello junto al silencio de quién opta por el encuentro más profundo y significativo con la vida….





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