miércoles, 19 de junio de 2013

Tensión Existencial

Huérfanos, abandonados a nuestra suerte, perdidos en un  mundo que no sentimos propio, casi como trasplantados, ajenos, lejanos y distantes. Esta sensación que relato, no es banal, -para nada- . Es más bien una percepción creciente que observo en el comportamiento de los latinoamericanos. La raza cultural de la que soy parte, aunque no necesariamente sea partícipe de las aventuras que allí se han fundado, o al menos no todas….

Efectivamente, existe un ADN que une el sentir del pueblo tributario del imperio español con una conducta compulsiva hacia la autodestrucción, que va marcando a intervalos determinados su huella; esa  búsqueda frenética por alcanzar el paraíso en la tierra. Como una verdadera predestinación, obsesión que no reconoce atisbo de pragmatismo, ni  un mínimo darse cuenta, que nos llevaría a entender que estamos lanzados en el mundo, para realizar un viaje que no es el de milenaristas o redentoristas que acompañaron a los soldados españoles, sino el de hombres con virtudes y miserias, con justicia en  lo posible y capacidad de superación con responsabilidad. No obstante, algo parece nublar la vista y correr por la capa subterránea y de allí al exterior, hasta llegar a los individuos que habitan nuestra tierra, para mantener la tensión en forma constante a través de nuestra joven historia.

Unos más que otros, unos antes y otros después, cada cual parece seguir su ritmo particular hacia la búsqueda de senderos de mágico triunfo. Ciudadelas de oro, fuentes de la eterna juventud, riquezas, excesos, hastío y sobretodo una colección de   personajes míticos que nos llevarían a la ciudad celestial, conforman el signo gravitante de los últimos cien años. No estamos hablando por cierto de indígenas o nativos ajenos a un sentido de progreso. No, estamos ni más ni menos ante sujetos tributarios de las doctrinas emanadas desde las aulas universitarias, supuesta fuente de conocimiento y educación hacia la sociedad anhelada.

Sin embargo, no pasan más de dos años, sin que en nuestro espacio vital no seamos testigos de embestidas de violencia desde dicha supuesta matriz del saber. Una violencia visceral, que lleva a rayar, quemar, destruir y destrozar todo lo que se encuentre a su paso. ¿Qué tipo de ciencia o razón habita en dichos espacios?

De esta manera,América Latina vive jalonada permanentemente en un dilema existencial; avanzar con una mirada de realismo y por ende, de adultez hacia el devenir  versus la eterna adolescencia; el Puer Aeternus, que no desea asumir compromisos, ni mucho menos la responsabilidad de enfrentar cara a cara la tensión del sacrificio que conlleva la razón.

Esta manifestación no deja de ser consistente en cada capítulo de los países que conforman nuestra comunidad. Tensión permanente entre el paso gradual de reforma y cambio delineado frente a esa desesperación de llevar a cabo el reino de los cielos en un designio mesiánico que involucra tirar todo literalmente por la borda, en una actitud fundacional y autodestructiva.

Aborrecimiento al trabajo dedicado, al esfuerzo, orden y  justa remuneración conforme a las cualidades de cada sujeto, se confrontan con una oferta redistributiva, igualitarista, abundante en caudillos y con diseños globales que asfixian la iniciativa y el emprendimiento.

Estados omnipotentes dirigidos por priores iluminados, que encarnan un  rol secular de reemplazo frente al antiguo poder de la iglesia católica, viene a revelar que los latinoamericanos oscilamos en polos extremos aunque igualmente similares; no asumir nuestro rol de adultos. Dejando siempre al otro que asuma por nosotros o asimismo, culpando siempre al otro de nuestros errores.

Por otro lado, la negación de la gradualidad y asimismo la fascinación por la inmediatez en un sentido de búsqueda voluntariosa de alcanzar la utopía  anhelada, rompe con cualquier ejercicio de sentido, encuentro y consenso. Por ello, no es extraño ver consumar la intransigencia con tanta facilidad en nuestra tierra.

Herederos de buscadores de ciudades perdidas, del Dorado prometido que nos traería la riqueza instantánea para olvidarnos del quehacer cotidiano, aún sumergidos en una fase de negación hacia la permanente resolución de dilemas y encrucijadas que cual  Ulises debemos saber enfrentar, sin olvidar que los mantras vociferantes, lanzados cada cierto tiempo no son más que cantos de sirena, en un mundo que demanda la transición a la  capacidad de entendimiento, desarrollo y  proceso

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