martes, 3 de febrero de 2009

En Busca del Camino: Mi Soledad





Reina un silencio envolvente, sin embargo no escucho mi voz interna, apenas el eco de un recuerdo perdido. Entre la ruta recorrida y el camino por hacer, han quedado guardados mis instantes más preciados, junto a un silente escenario de mudos testigos.

Callo, intento oír la más mínima señal enviada desde los mundos en donde corre libre mi conciencia, sin tener que tributar mí libertad a nadie, pero no obtengo respuesta.

El silencio se apodera de cada rincón, avanza serpentinamente entre escalones y arbustos. Desde el solitario horizonte donde destella la imagen del sol, hasta la oscura quebrada de ensimismamiento y tristeza que se ha depositado en mi corazón esta tarde.

Es difícil lidiar con una situación así, hasta ayer el ruido me envolvía como una gran ola en el mar más absoluto de mensajes, cantos y coros. Hoy en cambio, es mi presencia la única probabilidad de entablar un discurso hacia el infinito, anhelando quizás que las palabras retornen desde dimensiones distantes y perdidas, entre la nobleza de un creyente milenario.

-Soy mi único interlocutor- Así espero con la calma del paciente que algo suceda, me permito aceptar esta particular audición conmigo mismo casi como una excentricidad y de pronto de la nada mis sentidos adquieren una trascendencia distinta. Un subterráneo manantial de ideas, palabras y deseos se comienza a expresar desde mi interior, iniciando el diálogo más esquivo posible de imaginar, como una ciudad atiborrada de sonidos, cánticos, bocinazos y quiebres latentes.

Me encuentro frente a mi mismo, ante mi voz interna que recupera el sentido y logra establecer una coordenada de expresión sin extraviarse ni pretender falsas e ilusas metas. Es entonces cuando surgen las emociones más intensas dentro de mi, aquellas guardadas en mi temprana infancia y que luego fueron archivadas para un regreso incierto que el tiempo fue sepultando hasta convertirme en el autómata en el que soy hoy. Una especie de robot que transita desde el curso definido previamente, cumple funciones planificadas con antelación y mide su existencia desde la comparación con los otros seres que pueblan la gran ciudad de cemento que nos acoge y aturde día a día.

Cada día está predestinado entonces desde la gran ciudad para cumplir objetivos y no cualquier objetivo, sino aquellos dictaminados desde la oscura conciencia de la maquinaria artificial que nos impele a ser hábiles circuitos y eficaces vehículos de transmisión para el suprasistema en el que estamos inmersos.

No obstante, hoy es diferente; el día, la sombra y la escasa luz algo son distintos a las imágenes de ayer. Es el espacio de soledad y privación de sonido lo que me obliga a acercarme a mi persona. Después de tanto tiempo, me he convertido en un extraño para mí. ¿Dónde está el niño que sonriente esperaba a su padre en las tardes?, ¿Adonde marcharon mis compañeros de juventud?, ¿Mis primos, hermanos, tíos?, ¿Qué ha ocurrido con mi ciudad, mi pequeña ciudad? No logro escuchar nada, apenas fluyen y brotan mis pensamientos,- es demasiado esperar por este instante una respuesta desde mi mundo subterráneo-.

Comienzan a surgir nuevas interrogantes, el silencio acosador es ahora mi fiel compañero y mentor, estoy dispuesto para el viaje, aquél que me ha de conducir a los espacios secretos de mi vida hacia aquellos lugares ocultos como vías de iniciados y luego fueron sepultados por el paso del tiempo quién se fue encargando de adosar la suficiente racionalidad y justificación como para creer en aquellos sueños de infancia o en los anhelos juveniles.

Cual prometeo que busca la llama de la sabiduría busco a hurtadillas en medio del tumulto de ideas y recuerdos mis propios sueños, desilusiones, fantasmas y deseos aún vigentes en la reserva inconsciente.

Me inspiro a la luz, al mensajero, a la montaña mágica y a las exploraciones de miles de intrépidos que partieron a buscar lo inalcanzable, lo inesperado que latía en lo profundo de cada uno.

Observo aquél día en que marché a estudiar y un poco más allá retorna la emoción sentida del primer beso a la mujer amada. Se agrupan nuevas sensaciones acompañadas de figuras, proyecciones múltiples almacenadas que elevan el vuelo como bandada de aves migratorias. El perfume de la cita secreta, la escapada de aquella clase aburrida, la sorpresa de navidad, el encuentro con los amigos, la declaración de amor en medio de la incertidumbre junto a la despedida de un ser querido, en fin tantos instantes y momentos esperando una oportunidad para expresarse, quizás con que objetivo, pues finalmente soy yo, quién ha compartido y erigido su vida desde la propia senda del caminar.

Sonrío, entre miradas perdidas y un suave respiro que me da el instante, el ahora en que admiro un verde prado que se mece al son del viento. Más allá una figura camina tras la senda ascendente rumbo al monte perdido, entre lomas y peñones adornados de árboles milenarios, los cuales se van entremezclando hasta urdir un entramado de verdor. Es el bosque trascendente en donde habitan insignes personajes que alegran con sus entonaciones la música de la naturaleza; Duendes, hadas, sílfides y otras criaturas variadas que danzan emotivamente. Son mis compañeros de la temprana edad, del tiempo ido que habita en algún lugar aún incógnito y del que me había distanciado hasta olvidar las emociones y aventuras vividas.

Comienza a atardecer, lentamente el telón nocturno se extiende marcando una nueva etapa. Mis pensamiento dinámicos y activos comienzan a calmarse como buscando el necesario reposo luego de la ebullición. Miro entonces la estrella en el firmamento, luminosa, un farol encendido en el espacio que ilumina la senda de mi caminar. Es el mítico lucero, la fuerza incandescente que nos marca el camino orientando nuestro andar en esta vida. ¡De pronto son miles los faroles encendidos!, les observo dándome las buenas noches, saludándome como antaño cuando me preocupaba de caminar y mirar el grandioso espectáculo de la bóveda celeste.

-Un nuevo silencio- Los pensamientos se han calmado completamente, me quedo, nada retumba ni altera mi ser, sólo yo y la inmensidad, sólo la ventana abierta que me permite observar mí alrededor, entretejiendo una realidad, mi realidad, aquella imagen labrada desde mi llegada a este mundo. Cierro los ojos y camino sin ver, sin sentir ni oír, es la fuerza interna la que me moviliza en un viaje vital realizado por miles antes que yo y sin embargo ignorado hasta ahora. Me dejo abandonar y por un instante no siento angustia de ningún tipo, tan sólo por un instante mis sentidos se transportan a otro estado abriendo una puerta tras la vieja estructura añosa que cual armadura se encontraba ceñida en mi persona.

miércoles, 14 de enero de 2009

Consejos


Quién pudiendo ver y obvia lo esencial de la vida, es más ciego que aquél que se encuentra privado de visión desde su nacimiento…..




No te engañes entonces, ante el rutilante brillo del oro y el aparente "exito", pues puedes terminar tus días como la polilla, que es consumida por la Luz que la sedujo........




No desprecies a tus padres aún en el infortunio............




La felicidad es una filosofía, una forma de ver la vida más que el resultado de la apariencia de lo transitorio.........

Rapu Wanén




Rapu Wenén o "Camino Superior”. Es la invitación a recorrer la ruta mágica que traza nuestra vida desde los valores trascendentes de la amistad, camaradería, respeto, identidad y lealtad.

Rapu Wenén, es entonces nuestra senda en la búsqueda permanente, es la oportunidad en busca de la cumbre mágica, del lugar desconocido y anhelado que nos depara el día a día.

Es el espacio tanto interno como externo que nos conecta con aquello que nos da luz, permitiéndonos vivir con un sentido en esta vida.

Es la risa, el instante, el simple recuerdo o el amor que anima a mantener el paso tras la ruta...

Asimismo, es instante de sincronía con el momento significativo, la ilusión o en definitiva con los sueños que frotan nuestro corazón tal cual lo hacían en nuestra tierna infancia hasta los lejanos terruños de la Terra Incognita que representa el devenir......

Soy el Wërkén del viento, el que transita desde la tierra austral trayendo las novedades, soy la palabra que nace como el manantial desde la añoraza del sentido que buscamos en nuestra aventura de vida......

Bienvenido al Rapu Wénen de tus propios desafíos en medio de la ruidosa ciudad que se aparece entre autos, buses y gentío.........

martes, 30 de diciembre de 2008

Instante





La sempiterna mirada de aquella persona enfrentada a la multitud vociferante y enardecida realmente me conmovió.

¿Qué pasaba por su mente en aquél instante?, justo cuando literalmente una ciudad entera se abrazaba, bebía y ejecutaba los rituales más inusitados con el afán de asegurar un año nuevo que respondiese a sus rogativas, estaba dicha persona abatida y con su mirada perdida hacia el horizonte…

Desde mi lugar de observación, sólo atisbé a percibir una persona en medio de los centenares que parecía estar al margen, sumergida en una superficie distinta y lejana de toda celebración..

Me imagine entonces, los momentos más íntimos de nuestra realidad, donde más allá del entorno nada nos logra saciar y sólo anhelamos el contacto con nuestra más secreta intimidad, sin importar nada más….

Me alejé transportado por el bullicio y apenas pude divisar a lo lejos la figura que marcaba la diferencia. Entonces cuando era sólo un punto abstracto, volteé y seguí mi ruta sin más recuerdo que lo fugaz de cada instante…..

jueves, 18 de diciembre de 2008

Visita





Narrador: - Se presenta un humilde anciano ante el lujoso castillo de su hijo, su ropaje están algo desteñido y su calzado gastado por el tiempo. Las manos muestran el surco de los años al igual que su cara.

Su mirada es serena, altiva y alegre, el mejor regalo de un padre junto con sus fraternales deseos de afecto incondicional.

Antes de entrar el padre al castillo debe pasar por una balanza con el objetivo de pesar las ofrendas que trae. Asimismo su figura debe ser examinada por el sastre de palacio quién deberá evaluar la calidad y distinción del visitante.

Al enfrentarse a semejante prueba el padre indica; Mis ofrendas son el amor, el afecto y la lealtad a mi hijo y el vestuario es mi sonrisa, espontaneidad y alegría.

Un sabio que contemplaba dicha escena exclamó; Débil es quién construye sus certezas sobre el oro y olvida sus orígenes olvidando a sus padres.


Moraleja: No podemos olvidar nuestra raíces, pues ellas nos dan el cimiento para nuestro tronco y permitirán el desarrollo del follaje hacia el cielo.

lunes, 1 de diciembre de 2008

En Busca de Luz



El sinsentido, que a veces suele aparecerse en nuestras vidas como una imagen amenazante, delineada a través de destellos y pensamientos sempiternos es a todas luces un invitado de tantos, sin embargo suele ser de aquellos que conmueven y que hasta cierto modo se tornan indeseables.

En efecto, a tal punto impacta en cada uno de los afectados que logra el que se sientan incapaces de observar la obviedad de la vida, el sentido de un curso natural que fluye mediante una ruta demarcada y en donde además se guarda espacio y lugar para la sorpresa, lo inesperado aquello simplemente inalcanzable a nuestras capacidades humanas. Su lanzamiento es tan certero que destroza las razones más arraigadas y consume la esencia sobre la que hemos instalado nuestras certidumbres en la confianza de erigir desde allí un mañana y luego un día tras otro.

El vacío nihilista, le certeza existencialista, la destrucción instalada de la postmodernidad abre el camino hacia fragmentos, atisbos, pequeños retazos de tiempo y emociones que van reemplazando la ruta anteriormente delineada, con los bombos de la solemne rigidez del que se aferra a un solo orden.
En medio de tan adverso panorama, ¿Qué puede satisfacer al Hombre?, ¿acaso la ciencia, el dinero, la juventud, el placer, una mujer, la soledad, el vacío?

Difícil pregunta y más aún las respuestas, pues observamos permanentemente la presencia del derrumbe y abatimiento de quienes buscaron en ídolos de barro la felicidad sin éxito y que obtuvieron tan sólo ser consumidos en su misma humanidad.

Algunos cual ciegos vagan intentando asir con sus manos el sentido perdido de sus vidas personales y familiares otros en tanto quizás miren pero no son capaces de ver la patente huella de la evidencia o en su desgano e incredulidad simplemente han renunciado a pensar siquiera en dicha respuesta.

La Stella regia de nuestro caminar, la guía primigenia en nuestro andar es la esperanza, la que unida a la imbatible fe otorga una luz en el desierto de la oscuridad humana para aceptar que pase lo que pase, la posibilidad de un nuevo día es también una posibilidad real y concreta, que a una noche escalofriante puede surgir un día de luz y afecto. Que a la devastadora enfermedad puede venir una saludable oportunidad de cambio.

Sin embargo somos nosotros los encomendados a encontrar a ese manantial de alimento trascendente, a mirar con detención sus signos y asumir un vínculo de alimento, contacto y desarrollo.

¿Es tiempo aún?, pueden preguntarse muchos, tiempo siempre es tiempo y por ello nunca será tarde para encaminarse tras esa luz que ilumine nuestro paso por esta tierra de altos y bajos, de dolor y alegría e ineludiblemente de Vida.

jueves, 27 de noviembre de 2008

La América




La presencia de mitos que entrelazan la salvación y redención de ciertos pueblos en América, nos traslada a ese panorama de construcción de un “mañana” o de “alguien” todopoderoso que con la venia de La divinidad nos rescatará de las tinieblas.

Dos casos significativos por la construcción y asimismo por las características del relato hasta el día de hoy permanecen presentes en nuestro inconciente: Viracocha y Quetzacoalt. De cierta manera ambos representan una fuerza redentora, que ha prometido retornar y asimismo con características similares; cabello dorado, tez blanca y un espíritu de paz ante la violencia.

Tanto incas como aztecas tuvieron sus expectativas puestas en el regreso de estos personajes enigmáticos y coincidentemente ambos imperios fueron fácilmente doblegados por los conquistadores españoles, pues les confundieron con los dioses redentores que vendrían a salvarlos.

Hasta el presente dicha característica descrita por los antiguos habitantes de nuestra América, retumba desde las profundidades tectónicas y resurge a ratos con personajes ya sea de de rasgos similares a los descritos o simplemente redentores en versión parcial que igualmente buscan trascender las miserias de nuestros pueblos prometiendo una suerte de paraíso terrenal. De una u otra forma, los habitantes de nuestro continente somos habitualmente funcionales o más bien sensibles ante dichos discursos y no son escasos los personajes que podríamos enumerar, que han sido elevados a un sitial cuasi mágico en donde se les venera con ceremonias establecidas y que entremezclan el mundo político, deportivo, farándula, negocios y militar.

De este modo, tenemos Generales de academia, Comandantes de ocasión, Deportistas iluminados y algunos empresarios caricativos que representan o más bien encarnan a esta suerte de Viracocha dorado que nos rescatará de la miseria en la nos encontramos.

A partir de este tipo de pensamiento, la salvación viene siempre desde fuera, siendo la demostración de la divinidad y en donde poco o nada podemos hacer por decidir. Quizás, es la demostración más patente de la escasa movilidad social, del inmovilismo propiciado por élites de poder que administran nuestras sociedades y pactan a su entero placer y provecho los destinos de la sociedad.

De otro modo, también es la demostración de una escasa evolución en los derechos y deberes civiles, una sociedad infantilizada, precaria y huérfana que busca en la externalidad de los cielos o montes la presencia de Dioses que obren por su futuro.

Es también la manifestación del quiebre de una sociedad que busca alcanzar ciertos niveles de autonomía desde las competencias personales, el esfuerzo, el mérito y sin la necesaria posesión de avales o padrinos.

Finalmente, es esperar el rescate por el sólo hecho de creer que somos merecedores de una suerte de recompensa por pertenecer a una casta expropiada y expoliada, una minoría de parias que vagan sin destino posible más que el de sueños, utopías y promesas lanzadas por el Dios Dorado.

De alguna forma, es también una renuncia a nosotros mismos, a nuestra propia propuesta e identidad y sueños de mestizos terrestres de no caer en la genuflexión ante esa encarnación de la divinidad que nos dará la misericordia, con su cabellera rubia.