martes, 28 de abril de 2009

El Viaje Continua




El día amanece, el sol transportado mágicamente desde el oriente ilumina nuevamente el sendero de nuestra vida, atrás y algo tímida nos observa la Luna con su ternura maternal.

Apenas un instante atrás en nuestro despertar hemos sido testigos de encuentros mágicos entre sueños y desafíos para atravesar nuevamente a nuestra “realidad” el mundo de nosotros, el que nos ha tocado surcar en medio de los múltiples caminos que podemos labrar.

La sempiterna mirada que busca en el afán infinito del ansiado encuentro no demuestra inquietarse ante la verdad develada en medio del silencio de la mañana, de este modo comienza a entrelazarse el recorrido hacia nuestra búsqueda que supone un destino o al menos el deseo de encaminarse hacia lo deseado sea esto de la naturaleza que sea.

Resulta difícil encontrar lo deseado y es más a ratos la “simple misión” de permanecer y transitar por esta vida ya es algo titánico. Sin embargo la fuerza vital bulle dentro de nuestro organismo, movilizando nuestros pasos día y noche. No existe descanso alguno, es una marcha de agitados pasos que dan lugar a una escalada, ascenso y descenso sin trepidar en lo recorrido o realizado. Sólo se atisba el camino inexistente, aquél en el que nos reconocemos como seres creados y creadores de posibilidad, aquellos que demuestran que la mínima diferencia impacta en magnitudes inesperadas, construyendo un ámbito sin parangón dentro de lo existente. Así constatamos el valor de la particularidad y la fineza de la diferencia del mínimo detalle, del signo que emerge en cada instante señalándonos a cada uno una suerte diferenciada aún cuando realicemos nuestro mítico viaje en la misma embarcación.

Nada es igual y aunque todo se torna semejante, fatigoso, rutinario no termina por sorprender con el mínimo matiz, sea esta luz, sombra, tristeza o alegría. Cada día es una nueva oportunidad con un conjunto de caminos por recorrer más allá de lo aparente y desde nuestra propia capacidad y libertad. El desafío está entonces en aprender a afinar nuestro olfato, los pasos a dar y sobre todo esa inmensa capacidad de abordar nuestro recorrido sin abatir nuestros propios sueños o ideales. ¿Cuántas veces somos los peores jueces de nosotros mismos? O al contrario; nos transformamos en simples escépticos ante nuestro impulso por avanzar.


Debemos aprender a impulsarnos, antes de restar nuestra fuerza, ser germinadores de nuestras ideas, entusiasmarnos y “darnos la oportunidad” de experimentar aquello que buscamos.

A ratos podemos decaer, más todo forma parte del juego en donde estamos al desplegar nuestra búsqueda. Reglas no escritas, reglas presentes que son parte del engranaje de la enorme y compleja maquinaria en donde nos encontramos.

Las encrucijadas, los acertijos del viajero junto al enigmático laberinto son y serán nuestros acompañantes, el intentar olvidar aquello es quizás sólo una muestra de las artimañas en las que deberemos demostrar nuestra habilidad y astucia tal cual lo hizo Ulises ante circe en su periplo al retornar a la ansiada itaca.

Nuevamente se inicia el día, el sol proveniente de oriente avanza hacia el occidente en busca de la ruta, nuevamente inicias tu camino, así será hasta que llegues al puerto de tu vida con la carga de historias, trofeos y derrotas en este ir y venir hacia el mágico destino que guarda y resuena en nuestro interior.

jueves, 23 de abril de 2009

El Camino de la Nada




Sombrío aliento, cesación de sensaciones vanas, espada que se alza tras la amenaza incierta que transita en las laberínticas decisiones del devenir.

Te preparas cual guerrero o como el asceta que meditando se aleja de lo mundano y se acerca a la divinidad. Te preparas acaso o tan sólo huyes como la presa perseguida por el depredador en la estepa solitaria. Buscas refugio vanamente, buscas respuestas sin saber donde, corres sin trepidar en donde ni cuando, sólo corres sin pensar.

Caminas por el sendero de la eterna incógnita, deambulas como el sonámbulo en el silencio de la noche, abrigado tan sólo por la luna de rayos certeros que abrigan tu esperanza en medio de la oscuridad.

Confías, esperas en el grupo, crees en tu manada en tu tribu, te sumerges en el medio de la multitud para esconder tus miedos y temores que resuenan como banda instrumental, como una bandada de aves en primavera, eufóricos. Transitas en medio de la nada que implica el anonimato, ¿te sientes cómodo?, tal vez, sólo tu lo sabes.

Buscas, hurgas como un ser que sabe que algo debe encontrar, sin saber específicamente qué. No logras dar con tu objetivo por más que das vueltas yendo de un lado a otro, en donde consultas te envían luego a otro lado eres una bola que de tumbo en tumbo circula en una mesa imaginaria, mientras los jugadores ven tu tránsito de esquina a esquina.

De pronto un laberinto, te asemeja una almendra, un recuadro que has visto dibujado en una muralla lejana, no logras recordar bien donde, más te encaminas hacia el, entras sin temor, confías, estás sólo y al lado sólo sensaciones. Caminas, avanzas sin embargo en cada giro te adentras más al fondo del enigma que descubres dentro de ti, tu eres el laberinto, la vida es el laberinto tus pensamientos son el laberinto. Hasta dónde llegar, te preguntas y sin embargo no te detienes.

Logras desenrollar el hilo de la madeja, la luz se acerca hacia ti, tu te acercas hacia la luz, es de día, piensas, mientras el bullicio de la multitud espanta cualquier animo de meditación, sin embargo tu labor no concluye en medio del sol y del cemento nuevamente inicias el sendero del camino.
A lo lejos un sonido apenas imperceptible te avisa que es tiempo de un descanso, sólo por un momento olvidas tu búsqueda y calmas el empecinamiento obsesivo para dar paso a un momento de silencio interno a lo lejos el sonido se replica hacia miles como tú, entonces cada uno en su momento sonríe y se deja llevar por la anhelada plegaria interna de relajo sin olvidar que ante el nuevo anuncio la búsqueda se reiniciará.

miércoles, 8 de abril de 2009

Pisadas





Nada extraño encontró el joven Arturo Asturias esa mañana, solo que se había terminado ese resfrío molesto que había contraído días atrás.

De verdad que este lejano pueblo estadounidense no le gustaba para nada. En verano era genial, pero en invierno hacia frío: La nieve lo cubría todo y Arturo no estaba acostumbrado a este clima.

Arturo tenía 10 años de edad, era flacucho y de tez pálida. Su padre era empresario, por lo que a sus cortos años había recorrido: Argentina, España, Inglaterra y EEUU.

Lo primero que noto al despertar fue que su resfrío había pasado,
Pero luego se dio cuenta del silencio que había en la casa. Se pregunto que estarían haciendo su madre y su padre. Se pregunto también que estaría haciendo Jimena, su niñera.

Se calzo las pantuflas y bajo al comedor. Vacío. Cocina. Vacía. Recorrió toda la casa hasta darse cuenta de que estaba solo…

Aterrado, pensó que sus padres lo habían abandonado y comenzó a llorar. Lloró por su padre, al que él admiraba. Lloró por su madre, a quién él adoraba. Lloró por Jimena, que siempre estuvo a su lado. Lloró por Rex, su perro, que….

Momento…. ¿por que se habrían llevado al perro? Además todos los muebles estaban ahí. Luego de pensarlo, Arturo decidió que era alguna sorpresa para él y salió al jardín cubierto de nieve.

No le gustaba ese jardín. Con una higuera al fondo y el cementerio local a un costado, era bastante tenebroso de noche, pero, cubierto por la nieve, no le pareció tan aterrador. Fue entonces a su columpio y desde ahí espero…Entonces…

Pisadas. Terminó de columpiarse y se acercó a verlas. Ahí estaban, aún frescas por la nieve en que se moldeo la suela de un mocasín. Arturo las miro un rato hasta que vio horrorizado como se formaban mas, cual pasos de una criatura invisible, se dirigían hacia el jardín delantero. Las siguió.

Se aterró aún más en cuanto se comenzaron a multiplicar, se dirigían al cementerio. Las siguió… No le importo el frío en sus pies, que solo eran cubiertos por pantuflas. Entonces, lo vio.

Donde se juntaban tantas huellas, había una gran caja. Todas las huellas se hallaban en torno a ella. De pronto, las invisibles criaturas se hicieron visibles y lo miraron con horror. Ahí estaban su madre, padre, Jimena y Rex. También sus tíos y abuelos. Arturo no entendía el porque de sus aterradas caras, así que comenzó a acercarse. Todos de separaron para que se abriera paso hasta la caja. Al mirar dentro vio, cual reflejo, a Arturo Asturias dormido, disfrutando la paz que nos aguarda luego de la muerte.

Autor: Joaquín I. Romero González.

martes, 7 de abril de 2009

Recuerdos en Extinción




Mientras pensaba en tu compañía, lo sueños volaban hacia mi lado
De rato en rato, de tumbo en tumbo
Sin destino, sin el eco de tu voz perdida

Más tu voz ausente sentenciaba mi destino
Los designios de los Dioses habían hablado
Tu imagen estaba ahora junto a la Luna

Platinada, distante y nocturna
Para mí el eterno buscador de cielos estrellados
Poblados de excéntricas luminarias

Atrás quedaba el pasado, el instante retorcido
Entre memorias marginales
En la misma sombra en que alojaba mi esperanza

Entre matorrales, en la imagen arcaica del recuerdo
Por un instante entonces
Todo pareció volver al inicio

Sin embargo la tibia sensación de compañía
Pronto fue el preludio que aguarda a la tormenta
Así, aquella tarde me despedí de la ilusión

Cual flor marchita, extinta en el jardín de mis anhelos

Lucytan o el Viaje Revelador




Cada tarde, justo cuando el sol se aprestaba para ocultar su faz tras las cadenas montañosas que rodeaban al pequeño pueblo de Santa Fé, “La Cofradía de la Luz” procedía a recorrer las principales avenidas entonando los cánticos de reafirmación a Jesús. Este ritual se remontaba desde la época de la conquista y rememoraba la acción de juramento hacia el hijo de Dios por parte de un grupo de conquistadores españoles que optaron por la muerte antes que una salvación vana e impía, ante el asedio de nativos duró aproximadamente un mes.

Los cánticos y entonaciones de liturgia eran una característica del villorrio, llegando a ser protagonista de la tradición misma desde sus más tempranos orígenes. De esta forma, generación tras generación los hijos iban asumiendo el rol de portavoces de la luz y de la fe que habían llevado anteriormente sus padres.

Tras el silencio, unos pasos avanzaron sobre el suelo entablado de la casa,- ¡Lucytán!-, se oyó una voz. Pasado un momento, se escucho de nuevo el llamado sin respuesta aparente.

La persona que había emitido tal llamado portaba una vestimenta sobria, tanto en colores como en el matiz de distribución de estos, además dejaba ver en su mano un emblema de símbolos que apelaban a la imagen de Cristo mostrando su pecho y sobre el una paloma que representaba al espíritu Santo con su luz. En un instante se apreció una sombra que se deslizaba lentamente, era un joven de unos quince años, estatura promedio, mirada fija y desafiante.

-No asistiré a la procesión, ni tampoco me uniré a la cofradía- señaló este, con una entonación que asemejaba al sonido de una melodía de tragedia.

-¡Eres mi hijo- indico el hombre del emblema, mi hijo varón, descendiente y heredero natural de mi lugar en nuestra cofradía.

- Es cierto, soy tu hijo, sin embargo nada de lo que intentes señalar me convencerá, nada de lo que me digas logrará despertar siquiera un mínimo interés. No deseo marchar tras una imagen, realizando una farsa de algo en que no creo y que no está acá ni en ningún lugar-, terminó diciendo.
Tus ideas las considero arcaicas, viejas, una verdadera perdida de tiempo, sin aporte y finalmente un estorbo al progreso de nuestra sociedad, mera ilusión y fantasía de campesinos idiotas…

El padre escuchaba atónito y de pronto con una reacción casi instantánea se apoderó del muchacho y sin pensarlo ni mediar explicación lanzó una bofetada que fue a dar directamente a su cara…

Lucytan le miró atónito, aún aturdido por el golpe, su ánimo interno en tanto comenzaba a despertarse cual volcán, y reaccionando como un poseso comenzó a gritar y descalificar a su progenitor con palabras y conceptos que surgían sin mayor control, como un vehículo arrollador que se abalanza ante una multitud. De esta forma, tal verborrea embestía todo aquello que le recordara la presencia de la autoridad paterna, para luego emprenderlas en contra de la imagen y lanzarla al suelo. Finalmente remató diciendo; Sólo yo, soy quién sabe y quién decide respecto a lo que hago o dejo de hacer, pues nada ni nadie me harán cambiar de opinión ante tus ritos estériles que llevas a cabo con tus supersticiosos integrantes de la cofradía.

Tomando a su hijo del brazo firmemente, el Padre se encaminó hacia el “cuarto”. Este era el nombre de un pieza amplia que formaba parte de la vieja casa patronal en donde en el pasado se castigaba a los inquilinos. Le empujó y luego procedió a cerrar, exclamando firmemente; “Estarás ahí hasta el fin de los días”. Luego se alejó marchando hacia su procesión…..

Por un instante Lucytán pensó que el dicho señalado, era sólo parte de una bravata y que pronto sería liberado. Sin embargo ignoraba que su padre había advertido claramente a los demás moradores en que nadie debía entregar ningún suministro de alimento o agua a su hijo, bajo pena de expulsión del hogar o del trabajo…

Mientras recorría el lugar en busca de alguna oportunidad para salir, Lucytan se percataba que en realidad dicho espacio era una verdadera fortaleza con apenas unas cuantas ventanillas bien distribuidas que permitían la entrada de luz y aire. En un instante su mirada quedó fija, al observar a cierta altura un recuadro de Cristo con la imagen de la cofradía que parecía observarle con su suave y tranquilo rostro. Al verle, se sorprendió y giró rápidamente la vista como evadiendo a un adversario, luego se arrodillo en una esquina, buscando la posibilidad de dormir….

Al despertar por el efecto de la luz que entraba por de las ventanas que capturaban estratégicamente los rayos de matinales, se percato del panorama que le rodeaba en forma completa. Era un lugar casi desprovisto de arreglos, contaba con un mesón, un par de cajones con viejos libros, un reloj empotrado en la pared y por supuesto el gran cuadro de Cristo que dominaba el ambiente con su mirada. Se sintió atrapado, por más que buscaba evadir dicha figura le parecía imposible…

Afuera los pasos de empleados y las voces de conocidos le invitaban a llamar por ayuda, sin embargo su orgullo le impedía ceder ante la disputa con su padre y sólo se contentaba con saber que en algún momento este declinaría y el saldría vencedor…

Al observar la gran pared, parecía que todos los elementos dispuestos en dicha habitación se habían confabulado de alguna forma desconocida en su contra. Así mientras el reloj marchaba marcando la hora, su engranaje retumbaba en los oídos remachando en su mente el paso de cada segundo. Mientras que por otro lado, la mirada de Cristo le observaba sin permitirle descanso. Ya sea producto de la fatiga o de un desproporcionado abatimiento, sentía a ratos la sensación de no estar sólo, entre sueños se veía disfrutando de una comida y junto cuando se aprestaba a probarla era llamado por Cristo para que llevase el estandarte de la cofradía de la Luz.

Despertaba con sobresaltos, se sentí vigilado, se interrogaba respecto a su cordura y hasta comenzaba a dudar de lo que era real o mera imaginación. De alguna forma los mundos que antes aparecían separados, estructurados y clasificados como archivos ahora estaban mezclados, superpuestos y no había separación entre lo que pensaba con un simple sueño.

Sumado lo anterior el hecho de no existir el menor indicio de que su padre regresaría por el, todo tendía a transfigurarse y teñir de un color opaco las expectativas de liberarse pronto del encierro en que se encontraba..

En un instante, se sintió sobrepasado y sacando fortaleza de su debilidad miró fijamente a la imagen en la pared, que a su vez parecía dedicarle exclusivamente su atención de una forma especial, con cierta deferencia, encanto y una leve sonrisa que lo hacía repeler cualquier señal que resolviera aquél intrigante enigma que se le presentaba. “El”, un ateo declarado según los cánones de la época estudiantil, que había suscrito una declaración del materialismo y de la ciencia ante la estupidez de la religión, que había juramentado liberar a los hombres de esa creencia primitiva, justamente a el le miraba de esa manera Cristo…..….

La luz paulatinamente comenzaba a ocultarse, no había señales de un regreso o una tregua por parte de su padre. Recordó entonces a su madre, en un tiempo ido, distante y borroso. Le emocionaba el pensar en como le mimaba y sus juegos secretos cuando era un niño en el viejo jardín. En un instante todo aquello desapareció y vio a su madre enferma, postrada en su cama rodeada de mujeres que corrían de un lado para otro, el médico intentando responder y finalmente su padre confinado en una esquina sin atisbar una mínima señal de esperanza, hundido y poseído en la derrota. Finalmente recordó el día del funeral, la enorme carroza transportando el cuerpo de su amada madre, mientras una lenta caminata fúnebre convertía su viaje en un verdadero calvario, luego un grupo compacto de acompañantes que le seguían hasta su llegada al cementerio para realizar la ceremonia correspondiente en donde el sacerdote concluyó y comenzó a descender su madre a la sepultura determinada para ella.

¿Cómo creer en algo después de eso?, -señaló-. Resulta imposible pensar en alguna escapatoria ante mi escepticismo, pues las brutales raíces del mismo habían penetrado profundamente en su mente ante la muerte de su madre moldeando la personalidad de abandono y ausencia de fe que presentaba hoy.

Sin embargo, pese a todo aquello, sentía que se encontraba en una suerte de cita forzada con aquella imagen, esta representaba todo lo que el negaba y hasta abominaba. Era una suerte de encrucijada que lo ubicaba en un borde del precipicio sin saber hacia donde dirigirse. Sentía profundamente que sus actos y creencias no eran tampoco una real respuesta a su búsqueda, más bien eran la reacción lógica ante un suceso doloroso empero después de pasado el tiempo ¿Qué?, ¿Hacia donde dirigir los destinos de la vida?- No quería proseguir, se negaba a escucharse a si mismo, sólo ansiaba el silencio, el mismo que ahora tenía a su regalado gusto-. Cuando reflexionaba al respecto se percataba de lo paradojal de la situación y más se convencía de que una fuerza superior jugaba con el.


Había pasado un día desde que despertó la ira de su padre y este luego de abofetearlo lo dejó encerrado. Sus fuerzas habían comenzado a decaer paulatinamente, sus reflejos se tornaban más torpes y la prolijidad del comienzo le abandonaba para instalarse el abandono y desgano.



En un instante alzó su mirada y se percató de que el icono religioso le contemplaba con dulzura, sintió que su pecho se oprimía y luego balbuceando dijo: -¿Qué miras?, ¿Qué esperas de mí?...- ¿Acaso mi arrepentimiento?... –Nada, silencio y una mirada penetrante……

Los días transcurrieron con celeridad desdibujando la noción de realidad y las fuerzas de Lucytán que aún se mantenían con cierto vigor, fueron decayendo hasta llegar al límite de su resistencia. Fue entonces, cuando en medio de la fatiga agobiante logró oír la marcha de la cofradía por el pueblo y desde sus ojos comenzaron a brotar unas tímidas lagrimas que luego se desbordaron en un llanto sin sentido y desequilibrado casi demencial, en la sutil frontera que impide el claro designio, más no del todo extraviado pues mientras lloraba su mirada se fijaba lentamente el icono clavado en la muralla. En un instante, se levantó y avanzó certeramente hacia donde se encontraba dicha imagen. Sus escasas fuerzas no se resistían ante el sincero deseo que emanaba de una fuerza vital no identificaba y que empero lo acercaba cada paso hacia la imagen del cristo, como un verdadero poseído,- al pasar cerca de un espejo su rostro sonreía-, no existía ni la más mínima expresión de que algo fuese en su contra, el joven caminaba a paso lento con un propósito claro y decidido. Mientras la procesión alcanzaba un ambiente apoteósico, con gran entusiasmo de la comunidad y de los integrantes.

En un instante se detuvo, entonces desde su interior comprendió que el dueño de dicha mirada no podría negarse a un diálogo y considerando lo que en reiteradas ocasiones su padre le había recordado, pareció olvidar el deseo de escapar, gritar o de rebelarse, al contrario sus sentidos deambulaban en la sensación de aprecio y regocijo nunca antes experimentado y sin vacilar alzo sus brazos hasta alcanzar el cuadro buscando imitar el movimiento de los integrantes de la cofradía quienes marchaban por las calles llevando imágenes del Cristo Salvador. En ese instante, al alzar la imagen descubrió cuasi maravillado que tras el recuadro se encontraba una suerte de pasadizo que al trepar y penetrar por el, permitía ver la luz de la tarde y asimismo apreciar la plaza del pueblo con los marchantes en su ritual.

Impulsado por una fuerza que lo sobrepasaba y sin dudarlo ni un instante Lucytán avanzó hacia la luz que aunque lejana parecía dibujar la sonrisa del Cristo Salvador, atrás quedaba entonces la oscura pieza que comenzaba a evidenciar el avance de la tarde junto con las sombras de su odio y rabia labrados al amparo de una rebeldía aún incomprendida. Cada centímetro que avanzaba por el escabroso túnel era la representación de la transformación que sufría internamente, en una suerte de metamorfosis mística su ser interno tornaba la decepción, rabia, remordimiento y nítido odio por amor, afecto y comprensión tras esa luz que le incitaba a acercarse cada vez más con la confianza de una amistad sentida, en un viaje que depararía nuevas transformaciones y desafíos albergados bajo la sutil mirada que aquella tarde le había abierto literalmente una nueva senda en su destino.

A lejos, el sonido de la cofradía marcaba el ascenso del grupo hacia la Colina en donde culminaría su procesión. En tanto, nuestro peregrino realizaba su propio viaje iniciativo en busca de las profundas razones que hasta ese día le habían negado apreciar esa lejana luz que emanaba del pasadizo……

Constatando la insoportable levedad de nuestro Ser




La feble certidumbre por donde transitamos no impide que aflore en nosotros una suerte de mirada cotidiana que termina por hacer caso omiso de aquello que se encuentra encriptado en nuestro ser y existencia: El Fin.

Caminamos confiados, como si nada pudiese dañarnos, realizando diversas demostraciones que nos exponen al límite de nuestra vida o simplemente en una marcha pretendiendo ser dueños del tiempo así como de su contenido, una suerte de Dioses entronizados gobernando el mundo, amos y señores.

Desde una perspectiva de la negación estéril del dolor y la búsqueda obsesiva del placer, la existencia se pretende presentar como una realidad parcial, mutilada desfigurada en donde no existe lugar para el rostro de la muerte, la vejez o el natural deterioro de nuestra corporalidad.

Más, que común es el golpe recibido, que cual dardo certero logra alcanzar el objetivo extinguiendo aquello que hace un rato apenas aleteaba lleno de vital energía. Es entonces cuando emerge desde nuestra conciencia, tal cual lo hizo el humano primigenio que saliendo de su sueño de inocencia debió asumir su verdad de finitud y posterior destierro del paraíso. Es en dichos momentos, cuando constatamos la fatal levedad de nuestra existencia, que nuestra frágil capacidad de vida no depende tanto de nosotros como hasta ayer lo pensábamos sino de un devenir al que no podemos comprar, canjear ni mucho controlar mañosamente a nuestro antojo.

Esa negación de todo aquello que no sea sinónimo de placer, disfrute o éxito nos transforma en seres doblemente vulnerables pues por un lado somos incapaces de entender nuestro propio sentido y asimismo pretendemos establecer un orden que margine aquello que avanza con nosotros hacia una nueva instancia. Por ello, mutilamos nuestra existencia de cualquier trascendencia transformando el presente en un verdadero parámetro del ser, evitando encontrarnos con aquello que represente la desolación o la explícita constatación de nuestra miseria humana.

De enfrentarnos ante la más mínima muestra de decadencia, se apela entonces a la técnica, la ciencia, como nuevos ídolos a los que ofrendamos nuestros sacrificios con afanes que son ilusorios y que más que cooperar y edificar, intentan recrear algo que fue y que ineludiblemente no podrá retornar (ejemplo de esto es la búsqueda desesperada de la juventud hasta llegar a una deformación malsana y perversa)……

Asimismo es interesante retomar nuevamente esa idea de dominio y posesión de imperio eterno que para algunos pareciese cubrir el sentido de su vida, alejándose de la capacidad de vivenciar la otra vereda esa de la propia vida, la potencial, la posible, la supeditada y en definitiva la que se edifica día a día a través del esfuerzo, el asumir valientemente el riesgo y por sobre todas las cosas aquella que reconoce y acepta la capacidad y límites de la propia humanidad, sin pretender edificar el imperio de la egolatría o del orgullo que niega el elemento básico de finitud de nuestra existencia.

¿Cuántos llantos encubren más allá del legítimo dolor, la dura tarea de constatar nuestra levedad?. El confirmar el hecho de que la vulnerable "caña pensante" que oscila y vive en este mundo, un buen día debe asumir una etapa más de su propia vida: La Muerte, y alzar el vuelo hacia aquella zona desconocida e intrínseca de nuestra propia existencia.