miércoles, 18 de agosto de 2010

A propósito del Lenguaje




La relevancia de nuestro lenguaje se evidencia a cada instante tanto en aquello que no se puede decir o a través de nuestra estructura corporal, facial de señas o en el habla. Allí donde el diálogo requiera entrar en acción se incorporará el lenguaje como decir activo, verbo y logos cargado como significante en su estructura y del significado amplio que va desde lo convencional hasta la subjetividad.

Entro a un baño, observo a un padre con su hijo, el niño de unos tres años señala mirando a la taza: -¡Hola caca!- al percibir su obra de evacuación concluida. Para el, dicha deposición es algo, un elemento significante, un objeto que se torna otro y con el cual mantiene una comunicación verbal ante la mirada algo complicada del padre.

Dicha disposición del hablar hacia un elemento significante resulta altamente creativa e imaginativa, un ejercicio muy particular de la capacidad infantil, en donde el lenguaje no sólo se estructura formalmente sino que además goza de esa libertad de trascender las fronteras de lo culturalmente definido.

Los niños suelen jugar con las fecas, incluso Freud asigna una etapa del estadio de desarrollo infantil con el nombre de anal bajo la tesis de la sensación placentera que tendría la evacuación en el menor, asimismo podemos observar en pacientes psiquiátricos la manipulan sin el prejuicio establecido que nos gobierna a nosotros como sujetos lúcidos o racionales.


Respecto a los excrementos humanos, encontramos muchas particularidades, algunos señalarán; -estoy con la mierda hasta el cuello- para expresar el agobio en que se encuentran en tanto los actores al iniciar su obra gritaran cual mantra sagrado; Mierda, mierda, mierda. ¿Quién entiende algo?, resulta extraña nuestra relación con ese producto final de nuestro proceso digestivo.

En rigor hablamos de un elemento terminal que se ha transmutado y que se devuelve al mundo; el guano que es la defecación animal ha sido objeto de alta demanda y valorización, sin ser despreciado por ello.

¿Que ocurre en tanto con nosotros en el diario vivir?, oiremos ¡mierda!, ¡merde! o ¡shit! y sabremos que es una maldición ante algún percance. Nuestra estructura mental ha asimilado que aquello impredecible que nos afecta, agravia o amenaza puede ser contraatacado con esa expresión al estilo de los actores que entonaban su mantra antes de la obra…. Nos remitimos así a nuestra conducta ancestral para neutralizar un mal, que no es sino la significación y la asimilación a la vez, por otro lado mantenemos la convicción y reiteramos la conducta cual ritual que inicialmente fue realzado de significación y que en el presente ha devenido en un acto instantáneo o simplemente mecánico.

Soñar con fecas humanas es presagio de buena suerte, el mundo onírico nos conecta con la idea de fertilidad o simplemente allí lo indecible se asume como magnificencia y con un valor diferenciado de nuestra cotidianeidad….


Respecto a este concepto no podemos eludir su significado múltiple, polisémico que nos invade permanentemente como parte de esa dualidad que entraña nuestra propia existencia y ligazón. La escoria, el desecho, como realidad de invalidez, precariedad y abandono por un lado y aquella de fortuna, fertilidad, manipulación y herramienta del desarrollo de un devenir distinto a través de la evocación. Todo ello posible bajo la estructura amplia, flexible de nuestro lenguaje y de nuestra cualidad compleja como humanos.

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