jueves, 10 de marzo de 2011

Fuente Ovejuna en Acción


Observo algo de noticias, busco informarme más allá del bombardeo de simplezas y adornos con que ahora se presentan los noticieros.

Una nota respecto a la denominada ; detención ciudadana llama mi atención, en ella parte de una población las emprende en contra del supuesto violador de una menor de 7 años, hija de su conviviente. El despacho es en vivo y se aprecia claramente en acción como esa masa, multiforme se mueve coherentemente y con un propósito compartido; castigar al autor. No se requiere de policía, la comunidad omite a los uniformados y son ellos la fuerza viva quienes se encargan de aprehender y luego castigar al sujeto (tampoco se requiere de jueces), el castigo se realiza sin más, cada integrante asume una cuota de responsabilidad, así nadie individualmente es el responsable, todos y nadie a la vez, la responsabilidad se diluye, finalmente el sujeto logra ser rescatado al borde de un linchamiento luego de una golpiza que recuerda los azotes y castigos realizados en plazas públicas en siglos idos y que sin duda el castigado mantendrá en su memoria.

El tema llama mi atención, rastreo más datos para indagar y descubro otro caso, en esta ocasión un ladrón atrapado en su fuga por la calle por parte de los transeúntes quienes procedieron bajo el mismo sistema a capturarlo y castigarlo físicamente hasta concluir con la muerte del sujeto.

Profundizo un poco más y llego a cuatro hechos similares; ¿tendencia emergente?, lo cierto es que algo ocurre y no sólo acá sino también en países vecinos, pues en Perú (incluso se ha validado como practica) y asimismo en Bolivia.

Medito sobre dichos casos cuando llega a mi mente inmediatamente el recuerdo de un mítico hecho ocurrido en una comunidad del altiplano, específicamente en Caspana. Allí llegaron buscando refugio y huyendo de la justicia dos delincuentes, los que luego de ser recibidos, alojados y alimentados por la amigable comunidad (sin saber quienes eran) proceden a violar a una muchacha del poblado. El pueblo los captura, apresa y deja en deliberación a un consejo, los que finalmente deciden la muerte de ambos. Un problema surge, ¿Cuál?, sólo poseen una bala, dicha situación no los salva de la sentencia. Ambos culpables son atados y unidos por su sien y se realiza un disparo que los alcanza a ambos. Así una munición cumple el designio del pueblo.


En todo ellos existe un denominador común; el hastío por un sistema de justicia burocrático e indiferente, aumento de malhechores que se ufanan de su poder y abuso y la lesión de alguien cercano o vulnerable. Dichos ingredientes pareciesen ser el adimento decisivo que inicia la posibilidad de pasar de la justicia humana o la esperanza de la divina por aquella de “nuestras manos”…….

El esquema es simple y homologable al plan elemental de la Rebelión, en ella es la comunidad, grupo, masa, chusma, pueblo o como usted prefiera llamarle el que asume la dirección y control de un malestar que ha ido labrándose lentamente. En los presentes casos no hablamos de revoluciones al estilo Francés, Ruso o las actuales en el los regímenes de África sino de una conducta que desborda la norma institucional llegando a cobrar por su mano la cuenta que adeuda la delincuencia.

En este proceso la masa evidencia además un malestar con la autoridad encargada de administrar justicia más que con la idea de justicia en sí (aunque esta justicia se hermane con la ley del talión).


Dicho impulso, no es del todo irracional y pareciese mantener ciertas pautas en su cometido, así por ejemplo en el día de ayer esa misma comunidad impersonal intervino confrontando a la policía en favor de un ciclista extranjero de raza negra que había sido arrestado y esposado por cruzar una vía con luz roja. Allí no hubo linchamiento sino directa confrontación con la autoridad sin llegar a la violencia, más si preocupación en difundir el arresto considerado injusto…

Como sea este movimiento crece, posee objetivos claros y hasta el momento no se detiene, veremos como evoluciona y si es sólo un dato anecdótico o una práctica que revive el impulso vital de justicia por parte de una población que dejó la máscara de víctima para enfrentar a los agresores de igual a igual, levantando el código del castigo sin temor a decir: «¿Quién mató al Comendador? / Fuenteovejuna, Señor / ¿Quién es Fuenteovejuna? / Todo el pueblo, Señor»

No hay comentarios: