En Protágoras, hay un momento clave del diálogo en el que Sócrates y Protágoras llegan a un reconocimiento mutuo, especialmente durante la discusión sobre la virtud y el conocimiento.
Protágoras admite que, llevado por los argumentos de Sócrates, puede aceptarse que virtudes como la valentía no son completamente independientes, sino que están ligadas al saber y a la correcta evaluación de lo que es bueno o malo.
Sócrates, por su parte, reconoce la habilidad retórica y la experiencia pedagógica de Protágoras, aceptando que su enfoque educativo responde a una práctica social real y valorada en la polis.
En este intercambio, ambos ceden parcialmente: Protágoras concede que la virtud puede entenderse racionalmente y no solo como hábito inculcado, mientras que Sócrates acepta que la enseñanza de la virtud es posible en cierto sentido. Así, el diálogo no concluye con una victoria clara, sino con un acercamiento intelectual, donde ambos reconocen la coherencia y fuerza de las ideas del otro, dejando abierta la reflexión sobre la naturaleza última de la virtud.Sócrates: Dime, Protágoras, ¿sostienes aún que la virtud es un conjunto de partes separadas, como si la justicia no tuviera nada que ver con la prudencia?
Protágoras: Así lo he enseñado, Sócrates, pues observo que algunos hombres son valientes pero no justos, y otros justos pero poco sensatos.
Sócrates: Sin embargo, cuando alguien actúa valerosamente sin comprender lo que es verdaderamente bueno, ¿no corre el riesgo de actuar mal creyendo hacer bien?
Protágoras: Admito que, en ese caso, su valentía parecería más bien ignorancia. Tal vez no pueda llamarse virtud completa sin conocimiento.
Sócrates: Entonces coincidimos en que el saber tiene un papel central en la virtud.
Protágoras: Sí, debo reconocer que tus argumentos me conducen a ello. Pero también tú aceptas que la virtud puede enseñarse, pues de otro modo mi oficio sería inútil.
Sócrates: No lo niego. Veo ahora que, si la virtud implica conocimiento, puede transmitirse mediante el diálogo y la educación, como tú afirmas.
Protágoras: Así pues, Sócrates, aunque partimos de caminos distintos, parece que nos encontramos en un punto común.
Sócrates: Así es, Protágoras. Y ese acuerdo, nacido del examen mutuo, es ya una ganancia para ambos.
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