miércoles, 18 de abril de 2012

Viveza

La viveza, esa particular cualidad que suele ser expresada como patrimonio de los países de herencia hispana, mediterránea y en general de todo aquél que se asienta desde un discurso del operar turbio, ha cursado nuevamente en el horizonte un impacto significativo, logrando posesionarse en el centro de la noticia durante los últimos días.

En este caso, ha sido Argentina el foco de los comentarios, pues ha logrado dar un verdadero golpe a la cátedra en el tema. En este caso, no se vincula a un episodio deportivo del estilo: “la mano de Dios” (eufemismo que oculta la treta del jugador Maradona ante los ingleses), sino que la avivada nos habla de la estatización hacia la empresa REPSOL, de capitales españoles. Se argumenta por parte del gobierno argentino razones estratégicas e incumplimientos para consumar este movimiento, sin embargo detrás de todo aquello no aparece sino el oportunismo que ha guiado decisiones similares en el pasado ( recuerdo el corralito a los ahorrantes o la intervención a los fondos de pensión).

Como sea, la viveza cumple a cabalidad con a lo menos tres de sus elementales requisitos: a) Operar contra todo aviso, b) Sorprender indefenso al afectado, c) Obtener una ganancia significativa sin mayor inversión.

Las celebraciones y aplausos se escuchan de lado a lado, eso quizás marca el mayor signo de preocupación, pues cuenta con el refuerzo social y con ese entusiasmo propio de quién se hace valer ante el o los “giles” por las masas. En esa perspectiva no hay espacio para la solemnidad, el protocolo ni mucho menos para las leyes. -¡No!-, en este contexto es simplemente el más vivo, el más canchero, el que no pestañea ni duerme, el que logra apropiarse de las ganancias a expensas de otros, esos otros que han sido esquilmados bajo las normas de la viveza.


Bajo esa regencia, nadie se procupará de cumplir con la máxima de no hacer al otro lo que a ti no te gustaría que te hicieran. Nada de aquello parece operar en este tipo de conductas inspiradas fundamentalmente en una suerte de simple yoismo, que obviamente rompe con la estructura de la sociedad más extensa.


Así, no es extraño que el eco del tango cambalache se extienda paulatinamente en cada rincón, de Argentina y de paso por Latinoamérica, como un signo de esa cualidad que nos acompaña y llama permanentemente a ser exponentes de la avivada y del trabajo fácil antes que el esfuerzo.


Total como dijo un antiguo birlador callejero, que alguna vez entrevisté: "la culpa es de los giles, que dan lana, una y otra vez"…….

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