miércoles, 5 de octubre de 2011

Cavilaciones

Un cambio estacional no se plasma sino en el proceso, pues no es un paso rígido, con avances y retrocesos, más siempre con fines que implican el camino de la transitoriedad. Los últimos días demuestran que del clima invernal no hemos saltado vertiginosamente a la estación primaveral, sino más bien ha ido cada peldaño en un ascenso de paulatino despliegue e inclusive con detenciones, retrocesos y luego la ineludible marcha.

Así en cada día encontramos la manifestación del nacimiento, ebullición interna de la energía latente que se expresa en brotes, trinos, algarabías y luminosidad muy propia de la época estacional.

Sorprende encontrarnos con esas manifestaciones tan sutiles e igualmente poderosas y más aún ajenas a la razón o control humano, en verdad es una verdadera revelación constatar que nuestro sobrepasado “dominio” no es sino una suerte de caricia o cosquilleo ante la potencia de la naturaleza. En efecto, pues no es necesario recordar hechos de catástrofes como las ocurridas el 27 de mayo del 2010 para “darnos cuenta” de la fuerza de la naturaleza, sino apreciar nuestra propia constitución, la de los seres que pueblan la tierra, el mar, sistema estelar y de galaxias, en fin lo sorprendente de aquello que a ratos parecemos obviar tras una simple pantalla nacida de la tecnología.

Digo esto bajo la premisa que durante bastante tiempo hemos sido absorbidos por los avances en diferentes áreas de las ciencias y que demuestran a un afanoso homo sapiens en plena actividad y de lo cual es interesante considerar cierto mérito en términos de invención y de sotisficación respecto a la técnica y tecnología. No obstante, esto a ratos nos nubla el horizonte, tornándonos vulnerables a la cualidad esencial de nuestra constitución de parte de un entorno que igualmente es vocero y actor.

En efecto, quién no siente una suerte de sensación de poderío al asentarse en construcciones faraónicas y con una alta excelencia en su acceso de tecnología. Imaginemos una vivienda o gran ciudad dotada de lo mejor de nuestro tiempo y obviamente encontraremos a una población con el sentido de existencia basado en una fortaleza relevante, más sin embargo vana, pues ya no depende de sus propias cualidades o capacidades sino de maquinarias que son el seguro de la supervivencia de los habitantes.

Una gran ciudad que sufre un corte de energía; ¿Adonde ir?, ¿Qué hacer?, o sin capacidad de telecomunicaciones ¿Cómo contactarnos?, ¿cómo llevar a cabo la mínima coordinación?, preguntas aparentemente odiosas más que entrañan la lógica preocupación, es decir la anticipación ante aquél evento que puede dejar de ser mera probabilidad y transformarse en un hecho.

En este sentido resulta curiosa la sensación de alarma que ha despertado la noticia de las supuestas “Profecías Mayas” o “El curso y efectos de un meteorito” hacia la tierra versus hechos con los que cotidianamente estamos ligados y vinculados como los mencionados previamente y con los que pareciéramos no sentir sino la sensación de dominio y control. Un apagón, es la expresión de un hecho cercano más que al parecer no causa alarma sino hasta su manifestación.

La sensación de seguridad sustentada en la tecnología de rato a rato se torna vulnerable ya sea por fenómenos naturales o falencias propias del sistema generado por los humanos, lo que constata una especial preocupación implícita de lo que en momentos elevamos en una suerte de deidad.

Como sea, estamos en una verdadera encrucijada respecto al rol que jugaremos en el devenir; simples extensiones de la gran maquinaria que hemos construido o más bien agentes de capacidad de vinculación hacia el entorno y de integración con este por sí más que mero intermediario.

En este sentido y retomando el inicio no debiésemos obviar cada evento del que somos testigos y que se encuentra ligado a esos cambios y transiciones de nuestro entorno natural y asimismo de nosotros, pues a través de la recuperación de dicha sensibilidad lograremos un contacto menos contaminado con nuestro espacio vital y asimismo con los distintos sistemas que lo integran. Como la transición estacional, la lluvia o el avance de la corriente hacia tránsitos marítimos que a su vez ligaran migraciones y cambios en el proceso de continua transitoriedad y ciclos.

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