lunes, 24 de octubre de 2011

Revelaciones

Fue en el día señalado; aquél de conjugación de día y noche que la dualidad se compuso de imagen a través del número primario.
Desde aquél instante, que algunos llamaron simplemente inicio, se agitó la travesía que llevaría a los hombres de aquella comarca a enfrentarse entre bandos opuestos, como una manifestación presente de los antagonismos milenarios, opuestos que llevaban el signo de dialéctica, cambio que emanaba en un devenir constante…

El tiempo sólo acrecentó la división y cada cual extraía conclusiones a partir de los opuestos y aunque las propuestas eran significativas no lograban dar cabida a la idea primordial, aquella encriptada en la letra de unidad.
Algunos intentaron abarcar ideas de la realidad más allá de lo presente, otros tantos abandonaron sus bienes y los más se sumergieron en los disfrutes, cada cual labraba así su historia sin atender razones superiores.

La permanente irrupción de ideas no bastaba para dar alcance a las ansias de cada sujeto, lo que les envilecía en manera diversa, fue así que el hombre de la asamblea sentenció que: Nada nuevo había bajo el sol.
Pocos o casi nadie para ser honestos escucharon las declaraciones del anciano que dictaba lo que la experiencia le había transmitido, cual epifanía que surge en medio de la más excelsa mirada de búsqueda. De esta forma, la vida transcurrió bajo definiciones variadas y sentencias imprecisas que iban deshaciendo cada vez con más energía la unidad de los orígenes perdidos.

En medio de jornadas de búsqueda desesperada, los ancianos y sabios de la aldea definieron la respuesta ante el enigma instalado en forma tan particular como extravagante ante la mirada de los profanos pobladores. La respuesta vino del hombre extraviado, perdido, demente o sin razón según otros, que se encontraba en la periferia de la ciudad de torres iluminadas. De esta forma, fue que en el delirio de una de las noches, de aquél que todos habían olvidado en una pequeña choza aledaña a al gran río, las voces se manifestaron, estaban allí de manera nítida, nada evitaba su presencia en forma de mensaje extraviado, permanente y asimismo revelador. El sujeto que dormía interpelado por los códigos contenidos por siglos estaba a punto de ser el portavoz de la palabra sostenida por la brisa de esa madrugada privilegiada. De tal forma que en cada instante que los vaivenes de los árboles constataban la presencia misteriosa, las voces asimismo transmitían el anhelado contenido.

En medio de esta faena de sutiles aspectos, cayó nuevamente la noche en el poblado, la luna ascendió al cenit y la aurora declinó hacia la sima de los avernos, oscureciendo el sentido de los moradores, acallando la emergente alegría y con ello instalando la desesperanza como moradora de los corazones desprotegidos de aquella fe perdida. Por tal motivo, por más que el destinatario de la clave de aquella luminosidad perdida, cantara en alabanzas su secreto alcanzado, nada evitaba que las masas corrieran de lado a lado, gritando cual criaturas despojadas de protección, verdaderos niños perdidos en medio del mercado que lloran sin freno ni consuelo la partida de sus padres…

De este modo, el canto primigenio perdió la oportunidad de ser comunicado, pues la jugada de los astros había producido un eclipse en el día señalado, cerrando así la puerta a los que ya vivían en un eclipse interno sin posibilidad de cambio. Esto, al menos hasta una nueva oportunidad en que aquél olvidado pudiese nuevamente ser el mensajero del secreto de las voces milenarias….

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